David Uzcátegui
@DavidUzcategui
La noticia de los últimos días ha
sido sin duda el Estado de Excepción implementado por el gobierno nacional en
municipios fronterizos con Colombia. El aspecto humano de lo que allí sucede,
ha llamado la atención de la opinión pública internacional.
Se trata de una de las fronteras
más calientes del continente y esto, como tal, tiene un doble matiz que va
acompañado de muchas cosas buenas y otras tantas malas.
La confraternidad entre ambos
lados de la línea limítrofe ya es proverbial. De uno y de otro país se cruza al
contrario por trabajo, comercio, vínculos familiares y otra serie de factores
que generan vínculos robustos.
Pero también se sabe de los
graves episodios de vieja data que suceden en el lugar: desde contrabando hasta
violencia, que mortifican la cotidianidad de los habitantes de uno y otro lado.
¿Qué si los gobiernos de ambas
naciones debían tomar medidas al respecto? Sí, sin duda. ¿Que si la frontera
estaba abandonada y a la buena de Dios? También, y esto es queja cotidiana de
sus habitantes.
Lo que sucede en el lugar no es
nada nuevo, y muchos de los fenómenos negativos los arrastramos desde hace
muchos años. Que han empeorado con el tiempo tampoco es un secreto.
Había que tomar acciones.
Complejas, complicadas, polémicas. Sin duda alguna. Pero, ¿se tomaron las
correctas, las adecuadas, las convenientes?
Como dijimos al principio, el
asunto humano ha llamado la atención de la opinión pública internacional. Ya
son conocidos de muchos lectores y televidentes los casos de familias separadas
a ambos lados de la frontera cerrada, los venezolanos varados en Colombia, los
problemas de salud de quienes viven en un sitio y reciben tratamiento en otro.
En conclusión, la compleja
circunstancia fronteriza debe abordarse con soluciones igualmente complejas y
que aborden con conocimiento y respeto la cotidianidad de quienes allí viven.
No se puede dudar que las medidas
de los últimos días hayan puesto un parado a algunas de las circunstancias
inaceptables que se dan en la cotidianidad fronteriza. Pero esto no se puede
hacer al costo de generar otros problemas nuevos y menos aún de crear molestias
a la gente trabajadora que hace vida en la región.
¿Soluciones? Las hay, y muchas.
La sensibilización ante el asunto que se ha generado por lo que reflejan los
medios ha conseguido que importantes personalidades e instituciones se pongan a
la orden para mediar y facilitar respuestas que contribuyan a aliviar los
problemas fronterizos sin que haya un costo para los habitantes del sitio.
Por ejemplo, el secretario
general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), Ernesto Samper, aseguró
que el organismo está dispuesto a colaborar en la búsqueda soluciones a la
situación. A través de la red social Twitter el expresidente colombiano publicó
el siguiente mensaje: “Como se lo dije a los Presidentes: UNASUR está dispuesto
a ayudar en la inaplazable solución de la crisis fronteriza....”
La afinidad del actual gobierno
venezolano con el organismo y con su vocero, puede ser una gran oportunidad de
comenzar a hallar entendimientos, dado que Samper es originario de la hermana
nación. Este perfil lo coloca como un mediador calificado en la circunstancia
que se vive.
Sobre la eventual intervención de
Samper, el mandatario venezolano opinó: "Que venga de inmediato, es un
hombre de gran capacidad (...) muy objetivo, con gran experiencia, y que la
presidencia pro témpore también nos envíe lo que el presidente Tabaré Vázquez
considere y nos apoye".
Para el momento de publicarse
estas líneas, ya se habrá realizado la reunión entre las cancilleres de
Colombia y Venezuela, Mariángela Holguin y Delcy Rodríguez. Quizá entre damas
haya mayor sensibilidad a la situación, y la expectativa ante lo que pueda
poner en la masa la señora Holguin es grande, dada su trayectoria en el
universo diplomático.
Incluso, la alta funcionaria
vecina reconoció la soberanía de Venezuela en cuanto a su decisión unilateral
de cerrar la frontera, aunque no compartió que la medida fuera la solución para
el contrabando, el cual reconoció como un importante problema.
Esperamos que las oportunidades
para encontrar soluciones a los problemas reales que allí existen, sean
aprovechadas; porque están sobre la mesa. Y tenemos la certeza de que no hay
razón para que el atajar determinadas irregularidades signifique
irremediablemente la creación de otros contratiempos.