viernes, 28 de septiembre de 2018

“Naciones Unidas: tareas”

La Asamblea General de las Naciones Unidas, recientemente celebrada en Nueva York, ha acaparado -como es lógico- incontables titulares de prensa.

Se trata del organismo multinacional más grande del planeta, y del mejor logro del ser humano en cuanto a crear una coalición que pueda atajar en la medida de lo posible, las grandes catástrofes que afectan al mundo.

Sin embargo, le queda mucho por hacer, y aunque toque reconocer sus avances y aportes al día de hoy, también vale la ocasión para evaluar lo que está pendiente.

Cerca de 130 presidentes y jefes de Estado se dieron cita en la ciudad de Nueva York para la septuagésimo tercera Asamblea General del organismo. Se trata del órgano principal de la ONU. En ella están representados todos los Estados Miembros, cada uno con votaciones sobre cuestiones importantes, tales como la de paz y la seguridad, el ingreso de nuevos Miembros y cuestiones presupuestarias.

La Asamblea General es uno de los seis principales órganos de las Naciones Unidas y la única en la que todos los países miembros tienen igual representación. Sus poderes son para supervisar el presupuesto de la institución, nombrar a los miembros no permanentes al Consejo de Seguridad y hacer recomendaciones en forma de resoluciones.

Para cada período de sesiones de la Asamblea General, se propone un tema para el debate, de conformidad con lo establecido en la resolución 58/126 de la Asamblea General del 19 de diciembre de 2003.

Para el encuentro recientemente realizado, se propuso como tarea el conseguir que las Naciones Unidas sean pertinentes para todos: liderazgo mundial y responsabilidades compartidas para lograr sociedades pacíficas, equitativas y sostenibles

El asunto de la lucha contra las drogas y las responsabilidades de la comunidad internacional en torno al tema fueron también algunos de los múltiples temas tratados en esta oportunidad.

Estos buenos propósitos se traducen sin duda en el debate de asuntos prácticos que angustian a la comunidad internacional, y en sus posibles soluciones. En la caliente agenda de este año, destacó sin duda la desnuclearización de Corea del Norte. Si bien durante los últimos meses hubo un acercamiento inédito entre Washington y Pyongyang, coronado con la cumbre Trump-Kim, no ha habido resultados concretos todavía. Es por eso que Estados Unidos intenta relanzar las negociaciones a propósito de la Asamblea, en el marco de una anunciada reunión cumbre entre mandatarios.

Se trata sin duda de uno de los más espinosos temas que la humanidad debe afrontar en este momento, ya que, más allá del hipotético poder que pudiera tener el régimen norcoreano, lo que más preocupa es la ligereza con la que se amenaza y el espíritu belicista que impregna el discurso, lo cual ha colocado al mundo al borde de una amenaza nuclear como no se recordaba en muchos años.

El conflicto sirio es otro de los temas sobre el tapete. Rusia se encuentra presionando a la comunidad internacional para inyectar dinero destinado a la reconstrucción de Siria, no obstante las potencias occidentales se continúan negando, mientras continúe Bashar al Asad en poder y mientras no haya un acuerdo de paz, que permita frenar la alarmante ola de desplazados, que se ha convertido en una de las más urgentes preocupaciones de la comunidad internacional en el momento actual.

Y sin duda, la estrella del encuentro ha sido el presidente estadounidense Donald Trump. Amado por unos y duramente cuestionado por otros, no se le puede negar que su estilo es sumamente particular y que hace todo lo posible por atraer los titulares de la prensa, como buena figura televisiva que fue, hecho que al parecer lo dejó adicto a las cámaras y los flashes.

Recordemos que en el último año, Trump puso al mundo a comerse las uñas cuando retó de forma destemplada al caudillo norcoreano, avivando con más leña el fuego al de por sí intenso del “hombrecito del cohete”, como él mismo lo llamó.

Insólitamente, con el pasar del tiempo se produjo aquel acercamiento que sorprendió a todos, y los líderes de los dos países enemigos se sentaron juntos, en lo que sin duda fue uno de los logros diplomáticos más aplaudidos de Washington en la era de este nuevo mandatario proveniente de la empresa privada.

Mientras tanto, este nieto de inmigrantes, que irónicamiente ha convertido a la lucha contra la inmigración ilegal en una de sus banderas, sigue adelante con su política de “hacer grande otra vez a Estados Unidos”.

Rechaza la multipolaridad y ha dejado claro que su intención es que la gran nación del norte recupere su peso, su liderazgo y su poder en el escenario mundial. ¿Lo logrará? ¿Qué tiene pensado hacer para conseguirlo? Sin duda serán temas de discusión en las septuagésima cuarta Asamblea de la ONU, para el año próximo.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
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viernes, 21 de septiembre de 2018

“Cuento chino”

A propósito de la más reciente gira del mandatario venezolano a China, se han abierto una vez más una serie de discusiones sobre los alcances, propósitos y consecuencias de esa particular asociación comercial.

