viernes, 18 de mayo de 2018

“Eso es todo, amigos”

Parafraseando la famosa línea final de los dibujos animados, bien pudo ser eso lo que dijo la empresa multinacional Alimentos Kellogg’s al anunciar su partida de Venezuela.

Los creadores y comercializadores del emblemático cereal para desayunar Corn Flakes, así como de otros también muy conocidos, como Zucaritas, Choco Crispis y un largo etcétera, permanecieron en Venezuela durante cincuenta y siete años, con sus plantas y operaciones basados aquí, concretamente en la zona de Maracay, estado Aragua; si bien sus productos se comercializaban en nuestra tierra desde hacía ciento diez años.

Con semejante historial, la marca ya formaba parte de la identidad del país, y sus productos eran cotidianos en la dieta del venezolano desde hace varias décadas. Igualmente, toda su imagen y sus personajes se habían integrado a nuestro día a día, formando parte de la nómina cultural de la venezolanidad, de esa venezolanidad que se construyó a lo largo del siglo XX, sumando tantos y tantos activos que llegaban a nuestras costas desde latitudes tan diversas.

No solamente se trataba de una empresa que llevaba alimento a las mesas nacionales. También hay que ver la otra cara de la moneda: la del empleo estable que benefició a miles de trabajadores durante todos estos y que les permitió progresar y levantar a sus hijos, hacerse de los bienes a los cuales aspira toda familia y a los cuales por demás tienen derecho: vivienda, educación, automóvil. Al momento del cierre, entre cuatrocientos y quinientos venezolanos recibían su sustento de esta firma comercial.

Sin embargo, la creciente partida de empresas multinacionales de nuestro país, ya no sorprende a nadie. Viene sucediendo desde hace rato y, parafraseando al Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, es la “Crónica de una muerte anunciada”. Entre los casos más sonados, podemos recordar las partidas de marcas como Clorox, Kimberly Clark y General Motors.

La compañía había dicho en febrero que el deficiente acceso a materias primas y los escasos dólares para importar bienes debido a los controles cambiarios, perjudicaron la capacidad de la multinacional para continuar aquí. Ya venían reduciendo sus actividades desde tiempo atrás e incluso algunos productos emblemáticos de la fábrica habían desaparecido. Por si esto fuera poco, no escapó al ojo del consumidor más detallista el cambio en los empaques, debido a la falta de materia prima para hacer los tradicionales.

Entre las razones para cesar por completo las operaciones se encuentran la situación económica actual y el deterioro del país, según las declaraciones ofrecidas en aquellos días. Aunque no se nombran los elevados índices de inflación, no cabe duda de que debemos incluirlos en la lista, muy especialmente cuando esta realidad no permite al consumidor adquirir lo que quiere, sino lo que puede. Una situación que, sin duda, incide en las caídas de las ventas de cualquier producto.

Desde hace mucho tiempo, por parte del Ejecutivo nacional, se ha convertido en práctica el satanizar a la empresa privada. Adicionalmente, se le suma el perverso elemento complementario de señalar como nocivo todo lo que huela a extranjero, como si este país no se hubiera ensamblado de la suma de miles y miles de partes que llegaron desde todo el mundo. Como si la grandeza de Venezuela no residiera en su diversidad.

Es particularmente triste la respuesta de la administración central al anuncio de la partida de Alimentos Kellogg’s.

Lejos de un llamado al diálogo, de la búsqueda de una solución, del intento de cualquier acción para abrir la posibilidad de su permanencia, son señalados y estigmatizados, se les acusa de ser parte de un complot internacional, se amenaza con investigaciones y se pide la persecución en el exterior de sus representantes.

Esta conducta es sumamente delicada en un momento tan complejo, en el cual otras tantas empresas luchan por seguir adelante, produciendo en el país y lo que se está enviando son señales que invitan a cualquier cosa, menos a la confianza.

Ya ha pasado mucho tiempo desde los días en los cuales el ex embajador de Estados Unidos en nuestro país, John Maisto, decía que no hay que hacerles caso a las palabras del gobernante, sino a los hechos. Ciertamente, en un principio de este experimento político, acciones y discurso parecían seguir por caminos distintos; pero más de un agudo analista advirtió en aquellos tiempos que las palabras terminarían por convertirse en hechos y así fue.

Actualmente, la retórica hostil contra todo lo que no sea oficialismo se ha enseñoreado en nuestro territorio, y el episodio de Kellog’s no es más que el botón de muestra de hoy, en un panorama noticioso de permanente turbulencia, ante el cual un país entero no puede alcanzar la paz y mucho menos el progreso.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
www.daviduzcategui.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario