David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Tras la polémica medida de cierre
de frontera y declaración de estado de excepción, implementada por el gobierno
venezolano en municipios del estado Táchira fronterizos con Colombia, la
opinión pública nacional ha sido sorprendida con un nuevo paso adelante al
respecto, al implementarse también dichas medidas en zonas de Apure y Zulia.
El Estado de Excepción en los
municipios Bolívar, Pedro María Ureña, Junín, Capacho Nuevo, Capacho Viejo y
Rafael Urdaneta del estado Táchira fue oficializado en gaceta Extraordinaria
del 21 de agosto del corriente año por 60 días, un lapso prorrogable según lo
determine el Ejecutivo nacional.
Pero dicho estado de excepción
fue recientemente extendido a las zonas número 4, 5 6 y 7 de los estados Zulia
y Apure, ubicados en la frontera con Colombia. Esto comprende los municipios
Jesús Enrique Lossada, Rosario de Perijá, Machique de Perijá y la Cañada de
Urdaneta (Zona 4, Zulia), Jesús María Semprún, Catatumbo y Colón (Zona 5,
Zulia), zonas 6 (municipio Páez) y 7 (municipios Rómulo Gallegos y Pedro
Camejo) en el estado Apure.
Recordemos que el decreto presidencial
Nro. 6.194 argumenta que en dichas jurisdicciones “se ha presentado de modo
sistemático, inédito, sobrevenido y progresivo una amenaza para el pleno goce y
ejercicio de los derechos de los habitantes de la República”. El texto vincula
las consecuencias del paramilitarismo, el narcotráfico y el contrabando de
extracción.
El Estado de Excepción restringe
el tránsito de mercancía y bienes, permite la inspección y revisión por parte
de autoridades de los domicilios, lugares de residencia o estadía, prohíbe
reuniones públicas, suspende el porte de armas y anuncia el despliegue de la
Operación Liberación del Pueblo (OLP).
Asimismo, da potestad al
Ministerio de Economía y Finanzas a establecer límites máximos de ingresos o
egresos de la moneda venezolana de curso legal en efectivo; también podrá
restringir determinadas operaciones y transacciones comerciales o financieras.
Ciertamente, la frontera con
nuestro país hermano ha sido un hervidero de irregularidades durante décadas y
se hacía necesario tomar acciones para sanearla y ordenarla, no solamente en
bien de los venezolanos, sino de la población colombiana que interactúa con
Venezuela y también padece numerosas irregularidades.
Lo que nos preguntamos es si las
medidas tomadas fueron las correctas.
Desde el punto de vista humano,
se han alzado voces a ambos lados de la línea divisoria, al quedar interrumpida
su cotidianidad, al haber dejado en el lado contrario algo importante de su
vida. Y la respuesta de las autoridades nunca es suficiente para mitigar el
desasosiego que estas experiencias disparan.
La creación de la llamada Misión
Nueva Frontera de Paz reconoce que allí había que hacer algo grande e
importante, y por supuesto nos resulta atractivo el enunciado de paz en un
límite que ha visto situaciones francamente dramáticas. Y sí, debería hablarse
seriamente de algo nuevo a construirse allí.
Sin embargo, si el edificar un
nuevo modo de convivencia en ese lugar implica barrer con “lo viejo”
–llamémoslo así- hay que tener mucho cuidado, pues también hay tradiciones y
usos que no pueden ser obviados y que deberían ser incorporados a esta nueva
propuesta.
Los 2.219 kilómetros de frontera
que comparten ambos países, siempre han sido vivos y calientes. Para bien y
para mal. Y la acción gruesa que pueda afectar lo bueno que se haya construido,
no es deseable para ninguna de las dos naciones.
Los días que han pasado desde que
se tomó la medida han obligado a flexibilizar ciertos aspectos extremadamente
duros, y esos es digno de aplauso. Y aún falta mucho más por adecuar para no
lesionar la convivencia y la cotidianidad de una región tan conflictiva como
productiva.
Ante una nueva e inmediata
reunión de representantes diplomáticos, esperemos que se pueda avanzar más en
soluciones. Lo primero es dialogar y Colombia tiene una gran escuela en asuntos
de cancillería.
Los encuentros y las
conversaciones previas parecen no mostrar grandes avances, pero la
perseverancia terminará por derribar muros, mientras la realidad de lo que se
vive en el sitio impone la búsqueda de soluciones. El presidente de Colombia,
Juan Manuel Santos, escribió en Twitter: "No desistiremos en solución
diplomática".
Y no es poca la atención que se
ha obtenido de naciones vecinas y organismos regionales. Afortunadamente,
existe la conciencia de que debemos funcionar como un todo y sobran las
voluntades para ofrecerse como facilitadores y mediadores.
Aunque sea un lugar común, es
válido rescatarlo en este momento: al escoger entre muros y puentes, nos
quedamos con los últimos.
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