En medio de la nueva e incierta
etapa que comienza a recorrer la economía venezolana, hay algo que no deja de
llamar la atención -y de hacer ruido- no solamente entre quienes siguen los
acontecimientos en el país, sino también entre los que nos observan desde
afuera. Y es el hecho de que se haya declarado el anclaje de la nueva moneda
-el bolívar soberano- al petro.
La vocería oficial ha declarado
que "El petro será el mecanismo de anclaje para buscar el equilibrio
revaluador de la moneda, del salario y los precios".
Pero, ¿qué es el petro? Se trata
de una criptomoneda, un concepto aún bastante reciente en las finanzas
mundiales. La que nos ocupa hoy, estaría basada, según lo difundido por el
oficialismo durante los últimos meses, en la idea del fallecido presidente Hugo
Chávez de crear una moneda respaldada por materias primas.
¿Y qué son las criptomonedas?
Porque estamos haciendo reposar la maltrecha economía del país en un concepto
nuevo y poco manejado por la ciudadanía.
Las criptomonedas son monedas virtuales.
Pueden ser intercambiadas y operadas como cualquier otra divisa tradicional,
pero por definición están fuera del control de los gobiernos e instituciones
financieras.
Por ello y ya de entrada, el
petro rompe con el concepto de la criptomoneda al ser creada por un gobierno.
Al menos, así se mueven las grandes divisas digitales que han sido viables
hasta el momento, como Bitcoin, Ethereum, Litecoin o Bitcoin Cash.
Las criptomonedas se rigen por
las leyes del libre mercado, por la ley de la oferta y la demanda, y no admiten
reguladores de este tipo en su desempeño. No pueden intervenir factores
políticos ni de otros intereses, que no sean el más puro desempeño financiero
de este instrumento de intercambio comercial. Para ponerlo en blanco y negro: son
capitalismo puro, sin que el término sea peyorativo.
Otra incertidumbre con respecto
al petro, tiene que ver con el hecho de que su valor se amarre al del barril de
petróleo, calculándolo al momento a $60, lo cual otorgaría igual valor a la
criptomoneda.
Se trata de un acto simbólico, ya
que como lo han adelantado los especialistas, no se pueden comprometer, transar
ni negociar las reservas con valor que están en el subsuelo venezolano.
Pero es que hay más. No se le
puede colocar un valor cierto a estos bienes que están en estado bruto, porque
parte de su valor final al ser comerciados, deriva del hecho de ser extraídos,
refinados y transportados.
Lógicamente, el petróleo bajo
tierra no tiene el mismo valor que el que llega al consumidor final, porque
tras este último hay una larga cadena de trabajo, de tecnología y de factores
humanos.
Hay otro detalle, que muy bien
sabemos los venezolanos, porque lo hemos padecido a lo largo del último siglo
de nuestra historia: el precio del petróleo fluctúa. Y vaya que si fluctúa. En
las dos últimas décadas lo hemos visto por debajo de los diez dólares y también
muy por arriba de los cien. Nunca sabremos el valor exacto de lo que tenemos
bajo tierra, hasta que no sea extraído, procesado y comercializado. Mientras se
encuentre allá abajo, solamente es optimismo crudo.
Por otro lado, hay factores
adicionales que modifican el valor del barril petrolero en el mercado
internacional, como lo son la entrada en juego de nuevas naciones productoras y
los avances tecnológicos, que permiten optimizar productos petroleros que antes
eran prácticamente desechables.
En síntesis, se está aspirando
anclar nuestra economía a algo absolutamente incierto y volátil. Un territorio
desconocido.
Por si fuera poco, Estados
Unidos, una de las más grandes economías del mundo, no reconoce al petro como
criptomoneda. Y el mercado mundial suele bailar al ritmo del son
estadounidense.
Todo este experimento del petro
luce como un acto de rebeldía frente a anclajes más tradicionales y sólidos de
la moneda de un país, como lo son el patrón oro y las reservas internacionales.
Creemos que no es para nada
conveniente la experimentación con estas nuevas alternativas económicas en el
marco de una situación nacional que exige más bien medidas de primeros auxilios
y no se presta para ponerse demasiado creativos, ya que simplemente no hay el
músculo para soportarlo.
Justamente, el anclaje de las
monedas virtuales debe ser su confiabilidad y credibilidad a los ojos del
mercado. Y no se puede negar que en algún momento pueda suceder que algún
gobierno emita una exitosamente, aunque según los expertos esto no es posible.
Sin embargo, no creemos que sea una nación tan golpeada como la Venezuela de
estos tiempos, la que pueda lanzarse en una apuesta tan revolucionaria como
esta.
Mientras tanto, los venezolanos
seguimos desconcertados ante las vueltas insólitas de nuestra economía.
Seguimos petrificados.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui