Ya desde hace unas cuantas
semanas, el debate público venezolano se ha centrado en la inminencia de nuevas
elecciones, en la pertinencia de la fecha y en las condiciones para acudir a
las urnas electorales.
En realidad, cabe preguntarse si
la presencia de este tema ha desaparecido en algún momento de la opinión
pública, cuando siempre se ha sostenido que desencuentros del calibre de lo que
hoy vivimos en la sociedad venezolana, solamente se pueden dirimir con una cita
comicial, como una manera de sanar a la colectividad, pasar la página y poder
seguir adelante con una nueva etapa histórica de la nación.
El rumbo de la ruta electoral
venezolana ha sido errático en los últimos tiempos. Recordemos el malogrado intento
de referendo revocatorio presidencial que correspondía y que finalmente no fue
activado, un plebiscito ciudadano que fue un acto poderosamente expresivo de la
inconformidad popular, las elecciones a una Asamblea Nacional Constituyente que
aparecieron de un día para otro y finalmente, unas elecciones municipales
marcadas por la abstención.
Esto último no es de extrañarse,
ante la reiterada frustración de la gente que no se siente escuchada, a lo cual
se suma todo el panorama adverso que hoy debemos enfrentar en nuestra tierra a
nivel social y económico.
Sin embargo, la justificada rabia
no nos puede generar una ceguera selectiva o momentánea de un hecho medular:
las situaciones cambian, la vida sigue.
Y el hecho es que, tal como todos
lo sentimos, el agua nos está llegando al cuello.
Sin duda, la falta de
credibilidad que se ha ganado a pulso un proyecto político que se ha empeñado
en defraudar una y otra vez a sus propios electores, ha hecho que sepulten su
propio capital. Y la novedad no es que nadie crea en la actual administración;
la novedad es que, entre los innumerables incrédulos, se cuentan hoy sus
propios seguidores.
Y es a partir de esta premisa que
debemos agudizar nuestras virtudes de observación. Porque, entre otras cosas,
debe haber bastante más que inquietud en las filas del oficialismo cuando la
desesperanza ha ganado a sus propios partidarios, a punta de seguir
estrellándose una y otra vez contra el mismo muro de los lamentos.
Y esto es lo que puede ser el
detonante de nuevos matices en medio de la situación extrema que encontramos.
Nos referimos, por ejemplo, al
hecho de que el gobierno haya accedido a postergar por un mes la extremadamente
precipitada convocatoria y a que, adicionalmente, se produzcan acciones tan
inesperadas como abrir el registro electoral en Miami, la ciudad con mayor
cantidad de venezolanos en el mundo, tras haberlos dejado desatendidos por
varios años. Y resulta curiosa esta decisión, cuando los hechos han demostrado
que los compatriotas que viven en el sur de Florida son mayoritariamente
opositores.
La lectura de estos y otros
hechos, puede ser la necesidad de convocar gente para que participe de una u
otra manera en el evento comicial, tras evaluar que el desplome de la
credibilidad en decisiones que van de lo impositivo a lo errático, está
espantando incluso a quienes los seguían incondicionalmente.
Prueba de ello es sin duda el
hecho de que muchos de los más representativos líderes que han luchado por años
del lado de las fuerzas alternativas democráticas, hayan decidido pasar de
largo en esta cita.
No es poco lo que mencionamos, ya
que entre ellos se cuentan unos cuantos que han reiterado que se debe
participar en todos los eventos electorales, vistos estos como un escalón
imprescindible en la superación de lo que hoy luce como un callejón sin salida.
La barra de la paciencia nacional
se ha forzado hasta niveles inimaginables en los últimos tiempos. Los
venezolanos nos sentimos literalmente rodeados y sin vía alguna de alivio a los
numerosos problemas que nos agobian. ¿Cuál podría ser el próximo nivel en este
escenario tan adverso que hoy vivimos si la situación sigue por el mismo
camino?
¿Habrá llegado el momento
esperado? Ese, en el cual quienes hoy llevan las riendas del país entiendan que
el cúmulo de errores es tal que hace insostenible el rumbo actual.
Ni lo afirmamos ni lo negamos.
Pero sí invitamos a observar. Y a hacerlo con la cabeza fría que debe
caracterizar a los movimientos políticos, si es que se busca ser acertado en
las acciones, aún a pesar de padecer una situación francamente desesperante.
Al gobierno no le conviene
quedarse solo en el ring, porque no habrá espectáculo. Y menos aún, puede
permanecer inmóvil ante la desmotivación de sus propios seguidores.
Tenemos una gran oportunidad. Un
gobierno con grandes índices de impopularidad. Nos quedaremos sentados viendo
cómo se pasa la oportunidad? No lucharemos entonces? A veces lo que es
mediáticamente popular no es lo políticamente correcto.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
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