Nuevamente, como han hecho durante
catorce años de ineficacia, las mentiras del gobierno central golpean a
los venezolanos más pobres. El año pasado este gobierno llevó a cabo una
costosísima campaña presidencial en la que se llenaron la boca hablando
de la fortaleza de la economía. Tanto fue así que una promesa estuvo
presente en el discurso del candidato que hoy es presidente, aunque
lleve más de dos meses ausente: a los venezolanos nos dijeron que no
habría devaluación. Sin embargo, aunque no hayan tenido la entereza de
transmitirlo por todos los medios de comunicación en cadena nacional,
los encargados de la Economía y las Finanzas de todos los venezolanos
anunciaron una devaluación que hizo que el precio del dólar oficial
pasara de Bs.4,30 a Bs. 6,30. Ya no es necesario poner la F de “fuerte”
porque esta medida ha dejado en claro que si algo no tiene nuestra
moneda es fortaleza.
Así estarán las cosas que, acostumbrados a
maquillar cifras a su conveniencia, tuvieron que declarar un aumento de
la inflación y de la escasez. Súmenle a eso que también aumentaron la
unidad tributaria, encareciendo los costos de todos los trámites que los
ciudadanos llevan a cabo día tras día. Y hacen todo eso justo antes de
anunciar la devaluación del bolívar y reconocer públicamente el fracaso
del SITME en una rueda de prensa exprés, en la que apenas dejaron que
los periodistas hicieran las preguntas justas.
Dos meses a cargo del país y hasta sus
propias mentiras se les va de las manos. Pero la irresponsabilidad de
quienes están al mando del gobierno durante estas semanas parece no
tener límite. El ministro Giordani, palabras más palabras menos, quiere
hacernos creer a los venezolanos que la economía del país está bien y
que por eso devalúan la moneda. ¿A quién quieren cortar con ese cuchillo
de cartón de la especulación? Todos sabemos quiénes son los que se han
vuelto cada vez más ricos. Nos han convertido en un país mucho más
dependiente del petróleo y rentista que cuando llegaron al poder.
El asunto es que hoy les resulta
imposible tapar el sol con un dedo, pues desde sus propias filas muchos
de sus seguidores, incluyendo a sus opinadores de oficio, no han tenido
otra salida que reconocer el profundo fracaso y la derrota económica que
todo esto representa para el país. Si creen que a los venezolanos vamos
a olvidar que todo esto es consecuencia, entre otras cosas, de una
altísima corrupción y de que han sido incapaces de elevar la producción
nacional, están equivocados. Por más ollas que monten y bombas de humo
con las que quieran distraer a las familias venezolanas, el Paquetazo
Rojo que le han puesto como un grillete al futuro de los venezolanos ha
quedado en evidencia. No han podido darle al pueblo el país que
merecemos.
Hoy el pueblo les reclama cada una de las
promesas que se hicieron en la campaña presidencial. Cuando se gana una
contienda electoral no se hace para seguir prometiendo ni manipulando a
los seguidores que confiaron en su propuesta: si se gana es para
gobernar y cumplirle a todos, a quienes votaron por uno y a quienes no.
El problema es que este gobierno no ha salido de una campaña
propagandística y politiquera. Yo creo que el buen gobierno es posible y
Miranda es una muestra de eso, a pesar de los obstáculos que han
puesto, ponen y pondrán desde Miraflores. Las regiones siguen siendo
víctimas del centralismo.
Mientras el pueblo sigue esperando que la
seguridad, el desempleo y el poder adquisitivo tengan soluciones
eficaces, ellos hacen cadenas nacionales sobre una gorra tricolor que
todavía les duele porque saben lo que representa. El buen gobierno es
capaz de convencer hasta a quienes no comparten las mismas ideas
políticas, porque el buen gobierno cree en las soluciones y no en la
politiquería. Por eso la mayor de las consecuencias que tendrá el
incumplimiento de los políticos del partido de gobierno es que sus
propios militantes se han dado cuenta de que la ineficacia ha llegado a
su punto máximo: después de los carnavales que utilizaron para
esconderse y aplicar la devaluación, las familias venezolanas volvieron
mucho más pobres, con el salario disminuido y las angustias aumentadas.
Quienes han gobernado la economía del
país le deben al pueblo mucho más que explicaciones. Le deben sus
ahorros, sus ilusiones y sus planes de un futuro que hoy ven
interrumpidos. Nosotros seguimos trabajando, porque el liderazgo que
cree en la nueva manera de hacer política debe mantenerse como una
referencia, una esperanza, un punto de contraste. Mientras los ministros
siguen actuando irresponsablemente, mientras la riqueza de los
venezolanos sigue resolviendo problemas en otros países antes que los
nuestros, mientras las políticas erradas siguen poniendo en evidencia a
los mentirosos, nosotros nos mantenemos junto a los mirandinos y
gobernando cerca de ellos. ¡Nadie le expropiará el futuro a los
mirandinos! Y Miranda seguirá demostrando que un progreso para todos por
igual es posible si lo construimos juntos. No perdamos el norte y
pensemos en las elecciones municipales como una posibilidad real de
echar el país adelante y ponerlo en dirección al futuro.
Ahora la responsabilidad de cada uno de
nosotros es que ninguno de los venezolanos pierda la esperanza, porque
si algo es cada vez más evidente es que el futuro es indetenible y
nuestro. ¡Porque no podrán devaluar el futuro! Seguimos adelante.
FUENTE: http://henriquecapriles.wordpress.com/