Por David Uzcátegui
Secretario Nacional de Asuntos Municipales Primero Justicia
@DavidUzcategui
De la muy esperada rendición de cuentas del presidente Nicolás Maduro ante la Asamblea Nacional, destacó una frase que corrió inmediatamente por las redes sociales: “Dios proveerá”. Como dice el refrán, muchos se acuerdan de Santa Bárbara solamente cuando llueve. Y mal podemos criticar quienes somos personas de fe, el entregar una situación extrema en manos del Creador.
Sin embargo, la muy citada frase nos sirve pare entrar a diseccionar la encrucijada en la cual nos encontramos. Si el proveedor, en medio de este revés histórico de la economía va a ser Dios, eso significa que no lo serán ni los rusos, ni los chinos, ni mucho menos la Organización de Países Exportadores de Petróleo.
El silencio también habla, y ante el llamado de Venezuela al cartel petrolero, no se han obtenido declaraciones favorables. Más bien un vacío ha sido la respuesta. El cabildeo de las autoridades criollas tenía como destino un fracaso anunciado, ya que de antemano, naciones como Arabia Saudita habían dicho que habría que acostumbrarse a los precios bajos del petróleo.
Tristemente, hay que asumir que Venezuela es un país con mucha menor influencia de lo imaginado en este asunto. Por más de una década se nos ha vendido la idea de que el chavismo condicionó el mercado petrolero mundial. Pero la realidad es muy distinta. Simplemente corrieron en la dirección del viento y eso ayudó. Y hasta pareció que el viento obedecía a los designios venezolanos.
La abultada alza de los precios petroleros de mediados de la década pasada, obedeció a una serie de factores geopolíticos que favorecieron a nuestra nación como efecto colateral, pero estábamos muy lejos de ser los dueños del circo. Y eso ha quedado demostrado en el revés actual.
¿Quedan cosas por hacer? Sí, muchas. Primeramente, asumir que una vez más no seguimos el casi centenario consejo de Arturo Uslar Pietri: sembrar el petróleo. Y pagar homenaje tardío a Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien señalara al mal utilizado recurso como “el excremento del diablo”, por las distorsiones que crea en nuestra economía.
Luego, es llamativa una de las declaraciones ofrecidas por el presidente Maduro en su gira, cuando ofreció llenar de alimentos venezolanos a naciones de tierras desérticas. Ciertamente, nos podemos jactar de esa capacidad; pero evidentemente antes hay que cubrir sobradamente las necesidades de los venezolanos que hoy pierden la paciencia en colas cuya existencia ya ha admitido el mismo gobierno.
Esto se traduce en una sola palabra: trabajar. Y trabajar mucho. Volverse hacia los productores venezolanos, a quienes se les dio la espalda en tiempos de bonanza petrolera, cuando se privilegió la importación, y abocarse a fortalecer el autoabastecimiento del país. Algo que muy bien podría coincidir con la llamada “soberanía alimentaria”, que por estos días no pasa de ser un lema, dada la obvia insuficiencia de alimentos en redes públicas y privadas.
Podemos pues contestar la invocación divina del primer mandatario con otra de igual tono, pero más responsable y efectiva. “A Dios rogando y con el mazo dando”. La providencia nos ayudará si nos encuentra trabajando. No dependemos de los chinos, ni de los rusos, ni de la OPEP, sino de nosotros mismos y de la buen Voluntad Divina, que ayuda a quienes hacen lo que tiene que hacer.
Vamos tarde, muy tarde…Pero siempre será mejor que nunca.
Foto: Agencia Reuters
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