Sin embargo, de pronto
encontramos entre la maraña de números y afirmaciones, un dato de muy buena
fuente que nos hace pisar el freno y prestar atención. Según la empresa de
consultoría y análisis financiero Ecoanalítica, la caída del ingreso de los
venezolanos – entre marzo de 2017 y el mismo mes de 2018- alcanzaría 89,9%, de
acuerdo con el índice de salario real. Esto se revela en su informe semanal, en
el cual refleja el impacto de la hiperinflación en la economía y en el ingreso
de los trabajadores.
Para graficarlo con bienes
tangibles y concretos, tomemos el ejemplo de algún bien de consumo cotidiano,
como podrían ser los huevos. Con lo que se compraban diez unidades hace un año,
hoy apenas se puede adquirir una.
Esto no habla sino de una cosa:
nos hemos comido la flecha en el manejo económico del país, y en lugar de sumar
e incrementar a la calidad de vida del venezolano, hemos visto cómo se le resta
cotidianamente, y en este caso, con números en la mano.
También la empresa Ecoanalítica
asegura que Venezuela habría entrado formalmente en inflación en noviembre de
2017.
Si comenzamos a pelar la cebolla
de esta noticia, encontraremos capas y más capas de matices que le dan una
dimensión cada ve más compleja a este asunto tan lamentable.
Como bien lo sabemos, como lo
dicta la lógica y el sentido común y como además lo corroboran las empresas
especializadas en estudios de mercado, cada vez más venezolanos destinan sus
ingresos única y exclusivamente a la adquisición de alimentos y sin embargo ni
siquiera este rubro elemental de la existencia lo pueden cubrir a plena
satisfacción.
Esto, para no hablar de cómo han
quedado prácticamente desplazadas todas las demás necesidades humanas, como
ropa y calzado, vivienda, transporte y un largo etcétera, a los cuales lo que
se destina es prácticamente cero del presupuesto familiar.
Y hay que ver otro matiz de esto:
la caída del consumo de otros bienes que no sean los rubros alimenticios, ha
desacelerado hasta niveles insospechados la comercialización de otros bienes y
servicios que deberían ser de consumo masivo pero para los cuales hoy no hay
recursos en muchos hogares, con lo cual la economía nacional recibe un torpedo
en la línea de flotación.
Y no estamos hablando de bienes
superfluos o suntuarios, sino de artículos que deben ser parte de la
cotidianidad de quienes vivan en una sociedad promedio.
Tampoco se trata de hacer una oda
al consumismo ni mucho menos. Habría que entender que el consumo trae el doble beneficio
de satisfacer necesidades de la gente y de inyectar un dinero circulante a la
economía a través de los comerciantes que reciben el ingreso por sus ventas y
que a la vez lo redistribuyen al pagarle a sus empleados y proveedores, para
que estos a su vez adquieran los bienes y servicios que necesitan.
Quedan y mucho más allá de lo
alcanzable otras aspiraciones legítimas, como vivienda y vehículo, las cuales
demandan una capacidad de ahorro para la cuota inicial y de pago para el
compromiso mensual que significan. Y una vez más, no se trata de consumo
superfluo: es nada más y nada menos que el legítimo derecho, la lógica
aspiración de cualquier familia en cuanto a constituir un hogar.
Parafraseando a Martin Luther
King, suponemos que somos muchos quienes temenos un sueño y no es otro que el
recuperar la capacidad adquisitiva del venezolano, que se puedan cubrir todas
las necesidades elementales con el ingreso por realizar una labor que beneficie
a la sociedad y que pueda incluso permitir el privilegio del ahorro y del
esparcimiento, que son dos elementos que nos hacen crecer como personas.
Que el círculo virtuoso de la
economía se revierta en números azules que recompensen la capacidad y el
desempeño de cada uno y que con eso se asegure una calidad de vida para cada
familia, en la cual tenga cabida la capacidad de crecer, de proyectar, de
soñar. Y lo que es más importante aún: de hacer realidad esos sueños sin que
ello se sienta como frivolidad o imposibilidad, sino como un legítimo derecho
que forma parte de nuestra condición humana.
Sí, pareciera que cada vez
estamos más lejos de eso, pero mantener presente en nuestra conciencia que no
solamente es posible sino imprescindible, nos marcará el rumbo hacia las metas,
hacia lo que podemos y queremos concretar en nuestro futuro. Porque la mejor
manera de hacer aterrizar los sueños, es comenzando por reconocer las
realidades. Inlcuso si estas son demasiado duras.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui