La expectativa nacional en estos
días gira en torno a lo que se ha bautizado como “reconversión monetaria”. Y es
que parece ser la anhelada solución -o al menos un paliativo- a la compleja
situación económica que Venezuela atraviesa al día de hoy.
Pero, ¿lo será realmente? Los
venezolanos hemos perdido la capacidad de asombro y somos cada vez más
incrédulos. Y no se trata de pesimismo crónico, sino más bien de observar una
cadena de desaciertos que parece no terminar.
Primero, lo primero. El llamado
bolívar fuerte, está pulverizado. No entremos en este momento a analizar las
razones, pero su poder adquisitivo es, al instante actual, sencillamente
microscópico.
Bien sabemos que necesitamos
grandes cantidades de billetes para comprar el más elemental de los bienes de
consumo. Eso, para no mencionar que las monedas pasaron a ser francamente
inútiles desde hace años.
Ciertamente, cuando la masa
monetaria de una nación se ve puesta al límite por episodios de alta inflación,
no queda otro remedio. De entrada, la reconversión monetaria es absolutamente
urgente.
Sin embargo – y lo que nos
preocupa- es que, si no se corrigen los numerosos vicios del manejo de la
economía que desembocaron en esta situación, dentro de poco tiempo nos
encontraremos en el mismo sitio. Es un círculo vicioso.
Recordemos que, el 22 de marzo de
este año, fuimos sorprendidos por el anuncio oficialista de una reconversión
monetaria, enmarcada en el Decreto N° 3.239 de Estado Excepción y de Emergencia
Económica, en donde la nueva moneda se denominaría bolívar soberano y su tasa
de conversión para ese momento, sería de mil bolívares fuertes a un bolívar
soberano.
Estaba previsto que este nuevo
cono monetario entrara en circulación el 4 de junio. Sin embargo, el Poder
Ejecutivo, reunido con la Asociación Bancaria y a petición de esta última,
acordó prorrogar por sesenta días la entrada en vigencia, por lo que la nueva
fecha quedó programada para el día 4 de agosto.
El pasado 25 de julio, se pospuso
nuevamente la aplicación de la reconversión monetaria para el 20 de este mes,
con la novedad de que ahora la reducción sería de cinco ceros, es decir, 100
mil bolívares fuertes serán equivalentes
a 1 bolívar soberano, quedando además la nueva moneda anclada a la criptomoneda
petro. Otro cambio que sorprendió en este nuevo giro del proceso de
reconversión monetaria.
Vale recordar que el bolívar,
unidad monetaria oficial de nuestro país, fue establecida en 1879 por el
presidente Antonio Guzmán Blanco y permaneció durante todo el siglo XX y los
primeros años del XXI hasta 2007, cuando bajo el gobierno del fallecido
presidente Hugo Chávez se produjo la aprimera reconversión monetaria. Once años
después, nos vemos en la necesidad de volver a atravesar por el mismo proceso.
Y con esto retomamos lo que
comentamos más arriba: si no se corrigen las causas, el bolívar soberano no
solamente podría tener corta vida, sino además llevarnos a una situación
similar a la actual en relativamente poco tiempo.
Desde nuestro punto de vista, el
asunto es extremadamente complicado.
El mismo gobierno sabe esto y por
ello se ha anunciado, junto a la reconversión monetaria, un programa de
recuperación económica. Sin embargo, luce bastante etéreo e impreciso, de cara
a la complejidad de lo que sucede.
El anclaje a la criptomoneda
petro no logra concitar la confianza de los actores financieros, ya que es la
primera vez que el gobierno de un país lanza un instrumento de este tipo, que
debe estar regido por las reglas del libre mercado y no por parcialidades,
intereses políticos o de particulares, lo cual ha generado muchas suspicacias.
Por otro lado, se sigue hablando
de subsidios, cuando nuestras fuentes de ingresos están exhaustas y
adicionalmente, se vuelve a confiar una vez más en el petróleo para sanear los
números del Banco Central de Venezuela.
El eterno error se continúa
prolongando. Se trata de ser productivos y de diversificar la economía, no de
reincidir en desatinos que nos han convertido en una nación débil y vulnerable
en lo financiero. Debilidad y vulnerabilidad que va a sentirse, finalmente, en
los bolsillos de la gente.
Los elevados precios del petróleo
trajeron toda una serie de malas prácticas en el manejo de las finanzas
nacionales, las cuales no pueden ser resistidas por economía alguna.
Al caer dichos precios, la cruel
relidad nos explotó en la cara y demandaba correctivos inmediatos, que al día
de hoy no se han tomado.
Hablamos de orden, de disciplina
fiscal, de productividad, y sobretodo, de entender que la iniciativa particular
es la verdadera médula de un país. No se puede recargar todo el funcionamiento
de la economía de una nación en los hombros del Estado, y menos aún contando
con un recurso tan volátil como lo es el petróleo.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
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