Parafraseando la famosa línea
final de los dibujos animados, bien pudo ser eso lo que dijo la empresa
multinacional Alimentos Kellogg’s al anunciar su partida de Venezuela.
Los creadores y comercializadores
del emblemático cereal para desayunar Corn Flakes, así como de otros también
muy conocidos, como Zucaritas, Choco Crispis y un largo etcétera, permanecieron
en Venezuela durante cincuenta y siete años, con sus plantas y operaciones
basados aquí, concretamente en la zona de Maracay, estado Aragua; si bien sus
productos se comercializaban en nuestra tierra desde hacía ciento diez años.
Con semejante historial, la marca
ya formaba parte de la identidad del país, y sus productos eran cotidianos en
la dieta del venezolano desde hace varias décadas. Igualmente, toda su imagen y
sus personajes se habían integrado a nuestro día a día, formando parte de la
nómina cultural de la venezolanidad, de esa venezolanidad que se construyó a lo
largo del siglo XX, sumando tantos y tantos activos que llegaban a nuestras
costas desde latitudes tan diversas.
No solamente se trataba de una
empresa que llevaba alimento a las mesas nacionales. También hay que ver la
otra cara de la moneda: la del empleo estable que benefició a miles de
trabajadores durante todos estos y que les permitió progresar y levantar a sus
hijos, hacerse de los bienes a los cuales aspira toda familia y a los cuales
por demás tienen derecho: vivienda, educación, automóvil. Al momento del
cierre, entre cuatrocientos y quinientos venezolanos recibían su sustento de
esta firma comercial.
Sin embargo, la creciente partida
de empresas multinacionales de nuestro país, ya no sorprende a nadie. Viene
sucediendo desde hace rato y, parafraseando al Premio Nobel de Literatura
Gabriel García Márquez, es la “Crónica de una muerte anunciada”. Entre los
casos más sonados, podemos recordar las partidas de marcas como Clorox,
Kimberly Clark y General Motors.
La compañía había dicho en febrero
que el deficiente acceso a materias primas y los escasos dólares para importar
bienes debido a los controles cambiarios, perjudicaron la capacidad de la
multinacional para continuar aquí. Ya venían reduciendo sus actividades desde
tiempo atrás e incluso algunos productos emblemáticos de la fábrica habían
desaparecido. Por si esto fuera poco, no escapó al ojo del consumidor más
detallista el cambio en los empaques, debido a la falta de materia prima para
hacer los tradicionales.
Entre las razones para cesar por
completo las operaciones se encuentran la situación económica actual y el
deterioro del país, según las declaraciones ofrecidas en aquellos días. Aunque
no se nombran los elevados índices de inflación, no cabe duda de que debemos
incluirlos en la lista, muy especialmente cuando esta realidad no permite al
consumidor adquirir lo que quiere, sino lo que puede. Una situación que, sin
duda, incide en las caídas de las ventas de cualquier producto.
Desde hace mucho tiempo, por
parte del Ejecutivo nacional, se ha convertido en práctica el satanizar a la
empresa privada. Adicionalmente, se le suma el perverso elemento complementario
de señalar como nocivo todo lo que huela a extranjero, como si este país no se
hubiera ensamblado de la suma de miles y miles de partes que llegaron desde
todo el mundo. Como si la grandeza de Venezuela no residiera en su diversidad.
Es particularmente triste la
respuesta de la administración central al anuncio de la partida de Alimentos
Kellogg’s.
Lejos de un llamado al diálogo,
de la búsqueda de una solución, del intento de cualquier acción para abrir la
posibilidad de su permanencia, son señalados y estigmatizados, se les acusa de
ser parte de un complot internacional, se amenaza con investigaciones y se pide
la persecución en el exterior de sus representantes.
Esta conducta es sumamente
delicada en un momento tan complejo, en el cual otras tantas empresas luchan
por seguir adelante, produciendo en el país y lo que se está enviando son
señales que invitan a cualquier cosa, menos a la confianza.
Ya ha pasado mucho tiempo desde
los días en los cuales el ex embajador de Estados Unidos en nuestro país, John
Maisto, decía que no hay que hacerles caso a las palabras del gobernante, sino
a los hechos. Ciertamente, en un principio de este experimento político,
acciones y discurso parecían seguir por caminos distintos; pero más de un agudo
analista advirtió en aquellos tiempos que las palabras terminarían por
convertirse en hechos y así fue.
Actualmente, la retórica hostil
contra todo lo que no sea oficialismo se ha enseñoreado en nuestro territorio,
y el episodio de Kellog’s no es más que el botón de muestra de hoy, en un
panorama noticioso de permanente turbulencia, ante el cual un país entero no
puede alcanzar la paz y mucho menos el progreso.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
www.daviduzcategui.com
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