Entre las naciones de nuestra
región latinoamericana que han cambiado recientemente de gobierno a través de
procesos electorales democráticos y pacíficos, le acaba de tocar a México.
La nación azteca vio días atrás,
la toma de posesión -o de “protesto”, como ellos la denominan- de un nuevo
mandatario, esta vez se trata del controversial Andrés Manuel López Obrador.
Y es que todo lo que ha rodeado
al presidente en funciones, ha sido objeto de diatribas, no solamente en la
opinión pública mexicana, sino en la internacional.
López Obrador ha sido señalado de
escorarse demasiado hacia la izquierda, así como de mantener vínculos amistosos
y de afinidad ideológica con colegas que han implementado gobiernos populistas
y de absoluta inviabilidad económica, lo cual hace temer sobre la posible
dirección de su desempeño al mando de la primera magistratura mexicana.
La reconocida periodista y
bloguera cubana Yoani Sánchez, presenció en la población de Juchitán de
Zaragoza, uno de sus discursos y esto es lo que recoge en sus impresiones,
publicadas en un artículo de su autoría:
“Curtida en la oratoria de los
populistas, aquel día me pareció encontrar en su alocución los manidos giros
del lenguaje usados para buscar el aplauso y obtener de los convocados una
respuesta más devota que reflexiva. Recuerdo haberle oído decir que construiría
‘carreteras de concreto’ y que haría de la zona un ‘parque industrial’. Habló
de dar empleo a todos, de elevar los salarios y de acabar con la pobreza de la
zona”.
Y agrega: “Sentí que había estado
frente a una representación teatral, calculada pero torpe, una escenificación
profesional que a mis oídos de ciudadana nacida y crecida en un autoritarismo
le sonaba conocida y peligrosa”.
No es para nada desconocida la
antigua y muy utilizada técnica de decirle a los electores lo que quieren
escuchar. Y para los cultores de esta manera de hacer campaña electoral,
mientras más, mejor.
Parece haber sido el caso de AMLO
(como se conoce popularmente al presidente en México, por sus iniciales), quien
se ha vendido a sí mismo como la solución a todos los males de la nación, que
ciertamente no son pocos.
Y eso es lo que inquieta. Que,
ante un callejón sin salida, la ciudadanía se decante por un cambio, sin
calibrar muy bien los parámetros del mismo. Que a fuerza de tanto querer creer,
termine creyendo en lo increíble. O, como un chiste cruel que ha circulado
recientemente en las redes sociales: que la cigarra, movida por su odio hacia
la hormiga, vote por el insecticida. Y este las extermine a ambas.
Afirmar que este es el caso
mexicano sería precipitado, aunque las señales tampoco dejan de ser
inquietantes. Un país asediado por la corrupción, la violencia y las desigualdades,
sin duda se decanta por el voto castigo, una de las características de las más
recientes elecciones mexicanas.
Y se trata también de un caldo de
cultivo para imaginar soluciones drásticas en manos de una sola persona, a
quien se le confiere una serie de características que con poca probabilidad se
puedan reunir en un solo ser humano.
Por la otra parte, no falta quien
quiera surfearse la ola de semejante tormenta perfecta, vendiéndose a sí mismo
como el hombre indicado para el momento histórico. Y AMLO es, sin duda, un
político veterano y astuto.
Pero hay quien nos ataja y nos
dice que no nos precipitemos. Y quienes nos alegan en este sentido, prefieren
apostar a que justamente, por su complejidad histórica, social, cultural y
política, México es un país menos fácil de controlar con esos libretos
elaborados.
El mexicano, curtido en una
historia difícil, puede estar dispuesto a confiar; pero será un juez riguroso
si detecta un desvío de las maneras democráticas.
Y López Obrador también ha
ejercido previamente cargos de elección popular, de los cuales ha salido
medianamente bien librado. Sin destellos de excelencia, pero también sin haber
cometido excesos lo suficientemente escandalosos como para cortar su propio
camino hacia la oficina presidencial de Los Pinos, en el cual se ha empeñado
desde siempre, al punto de limpiarse el polvo de sus anteriores derrotas
electorales en comicios a la presidencia y sencillamente seguir adelante.
Un gesto que tranquiliza es el
saludo con el presidente estadounidense, Donald Trump, en un momento cuando la
crisis migratoria hierve, y cuando Trump ha reincidido en sus deseos de
levantar un muro limítrofe, algo que muchos ven alejarse tras el triunfo de sus
opositores en la cámara baja del Congreso.
Lo prudente será darle tiempo al
tiempo, porque también se da el caso de mandatarios que llegan al poder sobre
discursos altisonantes y bajan el tono ante el cable a tierra de la realidad.
¿Será este el caso de AMLO?
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
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