Por David Uzcátegui
Secretario Nacional de Asuntos Municipales Primero Justicia
@DavidUzcategui
La historia de Venezuela ha estado ligada al petróleo desde tiempos muy remotos, cuando el bitumen se utilizaba para calafatear navíos. Pero es con los albores del siglo XX cuando comienza a asomar el potencial de una industria que terminaría por convertirse en eje de la vida del país. Para bien y para mal.
En nuestro intenso siglo pasado, intelectuales de elevada talla como Arturo Uslar Pietri y Juan Pablo Pérez Alfonzo, hablaron de aquello que para algunos era una bendición y para otros, todo lo contrario. Uslar con su histórico artículo “sembrar el petróleo”, el cual hemos citado desde esta tribuna en diversas oportunidades y que nos dejaba un alerta sobre cómo proceder ante esa riqueza súbita.
Pérez Alfonzo sí fue bastante más escéptico con aquello del excremento del diablo, recordándonos que el codiciado recurso podía volverse en nuestra contra.
Lo cierto es que ya nos encontramos en la segunda década del siglo XXI, una centuria trepidante, don de las realidades mundiales cambian con una velocidad vertiginosa y en la cual de poco sirven muchos conocimientos que se consideraban de vanguardia hace apenas unos lustros.
Esto es particularmente cierto con respecto al petróleo. Los grandes cerebros del mundo se preocupan –y se ocupan- del asunto energético de una manera que contribuye a modificar realidades en lapsos más breves de lo que pueden ser asimilados.
Nos referimos a nuevos actores en la industria petrolera internacional. Productores que hace unos años no existían y que hoy cambian las correlaciones del mercado. También existen nuevas tecnologías. A decir verdad, la avasallante industria petrolera nunca deja de actualizarse y de superarse a sí misma, con lo cual marchamos de sorpresa en sorpresa en cuanto a las posibilidades para extraer y procesar el crudo en el mundo entero.
Sirva toda esta introducción para dejar aquí nuestro alerta sobre el cambio de contexto que enfrentamos como proveedor de petróleo, ya que ahora estamos ante un mercado muy distinto al de hace cinco años. Y a todos los venezolanos nos interesa que nuestra industria sea competitiva.
Pero esto indica que debemos estar preparados para las nuevas oportunidades. Que se impone inversión y actualización tecnológica. Que es necesario el personal mejor calificado para poder dar la competencia a nivel mundial. Que hay que saber de ventas, de mercadeo, del nuevo mapa del consumo mundial. La realidad ha cambiado y hay que asimilar la nueva para poder sacar provecho de las oportunidades que aún existen y de las nuevas que surgen.
Aquello de que Venezuela es un país monoproductor y monoexportador sigue siendo tan cierto como cuando lo aprendimos en la escuela. No escuchamos a Uslar Pietri y aún estamos lejos de tomar en serio a Pérez Alfonzo.
Pues bien, hay que convivir con esta realidad, que no es la ideal pero tampoco es como para rasgarse vestiduras. Tenemos un recurso aún muy valioso para el planeta y este valor aún se extenderá por un rato, aunque las nuevas tecnologías y las modificaciones de los escenarios geopolíticos nos están lanzando la campanada de que las realidades favorables a los países petroleros comienzan a cambiar y hay que reinventarse para provechar las últimas décadas del ciclo petrolero de la historia de la humanidad.
Extraer, procesar, exportar y conseguir la mejor ganancia posible de ese oro negro sigue siendo nuestra tarea, así como la revisión de los destinos que se le dan a esos recursos para crear desarrollo sustentable, es decir, ese aire que nos permita confiar en el crecimiento y desarrollo de Venezuela en los años por venir.
El mapa de nuestras oportunidades ya no es igual y hay que aprender a conocerlo. Todavía no se nos ha cerrado la puerta, pero es mejor que comencemos a actuar como si fuera a suceder más pronto que tarde. La agresividad – en el mejor sentido-, la competitividad, la inversión y la formación son más urgentes que nunca, tanto como la diversificación de intereses de nuestra economía. Aún tenemos una oportunidad.
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