En principio, Nicolás Maduro ofreció desde el Palacio de Miraflores un balance de su visita, en la que se firmaron, según se dijo, 28 acuerdos en materia de cooperación y financiamiento.

Anunció que arribará próximamente a nuestro país el presidente ejecutivo de la Corporación Nacional de Petróleo de China, con el fin concretar un plan que elevará la producción petrolera a 1 millón de barriles destinados exclusivamente para exportar a la nación asiática. Se habla de inversiones de cinco mil millones de dólares cuyas condiciones se darán a conocer en los próximos días.

Paralelamente, se dijo que Venezuela habría firmado 28 acuerdos de cooperación con aquel país, los cuales impulsarían “la economía y desarrollo de ambos países en los próximos años en materia de petróleo, minería, seguridad, tecnología y salud”. Hasta aquí, todo luce muy bien. Suena a socios, a beneficiados de igual a igual, a igualdad de condiciones.

El servicio de radiodifusión internacional de Alemania Deutsche Welle, lo dice claramente: Caracas busca dinero, Pekín petróleo. Eso no tendría nada de malo, es una relación comercial, una transacción de mutuo interés. Hasta con un poco de “capitalismo salvaje”, quizá.

Sin embargo, el integrante de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, Ángel Alvarado, aseguró que si bien con el viaje de Maduro a Pekín "pareciera que no hay mucho endeudamiento" al parecer Venezuela solo "entregó una gran cantidad de recursos".

El parlamentario explicó a la agencia de noticias internacional Efe que, aunque el Gobierno "ha tratado de vender aquello como un gran préstamo" no han sido divulgados montos por lo que, asegura que "no se trajo nada en firme". Según Alvarado, China no hizo desembolsos porque "está exigiendo dos cosas: por un lado, mayor reforma económica y por otro, garantías legales de las operaciones”.

Por otra parte, el vocero del parlamento venezolano considera que  se fue a la nación asiática a decir que ya se había abordado la tarea de reformar la economía pero, “como bien sabemos, no se ha hecho”, y considera que básicamente China lo que dice es que “hacen falta más reformas de libertad económica y garantías a la propiedad privada", según concluyó el mismo Alvarado.

Paralelamente, no todos parecen estar muy tranquilos que digamos en China con esa "relación estratégica”.

Pero, ¿hay motivos para preocuparse cuando, al parecer, Venezuela ya cubrió la mayor parte del préstamo hecho por China y el negocio de intercambio de petróleo por préstamos está funcionando sin problemas?

Eso preguntó la radio alemana Deutsche Welle al analista Matt Ferchen, del Centro para la Política Global Carnegie-Tsinghua, con sede en Pekín.

El experto contestó que, si bien hay reportes, aunque no confirmados, de que Venezuela ha priorizado el servicio de pago de su deuda a China, no hay claridad sobre cuál es el monto de la deuda cubierta por Caracas. Pero lo que sí es evidente es que los términos de pago han sido revisados varias veces

Agrega que, para que el prestamista hubiera accedido a cambiar los términos del pago de deuda, se tuvieron que haber ofrecido importantes garantías al Gobierno de Xi Jin Pi.

En todo caso, de este nuevo cuento chino -el más reciente entre tantos- podemos extraer una serie de conclusiones. La primera, que no tenemos muy claro cuál fue el negocio y en cuáles condiciones. Y la segunda, que Venezuela necesita una vez más, o mejor dicho, sigue necesitando, ese famoso “dinero fresco” que tanto se nombra desde que los dioses de los altos precios petroleros dejaron de favorecernos.

Por supuesto, a todo el país le interesa esa información, especialmente a la Asamblea Nacional, que no puede ser un convidado de piedra en negociaciones de tal trascendencia, ya que comprometen un recurso del subsuelo venezolano, del cual hay que rendir cuentas a las generaciones actuales y futuras.

Para eso es la separación de poderes y el equilibrio entre los mismos. Y el hecho de que en la práctica se haya creado un enfrentamiento entre los mismos en nuestro país, no anula para nada su legitimidad.

La conclusión más lamentable es que necesitamos dinero. Y que no lo producimos. Que hay que salir a buscarlo prestado. La tan negada crisis, queda así desnuda ante los ojos de la opinión pública mundial. Y la vaguedad de lo que se ha conocido, confirma las peores sospechas en cuanto a que los términos no deben ser los mejores.

