viernes, 11 de mayo de 2018

“Cantos de sirena”

La próxima elección presidencial en México, ha estado revestida de polémica como pocas antes que esta. Y no es para menos, porque puntea en las encuestas el controversial candidato Andrés Manuel López Obrador.

El asunto es que el aspirante en cuestión viene con un discurso y un accionar que recuerdan a otras experiencias políticas fracasadas en distintas latitudes, amén de no tener asidero en circunstancias viables para sacar adelante a un país.

El señor López Obrador parece ser de esta camada de políticos latinoamericanos que apelan a decir lo que los electores quieren escuchar.

Todos queremos vivir mejor, todos aspiramos q que nos resuelvan la existencia, es humano quiere pagar menos y recibir más. Y por supuesto, soñamos con un país, con un Estado idealizado que lo resuelva todo y nos llene de dádivas.

Pero si conectamos por un instante con la sensatez, no cabe menos que preguntarnos de dónde va a salir ese maná de bondades. Porque hablando nuevamente desde la lógica y el sentido común, todo tiene un precio.

Todo vale algo, nada es de gratis, todo sale de alguna parte. Pero ese no es un razonamiento que esté dispuesto a aplicar el candidato que apele a la emoción más que a la razón.

AMLO, como se le conoce por sus iniciales, tiene la mesa servida. Las numerosas acusaciones de corrupción que han enrarecido la vida de los mexicanos, aunadas al desprestigio de la clase política, hacen que una ciudadanía indignada busque desesperadamente a un salvador. Y este astuto político lo tiene muy claro.

De cara a las elecciones presidenciales de México el venidero 1 de julio, López Obrador se presenta como favorito. Las encuestas dan a este hombre de izquierda de 64 años una enorme ventaja, muy por encima de quien le sigue en intención de voto, Ricardo Anaya, un abogado de 39 años, del Partido de Acción Nacional (PAN) que encabeza una coalición de derecha e izquierda. El poco popular candidato del partido oficialista, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Antonio Meade, se encuentra muy lejos, en el tercer lugar.

Por supuesto, los fantasmas del pasado reciente de la izquierda latinoamericana y sus estrepitosos fracasos, son el “bacalao al hombro” de este político. Picando adelante, ha intentado aplacar estos temores nombrando un equipo de expertos de alto nivel como su gabinete y ha prometido a los empresarios que no habrá expropiaciones ni nacionalizaciones si él gana. Así se adelanta a uno de los peores temores que puede espantar a su electorado, cosa que por cierto no parece estar sucediendo. La ira vengadora está por encima de cualquier riesgo que pueda encarnar este aspirante a la silla presidencial.

Tiene otro punto a favor: fue alcalde de la Ciudad de México y su gestión, si bien polémica, no hizo que la sangre llegara al río, como se podía esperar. Fue bastante más prudente en su acción que en su verbo, aunque se le atribuya un sello indeleblemente populista y de paso, no haya sido tampoco particularmente brillante al frente de esa caótica ciudad, la más habitada del planeta.

Es la tercera vez que aspira a llegar a la residencia presidencial de Los Pinos. Las dos anteriores fueron en 2006 y 2012, e incluso cantó fraude en la primera. Tras ello lideró una ocupación del centro de la ciudad de México que duró meses.

Ahora, según muchos de sus seguidores – los humoristas los llaman AMLOvers- ha moderado bastante su accionar incendiario e incluso su vocabulario. Parece que la madurez ha hecho bien al llamado “peje”, apodo que debe a un pez caracterizado por su agresividad y por ser frontal en sus ataques.

Sin embargo, aún inquieta cómo pretende cumplir muchas de esas promesas que lucen como cantos de sirena.

Por ejemplo, ofrece diversas ayudas, como becas y apoyos para madres solteras, pero no explica de dónde saldrán, ya que lo ofrecido supera por mucho el presupuesto destinado al órgano encargado de ofrecer apoyos al pueblo, por lo que deberá aclarar cómo va a hacer para cumplir con las prebendas que promete.

También propone realizar consultas al pueblo cada dos años para que decida si le permitiría continuar o no como presidente. Una promesa que a los venezolanos nos suena, pero que en México es inconstitucional, además de costosa y extremadamente populista. ¿Será que se lanza con una Constituyente para sacarla adelante?

Sin embargo, el deseo de justicia y escarmiento que anima a muchos electores es como para enfrentar la ocasión con precaución. Ya sabemos en qué clase de tempestades pueden terminar estos vientos que llevan al poder a candidatos vengadores.

Quisiéramos mejor suerte para México y para Latinoamérica en general. Pero ya sabemos que cada nación debe transitar su propia historia. Ojalá sea para bien.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

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