domingo, 27 de septiembre de 2015

“Iglesia y Cuba“

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La reciente visita del Papa Francisco a Cuba, ha levantado tanto expectativas como polémicas. Los más optimistas, lo ven como un paso definitivo en la superación de una era para la historia cubana; mientras otros tantos consideran que fue más bien un evento protocolar y cosmético, en medio de cambios epidérmicos que no van al fondo de las desventuras que padece la isla.

Nos anotamos entre los del primer grupo. Y no se trata de un optimismo a ultranza, ni tiene que ver con un asunto de fe sin condición, aunque involucre la religión que profesamos. Se trata más bien de observar una sumatoria de hechos que va mucho más allá de la circunstancia que nos ocupa en estas líneas.

Como alguna vez lo comentáramos, mucha gente pasa por alto el observar con lupa que el Vaticano no es solamente el vértice de nuestra iglesia católica, sino también un Estado. Y como tal, dispone de musculatura y resortes diplomáticos. Una diplomacia que, por cierto, sabe hilar muy fino, con paciencia y visión de largo aliento y es, en definitiva, una de las más eficientes del mundo.

Por ello, la iglesia sabe moverse en circunstancias como la que hoy abordamos. Y sabe accionar en función de que las cosas se modifiquen. Lo hace con “mano izquierda”, por utilizar un término de arraigo popular. Pero lo hace, y bien.

Hay que ver, por ejemplo, el impacto que tiene esta visita en los ciudadanos de una república que abolió la religión hace más de cinco décadas, por lo cual la mayoría no tiene prácticamente ninguna referencia al respecto.

La visita de Francisco deja pues, a nuestros ojos, una apertura a la curiosidad, a la inquietud, que debe unirse a los vestigios de catolicismo –relativamente escasos, pero existentes- que quedan en la isla.

Hace más de medio siglo, los católicos optaron por esconder sus convicciones. Era un asunto de supervivencia. Y las abuelas llevaban discretamente entre sus ropas las medallas de los santos en quienes creían.

Sin embargo, la devoción a la Virgen de la caridad del Cobre se ha mantenido contra viento y marea, hecho que se pudo demostrar con las misa oficiada por el papa en su honor.

La mayor de las Antillas está pisando con paso cada vez más firme, en una etapa en la cual se comienza a asimilar con libertades lo que ha tenido que mantenerse en susurros por décadas y que no es otra cosa que el derecho que tiene cualquier ser humano a escoger su credo.

Los cambios en Cuba han sido lentos, es verdad. Demasiado lentos, dolorosamente lentos. La caída del Muro de Berlín fue el primer episodio histórico que trajo vientos renovadores y de esperanza. En 1992 el Estado cubano pasó de ser ateo a secular.

Desde entonces, la gente retornó a las iglesias, e incluso se celebraron oficios religiosos en casa de familia, ante la falta de espacios para la creciente ola de devoción y fe. Finalmente, en 1998, Juan Pablo II visitó la isla, solicitando apertura.

Se trató de otro Papa con gran conciencia política, que debió vivir en carne propia el nazismo y los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Aquella visita del llamado “Papa viajero” devolvió a los cubanos la Navidad, algo que puede sonar a cuento de hadas; pero que en realidad fue una victoria política importante.

Por todo ello podemos esperar progreso de la nueva visita de un pontífice a tierras cubanas. Más aún en este momento, cuando el entendimiento entre el presidente de Estados Unidos, Barack Obama y el gobierno de Raúl Castro ha dado pasos gigantescos en cosa de meses. Por cierto, que al respecto, el representante del Vaticano, comentó que  "es signo de la victoria de la cultura del encuentro, del diálogo".

La prensa internacional ha subrayado – y no sin razón- que lamentablemente Francisco no pudo verse cara a cara con la disidencia cubana. Sin embargo, estamos seguros de que el Papa los tiene presentes, y mucho más allá de las menciones que les hizo en el marco de un lenguaje diplomático, en el cual habló de “todas esas personas que, por diversos motivos, no podré encontrar”. También hizo mención “a todos los cubanos dispersos por el mundo".

Lo que al final del día interesa es el bienestar del pueblo cubano, que se incorporen de una vez y para siempre al siglo XXI, que haya libertad de culto, de empresa, que puedan entrar y salir libremente de su país y que puedan ponerse al frente de las modificaciones que consideren necesarias para decidir el futuro de su país.


El proceso ha sido largo y complejo, es verdad que aún falta mucho; pero reivindicamos el avance de la visita papal. Así como hoy podemos a la distancia medir el valor de la contribución de Juan Pablo II, estamos seguros de que, más pronto que tarde, podremos ponderar en hechos concretos la huella que habrá dejado el paso de Francisco por la isla antillana.

www.daviduzcategui.com

domingo, 20 de septiembre de 2015

“Más excepción”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Tras la polémica medida de cierre de frontera y declaración de estado de excepción, implementada por el gobierno venezolano en municipios del estado Táchira fronterizos con Colombia, la opinión pública nacional ha sido sorprendida con un nuevo paso adelante al respecto, al implementarse también dichas medidas en zonas de Apure y Zulia.

El Estado de Excepción en los municipios Bolívar, Pedro María Ureña, Junín, Capacho Nuevo, Capacho Viejo y Rafael Urdaneta del estado Táchira fue oficializado en gaceta Extraordinaria del 21 de agosto del corriente año por 60 días, un lapso prorrogable según lo determine el Ejecutivo nacional.

Pero dicho estado de excepción fue recientemente extendido a las zonas número 4, 5 6 y 7 de los estados Zulia y Apure, ubicados en la frontera con Colombia. Esto comprende los municipios Jesús Enrique Lossada, Rosario de Perijá, Machique de Perijá y la Cañada de Urdaneta (Zona 4, Zulia), Jesús María Semprún, Catatumbo y Colón (Zona 5, Zulia), zonas 6 (municipio Páez) y 7 (municipios Rómulo Gallegos y Pedro Camejo) en el estado Apure.

Recordemos que el decreto presidencial Nro. 6.194 argumenta que en dichas jurisdicciones “se ha presentado de modo sistemático, inédito, sobrevenido y progresivo una amenaza para el pleno goce y ejercicio de los derechos de los habitantes de la República”. El texto vincula las consecuencias del paramilitarismo, el narcotráfico y el contrabando de extracción.

El Estado de Excepción restringe el tránsito de mercancía y bienes, permite la inspección y revisión por parte de autoridades de los domicilios, lugares de residencia o estadía, prohíbe reuniones públicas, suspende el porte de armas y anuncia el despliegue de la Operación Liberación del Pueblo (OLP).

Asimismo, da potestad al Ministerio de Economía y Finanzas a establecer límites máximos de ingresos o egresos de la moneda venezolana de curso legal en efectivo; también podrá restringir determinadas operaciones y transacciones comerciales o financieras.

Ciertamente, la frontera con nuestro país hermano ha sido un hervidero de irregularidades durante décadas y se hacía necesario tomar acciones para sanearla y ordenarla, no solamente en bien de los venezolanos, sino de la población colombiana que interactúa con Venezuela y también padece numerosas irregularidades.

Lo que nos preguntamos es si las medidas tomadas fueron las correctas.

Desde el punto de vista humano, se han alzado voces a ambos lados de la línea divisoria, al quedar interrumpida su cotidianidad, al haber dejado en el lado contrario algo importante de su vida. Y la respuesta de las autoridades nunca es suficiente para mitigar el desasosiego que estas experiencias disparan.

La creación de la llamada Misión Nueva Frontera de Paz reconoce que allí había que hacer algo grande e importante, y por supuesto nos resulta atractivo el enunciado de paz en un límite que ha visto situaciones francamente dramáticas. Y sí, debería hablarse seriamente de algo nuevo a construirse allí.

Sin embargo, si el edificar un nuevo modo de convivencia en ese lugar implica barrer con “lo viejo” –llamémoslo así- hay que tener mucho cuidado, pues también hay tradiciones y usos que no pueden ser obviados y que deberían ser incorporados a esta nueva propuesta.

Los 2.219 kilómetros de frontera que comparten ambos países, siempre han sido vivos y calientes. Para bien y para mal. Y la acción gruesa que pueda afectar lo bueno que se haya construido, no es deseable para ninguna de las dos naciones.

Los días que han pasado desde que se tomó la medida han obligado a flexibilizar ciertos aspectos extremadamente duros, y esos es digno de aplauso. Y aún falta mucho más por adecuar para no lesionar la convivencia y la cotidianidad de una región tan conflictiva como productiva.

Ante una nueva e inmediata reunión de representantes diplomáticos, esperemos que se pueda avanzar más en soluciones. Lo primero es dialogar y Colombia tiene una gran escuela en asuntos de cancillería.

Los encuentros y las conversaciones previas parecen no mostrar grandes avances, pero la perseverancia terminará por derribar muros, mientras la realidad de lo que se vive en el sitio impone la búsqueda de soluciones. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, escribió en Twitter: "No desistiremos en solución diplomática".

Y no es poca la atención que se ha obtenido de naciones vecinas y organismos regionales. Afortunadamente, existe la conciencia de que debemos funcionar como un todo y sobran las voluntades para ofrecerse como facilitadores y mediadores.

Aunque sea un lugar común, es válido rescatarlo en este momento: al escoger entre muros y puentes, nos quedamos con los últimos.

lunes, 14 de septiembre de 2015

“Una crisis de dimensión mundial“

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El mundo entero observa con ojos de preocupación el desesperado arribo de numerosos migrantes a las fronteras europeas, provenientes de diversos conflictos cercanos. Tanto el número de los desplazados, como la muerte trágica de muchos de ellos en el trayecto, están ocasionando una creciente y justificada alarma en la comunidad internacional.

Hay suficiente conciencia de que este es un problema de todos. Aquella metáfora del “aleteo de la mariposa” es más cierta que nunca de cara a este doloroso pasaje de la humanidad. Nos referimos a aquella imagen de que el aleteo de una mariposa al otro lado del planeta, tendrá alguna consecuencia que nos afecte.

Y quien crea que la comparación es exagerada, puede dejar de pensar así cuando sopese las cifras de lo que está sucediendo en el viejo continente.

Esta situación extrema, conocida como “Crisis migratoria en Europa”, “Crisis migratoria en el Mediterráneo” o “Crisis de refugiados en Europa”, se ha incrementado exponencialmente en el presente año 2015, por el alza inimaginable del número de refugiados, solicitantes de asilo, emigrantes por motivos económicos y otros migrantes, que en conjunto comparten las vías de desplazamiento irregular hacia los países europeos.

Según diversos expertos, la crisis surgió como consecuencia de este incremento de personas que intentan llegar a los Estados miembros de la Unión Europea, mediante riesgosos viajes en el mar Mediterráneo y los Balcanes, partiendo de países de África, Oriente Medio y Asia del Sur.

La mayoría de estos movimientos están marcados por una migración forzada de víctimas de conflictos armados, persecuciones, pobreza, cambio climático o violaciones masivas de los derechos humanos; y por la acción de redes delictivas de tráfico ilegal y maltrato de personas, que explotan a los viajeros más vulnerables.

Hay consenso en señalar que estamos ante la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial. Según el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, es “una crisis mundial que necesita una respuesta europea”.

El pasado martes 8 de septiembre, el enviado especial de las Naciones Unidas para Inmigración y Desarrollo, Peter Sutherland, dijo que “Todos los países del mundo tienen la obligación, por razones humanitarias, de acoger refugiados sirios, y con todos incluyo a Canadá, Australia, Latinoamérica, los del Golfo Pérsico, Estados Unidos y Asia”.

Lamentablente, este trago amargo para el planeta es la consecuencia de Estados fallidos, que se encuentran muy lejos de existir para velar por el bienestar de su ciudadanía. Sus intereses son otros; y en medio de esta compleja madeja de causas, también se encuentran asuntos ideológicos y religiosos, que deberían dirigirse hacia buscar el bienestar de la gente; pero logran – al menos en este caso- exactamente lo contrario.

Lo cierto es que la Unión Europea, referente de democracia y derechos humanos en el mundo, está recibiendo un peso demasiado difícil de manejar; pero al que a la vez no se le puede dar la espalda, y que a muchos recuerda la huida de 200 mil húngaros hacia Austria, tras ser invadido su país por la Unión Soviética.

De cara a buscar una solución, la presidencia del Consejo de la Unión Europea convocó para este 14 de septiembre una reunión extraordinaria de los ministros de Justicia e Interior de los 28 Estados miembros, resaltando que la situación migratoria “ha adquirido recientemente proporciones sin precedentes”.

Según la Frontex (Agencia Europea de Fronteras), unos 95 mil inmigrantes fueron rescatados entre enero y julio de 2015 por la Operación Tritón en el Mediterráneo central, y otros 340 mil llegaron a la Unión Europea, aproximadamente el triple que en el mismo periodo de 2014. Hace pocos días, el Gobierno de Hungría participó que finalizaría la construcción de una valla en los límites con Serbia, para intentar contener el descontrolado ingreso de migrantes.

Todo el planeta debe participar en el auxilio y alivio de estas personas sometidas a una situación límite y expuestas a peligros de tortura, trato de seres humanos y muerte. Pero también toca evaluar por qué tal cantidad de personas llegó a semejantes situaciones.


No podemos ser indiferentes al infortunio de pueblos enteros y, aunque la solución a tantos conflictos escape de las manos de los países más afortunados, hay que trabajar tenazmente en esa dirección para atajar el sufrimiento de tanta gente y luchar por garantizarles un futuro de dignidad. Como el aleteo de la mariposa, el bien o el mal de ellos, repercutirá en nosotros.

lunes, 7 de septiembre de 2015

¿Producimos o nos endeudamos?

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Para nadie es un secreto el revés económico que ha significado en Venezuela el pronunciado y sostenido descenso de los precios petroleros. Al momento, se encuentran muy por debajo de lo asentado en el actual presupuesto nacional, y no dejan de seguir descendiendo.

En un momento como el que atravesamos es lógico y tentador pasearse por la idea de pedir prestado. Hay que tapar huecos con urgencia y no están a la vista los ingresos necesarios para hacerlo. Es lo primero que se ocurre. Y por lo general, lo que se hace.

Quizá para muchos no sea el momento de plantear esta pregunta, pero más bien creemos que es el preciso: ¿producimos o nos endeudamos?

Por supuesto habrá quien alegue que ya es tarde para esta disyuntiva y que no nos queda otra que recurrir al endeudamiento, con todo y sus amargas consecuencias. Pero nosotros replicamos: ¿nos vamos a conformar nuevamente con otra simple corrida de la arruga?

Porque sabemos que generar deudas es postergar el problema. “Pan para hoy y hambre para mañana” dirían nuestros abuelos, al tener en cuenta que estamos paliando nuestras necesidades de hoy con el empeño de recursos futuros. Y lo que es peor, estamos cargando el peso de una deuda sobre próximas generaciones.

Contrariando a quienes opinan en forma diferente a nosotros, nos atrevemos a proponer la audacia de potenciar la producción nacional. Justamente en este momento, en el cual todo parece adverso a ella. Quizá por ello pueda ser la mejor circunstancia.

Abundan los ejemplos en la historia universal de naciones que enfrentaron sus mayores reveses con una incansable voluntad de trabajo, de la cual los venezolanos hemos ofrecido sobradas pruebas. De la Europa o el Japón que se levantaron tras la Segunda Guerra Mundial, podríamos extraer ejemplos extremos. Pero nosotros estamos en una posición infinitamente más ventajosa.

Parecemos el protagonista de aquella historia del mendigo que pasaba hambre sin saber que tenía una fortuna en billetes escondidos dentro del forro del abrigo que le habían regalado y que utilizaba todos los días; sin imaginar que llevaba encima la solución a sus penurias.

Nos negamos a vernos como un gentilicio acorralado por el infortunio, cuando tenemos una fuerza humana envidiablemente poderosa y la proverbial tierra que derrocha recursos naturales.

No estamos en el mejor momento, es verdad; pero también es cierto que parecemos negados a ver los numerosos activos que pueden sacarnos adelante.

Recursos que, por cierto, van mucho más allá del petróleo. Pero que, sin embargo, por el momento no desplazan a la industria que nos ha dado sustento por tantos años y cuyos frutos lamentablemente jamás fueron sembrados, como sabiamente aconsejaran décadas atrás Arturo Uslar Pietri.

Por ello, lo primero en este plan de reaccionar a la crisis con más productividad, debe ser optimizar la labor de PDVSA. Seguimos teniendo en nuestras manos un recurso extremadamente valioso en el mundo de hoy. El incremento de la calidad de nuestra petrolera nacional como empresa y por ende de los resultados que entregue a la nación, debe ser uno de los nortes actuales.

Pero en paralelo, podemos y debemos hacer mucho más. Ya basta de ser “petroleocéntricos”, sin subestimar el valor del aún medular producto. La capacidad del venezolano para ser emprendedor sigue siendo la mayor – y la más subestimada- riqueza de nuestro país.

Basta con recorrer las carreteras venezolanas, para encontrar que el lugar común en muchas de ellas es el negocito a la orilla, donde los pobladores del lugar se las ingenian para ofrecer productos y servicios a los viajeros.

Es un algo intuitivo y empírico, pero allí está. Lamentablemente, sin el incentivo, sin la formación, sin la coordinación.

¿Qué sucedería si estas innumerables iniciativas individuales fueran hilvanadas en un gran plan como país que comprenda como objetivo hacer productiva a Venezuela desde el trabajo? Desde la mano de obra, desde la iniciativa, desde el ingenio, desde el talento y el don.

Que no se trate de un buen pronunciamiento de propósitos ni de un discurso prometedor, sino un plan para activar, de una vez por todas, la verdadera solución para nuestro país. Más trascendente y confiable que la venta de cualquier mineral, y a salvo de los vaivenes de los precios en los mercados.

También tenemos gerencia, liderazgo, formación. Y los siempre mencionados pero poco aprovechados recursos. Sí, se trata de un cambio en la forma de pensar. De un giro de 180 grados, de que decidamos qué es lo que queremos ver y este cambio de visión aporte a un nuevo destino, que no se construye sin pasar por el aprovechamiento de los dones que tenemos en nuestros genes.

No se pierde nada, pero se puede ganar mucho. Quizá este sea el momento perfecto.