Ha llegado el día inevitable.
Ese, de la arruga que se había corrido insistentemente. Venezuela tiene que
revisar el precio de su gasolina.
El tema se había convertido en un
temible tabú desde hace casi treinta años, cuando en el segundo gobierno de
Carlos Andrés Pérez se intentó sincerar una economía venezolana donde el
subsidio era la norma y se estaban creando enormes distorsiones.
En aquel año de 1989 sucedió el
llamado Caracazo, cuando en el marco de una serie de reajustes económicos se
incrementó el precio del combustible, lo que llevó a su vez a subir el de los
pasajes y finalmente detonaron una serie de protestas de calle.
Como dicen, el camino al infierno
está empedrado de buenas intenciones. Ese intento de equilibrar los malos
hábitos económicos que arrastraba Venezuela, fue lamentablemente implementado
de manera inadecuada en muchos sentidos, y desde entonces se le agarró lógico miedo
a la tarea. Una tarea que quedó pendiente por casi tres décadas.
Sin embargo, cabe preguntarse:
¿se solucionará ese asunto tan postergado con las medidas actuales?
Lo cierto es que, al día de hoy,
nos encontramos con el hecho de que el combustible en nuestra tierra verá
cambiar sus precios de manera notable, en el marco de una segunda reconversión
monetaria, esta vez eliminando cinco ceros a la moneda. Esto, aunado a los tres
que se le quitaron en la década pasada, haría un total de ocho.
Ciertamente, parece que la
administración actual no encontró mejor momento ni mejor motivo para enfrentar
el temido y postergado tema de la gasolina. El precio que veíamos pagando se
hace inmanejable en la nueva moneda. Y esto es apenas una de las muestras de
los desajustes que presenta la economía venezolana, uno de los síntomas de lo
profundamente enferma que se encuentra.
Primeramente, hay que decirlo,
todos los países productores de petróleo pagan su combustible en el mercado
interno a precios internacionales. No hay privilegio alguno para ellos.
En segundo lugar, es cierto que
el mercado venezolano se abastecía a pérdida desde hace mucho tiempo. La
ilusión saudita que ha empañado la sinceridad de lo que sucede en nuestro país
no es para nada nueva y se pierde en la memoria. En esta oportunidad, el
gobierno tiene su punto de razón.
Sin embargo, pareciera que las
distorsiones económicas nos han llevado ya demasiado lejos. Y hablamos de esas
distorsiones sembradas hace ya mucho tiempo, que entre otras consecuencias,
convirtieron la revisión de los precios del combustible en un asunto a ser
eternamente evadido.
Es aquí donde cabe la pregunta:
¿vamos finalmente bien? Respondemos de inmediato: no lo creemos.
Lamentablemente, esta revisión de
los precios de la gasolina llega en un panorama económico adverso y desolador.
Aún está muy lejos de llegar a los precios internacionales, pero por otro lado
la capacidad de compra del venezolano está tan golpeada por la recesión que,
aún manteniendo el aumento en niveles conservadores, se hace muy cuesta arriba
pagarlo.
Siempre lo hemos dicho y no nos
cansaremos de repetirlo: la verdadera prosperidad para un país se construye
desde las libertades a la iniciativa particular, aupadas por un gobierno que se
asocie en ello, creando el clima y las iniciativas necesarias para la
confianza.
Lamentablemente marchamos en el
sentido exactamente contrario desde hace demasiado tiempo y no vemos señal
alguna de corregir este error histórico.
Reconversión monetaria y ajuste
de precios de combustibles serán tragados por el pantano de los desbalances
administrativos del país, y creemos que en muy corto plazo si no se cambia de
rumbo.
También caben interrogantes ante
el hecho de pretender imponer la intermediación del llamado Carnet de la Patria
para tener acceso al suministro de combustible, ya que se trata de otra
restricción más a las libertades. ¿es esto realmente necesario? ¿Qué hay tras
esta propuesta?
Porque en el funcionamiento
deseable de toda economía, cada ciudadano tendría libre acceso a cuanto
combustible necesitara, y tendría cómo pagarlo, gracias a sus propios ingresos.
Vale acotar que en ningún lugar
del mundo la gasolina es “barata”. En ninguno, excepto en Venezuela. En todas
partes se cuida su consumo. El mundo entero busca energías alternativas, no
solo por el costo sino también por la contaminación al ambiente.
Sin embargo, este nuevo escenario
que se nos presenta resuelve muy poco desde nuestro punto de vista. Una
decisión que debió tomarse hace años y como parte de medidas más complejas y
absolutamente distintas, llega en el marco de un país exhausto y sin músculo
para abordar sus propias e impostergables transformaciones. Incluso las que
serían para su propio bien.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
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