La independencia económica es algo a lo que aspiran todos los países. Pero si lo que hicimos fue cambiar de prestamista, no hemos avanzado mucho.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

viernes, 14 de septiembre de 2018

“A propósito de Colombia”

En el medio de la ya inocultable migración de venezolanos, el asunto con nuestro país vecino y hermano ha entrado en terrenos tan inútiles como relativos y subjetivos. Y nos parece que es hora de separar la magnesia de la gimnasia.

Diversos medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, señalan el éxodo de venezolanos a través de la frontera colombo-venezolana. Hay que comenzar diciendo que no se trata de un hecho que genere para nada extrañeza, ya que se trata sin duda de una de las líneas fronterizas más calientes de la región.

Se pierde en la memoria el momento en el cual nació la fluidez entre los dos países a través de esa línea limítrofe, por demás artificial, ya que las poblaciones de ambos lados también han estado integradas comercial y culturalmente desde siempre.

Sin duda es por ello que, instintivamente, numerosos venezolanos que han decidido salir del país voltean hacia esa raya imaginaria como primera alternativa, la más viable, la más posible. Quizá la única a la mano. A lo mejor porque antes ya la habían cruzado, incluso más de una vez, aunque ahora sea con la decisión de no volver.

Colombia ha sido la primera puerta que se ha abierto para quienes sienten que deben intentar otra manera de vivir, para aquellos que se aventuran y arriesgan a probar algo distinto a este experimento que no ha resultado. Y de gentilicio a gentilicio, tenemos que estar muy agradecidos con los vecinos. Algunos compatriotas han encontrado su lugar allá, otros solamente van de paso hacia otras naciones en las cuales han fijado sus metas. Pero sí, es cierto: Colombia es la vía para muchos.

Nada de extrañarse, entre dos tierras que alguna vez fueron una sola, que comparten el mismo origen y la misma historia, que han estado entrelazadas desde su formación como patrias hasta el sol actual.

Por ello es que incomodan los comentarios surgidos desde el oficialismo a propósito de esta situación. Incomodan por inoportunos, por estar fuera de lugar y por hacer ruido en una situación que exige un acercamiento desde ángulos muy distintos a lo que estamos viendo y escuchando.

El portal de noticias ruso dirigido a la comunidad internacional RT en español titula señalando que Venezuela pedirá "indemnización" a Colombia por los desplazados que recibió en 50 años y agrega en el sumario que “El presidente venezolano, Nicolás Maduro, evalúa una demanda internacional para resarcir la inversión de su país al recibir a 5,6 millones de colombianos, desplazados por el conflicto armado”.

La controversial noticia es reseñada por numerosos medios internacionales y provoca no solamente incomodidad, sino también vergüenza.

El periódico estadounidense en español El Nuevo Herald, amplía reseñando que “La declaración de Maduro llegó un día después de que su par colombiano, Iván Duque, planteara que es necesario el apoyo de todo el continente para enfrentar la “situación humanitaria y migratoria” de Venezuela, desde donde aseguró que se ha generado un “éxodo sin precedentes en nuestro continente”.

A partir de este dato podemos ver cómo se origina todo. El viejo truco de intentar acallar una situación que está haciendo mucho ruido, simplemente haciendo aún más ruido.

En el largo momento adverso de la nación colombiana, nuestros hermanos encontraron paz y progreso en estas tierras. Vinieron escapando de una tragedia. Aquí pudieron crecer, formar familias y aportar a nuestro propio crecimiento. Obtuvieron en contrapartida su propio bienestar. A la luz de lo que hemos venido exponiendo, era lo normal, lo lógico, lo que cabía esperar entre dos tierras tan hermanadas.

No cabe más que ver a las recientes declaraciones oficialistas como un intento sumamente desatinado de cambiar el foco de las noticias. Se trata de unas afirmaciones que ni siquiera merecen respuesta alguna.

Los colombianos que recibimos en Venezuela -muchos de ellos regresando ahora a su tierra- nos dejaron una enorme bendición con su trabajo y dedicación. Es tal su afecto por nosotros que, aún en estos momentos adversos, no son pocos los que deciden quedarse, ya que no se imaginan a sí mismos en otro lugar distinto a la patria que adoptaron por circunstancia y por decisión.

Todos los inmigrantes que han llegado a Venezuela han recibido, sí, y mucho. Pero también han aportado al crecimiento de nuestra nación. Es algo que bien saben los países con tradición de recibir inmigrantes. Están abriendo las puertas a fuerzas de trabajo, a gente que viene con las mejores intenciones y con ganas de establecerse, de crear un hogar y levantar una familia con esfuerzo. Y en su lucha por alcanzar esas metas, van dejando en el camino un enorme aporte, que apuntala el avance de la tierra que los recibió. Así sucederá también con los venezolanos en Colombia.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
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viernes, 7 de septiembre de 2018

"El destino nos alcanzó"

En medio de la vorágine que vive nuestro país, se ha llegado al punto tantas veces evadido -y postergado- del aumento de la gasolina. Y es que no solamente era insostenible su actual situación, sino también impostergable enfrentarla. Lo lamentable es que se haya tenido que llegar hasta aquí para intentar que pasara por debajo de la mesa, ya que todos estamos pendientes de demasiados asuntos en esta nación que parece escaparse de las manos. 

Sobre este tema tan espinoso, hay muchos puntos que aclarar. Y otros tantos que probablemente nunca se aclaren. Pero empecemos por los primeros. 

Tenemos que comenzar recordando que el aumento de los combustibles se convirtió en un tabú en nuestro país desde el tristemente recordado Caracazo, cuando una medida similar, tomada sin las previsiones necesarias, terminó convertida en una trágica y dolorosa protesta de calle. 

Desde aquel momento, se metió en el congelador una y otra vez la iniciativa de reajustar los precios de la gasolina, a pesar de la creciente inflación, que no es para nada nueva en nuestra historia, pero que en los últimos años se ha desatado a niveles exponenciales. 

Siempre se ha hablado de que los venezolanos tenemos la gasolina más barata del mundo. Una verdad del tamaño de las pirámides de Egipto. Y lamentablemente, hemos volteado hacia otro lado cuando se trata de confrontar el hecho de cuánto nos ha perjudicado esa costumbre. 

Durante muchos años, la economía de nuestro país ha reposado sobre la creencia errada de que merecemos tener la gasolina más barata del mundo por el hecho de ser un país productor de petróleo. Es un argumento que sin duda tiene una base de sustento lógico, pero que también es discutible, si partimos del hecho de que los demás países productores pagan sus combustibles a precio de mercado. Sin embargo, hay que subrayar como contrapartida que los ingresos de sus ciudadanos también son comparables a monedas duras internacionales. 

Tomemos el ejemplo de Noruega, otra nación productora y exportadora de petróleo. Es el país más desarrollado del planeta. El Índice de Desarrollo Humano, presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, lo ubicó primero con un puntaje de 0.949 sobre 1.

Es un país de economía de libre mercado, controlada por el Estado, que ostenta también una de las administraciones públicas más transparentes del mundo. Sus impuestos son elevados y diversos, pero se traducen de manera tangible en bienestar para la población y en seguridad social, por lo cual también ocupan el puesto número 1 en el índice de naciones felices, otro indicador auspiciado por las Naciones Unidas. 

Comparados con todos estos hechos, podemos decir que no somos noruegos. El mismo recurso natural ha llevado a las dos naciones por caminos diametralmente opuestos. ¿Por qué? 

Si bien hay que decir que el aumento de la gasolina en Venezuela era impostergable, también debemos comentar que se aumentó en el peor momento. Tanto la nación como sus ciudadanos se encuentran en la situación de vulnerabilidad más extrema que recuerde nuestra historia. Si por un lado la comparación de la gasolina con los precios internacionales es válida y lógica, no es para nada pertinente hacerla cuando lo que ingresa a los bolsillos de nuestra gente no le llega ni de lejos a lo de otros países. 

Habrá quien diga entonces que para ello se crearon mecanismos como el llamado carnet de la patria, subsidios y demás alternativas. Todas ellas lucen engorrosas y complicadas y desde nuestro punto de vista terminarán generando nuevos dolores de cabeza que traerán complicaciones adicionales a un día a día que ya tiene elementos perturbadores de sobra. 

¿Cuál es entonces la alternativa? Exponerla es tan larga y compleja como lo ha sido explicar el problema, pero podemos resumirla en dos palabras: productividad y libertad. 

Es desquiciado que los consumidores paguen por llenar su tanque un precio inferior al que costó producirlo. Pero, para que se paguen precios internacionales, nuestra economía debe ser permeada por todos los parámetros del mercado internacional. Con todas sus ventajas y desventajas. Para atenuar estas últimas, está el Estado, como en esa Noruega que toma buen cuidado de sus ciudadanos gracias justamente a los ahorros que ha logrado producir la renta petrolera. 

Una administración pública eficiente y transparente, una invitación a la iniciativa particular para que sea productiva, asociarse con ella como gobierno para multiplicar el bienestar de la gente y que todos tengamos en los bolsillos las cantidades necesarias para pagar bienes y servicios. Eso sería por supuesto el país ideal.

A estas alturas, nos preguntamos: ¿aún será posible? ¿O hemos marchado demasiado lejos en la dirección contraria? ¿Ya nos alcanzó el destino?

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
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