Sin lugar a dudas, el 19 de abril
de 1810 -cuyo aniversario conmemoramos esta semana- representa el inicio del
ejercicio de la ciudadanía en Venezuela. Al amanecer de aquel día histórico, el
pueblo caraqueño acudía a los ritos del Jueves Santo y copaba la Plaza Mayor.
El Capitán General de Venezuela,
Vicente Emparan también se dirigía a la Catedral, pero antes de llegar fue
abordado por un puñado de criollos, quienes lo invitaron a dirigirse al
Cabildo.
Una vez en el lugar, Juan Germán
Roscio y José Félix Sosa le hablaron de la necesidad de formar una Junta de
Gobierno, desconociendo al Consejo de Regencia que se había instalado en
España, en reemplazo de la Junta Central de Sevilla.
José Félix Ribas, Francisco José
Ribas, Gabriel Ponte y Francisco Javier de Ustáriz alegaron que aquel órgano
gubernamental en suelo español se había formado sin el voto de los venezolanos
y que por lo tanto, no le debían obediencia. Esta es, entonces, la primera
ocasión en la cual se defiende la importancia del sufragio en el suelo
venezolano para quienes nacieron en él.
Lo más anecdótico y a la vez lo
más trascendental de este día histórico, sucede cuando, de manera por demás
determinada, el clérigo José Cortés de Madariaga le solicita a Emparan su
renuncia.
La propuesta era que el mando
pasara a una “Junta Suprema conservadora de los derechos de Fernando VII”- el
Rey depuesto-, integrada por venezolanos. El Capitán General lo rechazó,
asegurando que la mayoría del pueblo lo apoyaba. Para confirmarlo salió al
balcón y cometió el error de preguntar a los caraqueños congregados en la Plaza
Mayor si estaban contentos con su mando y deseaban que continúe su gobierno.
Detrás de él, Madariaga hizo un gesto de negación con la mano, con lo cual
consiguió que los presentes respondieran: “¡No lo queremos!”. Emparan respondió
entonces: “¡Pues yo tampoco quiero mando!”. Renunció y se marchó a España.
Los originarios forjadores de la
independencia y la ciudadanía venezolana habían obtenido su primera victoria
sin derramar una sola gota de sangre.
Si bien era apenas la primera
semilla, la primera piedra de lo que sería un largo, complejo, doloroso y
sangriento proceso; fue quizá y sin duda el acto más civil y civilista de
aquella gesta.
Lo primero a destacar es el hecho
de que sus propulsores habían nacido en suelo venezolano, y por lo tanto se
comienza a entender que constituíamos otro gentilicio, con derechos a la
determinación sobre nuestro propio territorio y a decidir formas de gobierno y
funcionarios que la saquen adelante.
El improvisado e imprevisto
episodio de Emparan consultando a la gente desde aquel balcón se tradujo en el
primer acto de votación popular realizado en nuestras tierras, de una manera
totalmente transparente y a la vista de todos, a tal punto que el aludido
Capitán General no tuvo más remedio que dimitir, ante la inocultable
manifestación de la voluntad de la gente.
La serena etapa colonial, que ya
superaba los trescientos años, es abruptamente interrumpida gracias al
conocimiento, a la conciencia, a los movimientos liberales y libertadores que
se daban en forma previa y paralela, no solamente en América, sino también en
otros rincones del planeta.
Las nuevas formas de organización
de las sociedades se expandieron de manera por demás rápida, tomando en cuenta
el momento histórico en el cual aconteció todo esto. El pase de página terminó
siendo irreversible y nos comenzó a hacer dueños de nuestro destino, un derecho
inalienable que se ha ido reafirmando paso a paso, en los últimos dos siglos.
Desde la visión que hoy tenemos
del 19 de abril de 1810, hay que celebrar que nacimos como nación con el pie
derecho. Fue a partir de un diálogo, las diferencias se debatieron, la gente
manifestó su decisión y esta fue acatada por la autoridad.
Y valga el comentario para
reconocer la actitud de Vicente Emparan, quien optó por consultar a los
presentes y, a pesar de que la respuesta le fue adversa, no ofreció resistencia
y decidió renunciar. No siempre se menciona que su reacción ha podido ser la
opuesta y complicar así las cosas hubiera sido muy sencillo para él. El final
sin duda hubiera sido el mismo, pero por senderos más tortuosos.
Que esta conciencia no se pierda.
Que se cultive, que crezca. Que exista la más absoluta certeza de que los
venezolanos, como cualquier ciudadano del mundo, tenemos el derecho de
autodeterminarnos. Que no es una concesión ni un obsequio, sino un derecho
inherente a nuestra condición humana. Que si alguna vez nos fue embargado, ya
lo reconquistamos. Que si se nos vuelve a confiscar, debemos volver a exigirlo.
Y sobre todo, a ejercerlo. Somos los dueños de nuestro destino como
colectividad y eso no tiene vuelta de hoja.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
www.daviduzcategui.com
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