Tener que pagar una empanada y un
café con transferencia, puede haber sonado como un chiste no hace mucho tiempo
atrás. Hoy, es una insólita realidad, debido a un hecho del cual todos estamos
conscientes y que afecta a la ciudadanía en general: la escasez de dinero en
efectivo en el país.
La situación es tan generalizada,
que se ha convertido en costumbre el pagar los más elementales bienes de
consumo mediante una transacción bancaria electrónica; aunque eso no siempre es
posible, porque en más de una oportunidad las conexiones tampoco responden con
la velocidad necesaria.
Entre los bienes más preciados en
nuestro territorio, está justamente el dinero físico y tangible, ya que existen
innumerables operaciones que deben hacerse cada día con los escurridizos
billetes, tales como el pago de pasajes, por nombrar solamente una.
Adicionalmente, se suma el hecho
de que, si algún bien de consumo va a ser cancelado electrónicamente, los
vendedores solicitan que se les cancele un monto mayor, a veces muy superior al
que cobrarían en el caso contrario. Tal práctica, en el marco de los precios
que actualmente se registran en el país, es todo un torpedo a la línea de
flotación de cualquier presupuesto personal o familiar.
Este asunto que entorpece el día
a día de todos nosotros, no es nada nuevo, aunque sí se debe decir que ha
venido progresando y complicándose paulatinamente.
Los registros del fenómeno se
remontan al año 2012, apenas cuatro años después de aquella medida
gubernamental que le quitó tres ceros a la moneda, justamente para hacerla más
manejable, y que presentó un nuevo cono monetario adecuado a las denominaciones
recién estrenadas.
Esta fue una medida que de
entrada funcionó muy bien. Sin embargo, el asunto fue que se arregló solamente
la fachada, sin atacar el verdadero fondo del problema. ¿Cuál es este, según
nuestro punto de vista? Que los precios siguieron aumentando, debido a un
errado manejo del asunto económico.
Este tipo de reajustes monetarios
suelen ser acompañados –o al menos, deberían serlo- por un profundo saneamiento
de las finanzas públicas, por un ajuste del gasto. Y por supuesto, por una
mayor oferta de bienes y servicios, porque ya lo sabemos: mientras más
disponibilidad de mercancías exista, el consumidor podrá obtener precios más
ventajosos. Es el ABC del manejo económico de los países.
Sin embargo, tomamos precisamente
la dirección contraria. Se estrechó la producción en manos particulares, sin
que se concretara alguna alternativa que paliara esta sensible ausencia de
opciones.
Y así fue como pronto el nuevo
cono monetario resultó insuficiente para contener el boyante aumento de los
precios.
Tan es así, que hace poco vimos
la entrada en circulación de nuevos billetes, todos evidentemente de mayor
denominación. Y esta era la medida correcta. No la más deseable, pero sí la
correcta, para evitar que la gente tuviera que cargar con cantidades de
efectivo que no son manejables, hasta para hacer las transacciones más
elementales de la cotidianidad. Y por otro lado, se suplía la ausencia de
disponibilidad de dinero, que ya se sentía cada vez más.
Sin embargo, al poco tiempo nos
dimos cuenta de que los nuevos billetes habían sido desbordados por la realidad
y tampoco eran solución para el problema. Y no es que esta acción –repetimos-
haya sido inadecuada. El asunto es que si no se atajan las causas, vamos a
seguir en el círculo vicioso de modificar una y otra vez el cono monetario para
que, al poco tiempo se vuelva tan inoperante como el anterior.
Y son tales las cantidades de
efectivo que demanda en la actualidad la vida cotidiana del país, que
sencillamente es imposible suplirlas.
Esto coloca todo el flujo de
transacciones cotidianas en una especie de cámara lenta que resta aún más
velocidad a nuestra rutina, cuando estamos en momentos en los cuales lo
deseable sería acelerarla al máximo de cara a la productividad, el único
remedio para salir adelante y conjurar el momento adverso que vivimos como
nación.
Salir a la búsqueda de billetes
es una más de las tareas que el venezolano debe anotar en su nueva agenda,
restando tiempo a sus labores, y por lo tanto no solamente a su productividad,
sino a su calidad de vida, al compartir con su familia, al descanso y al
esparcimiento, que debe ser parte de una vida sana, esa misma que parece
escaparse y alejarse a muy alta velocidad.
En conclusión, cualquier medida
que se tome no va a servir por mucho tiempo, si no se ataca la causa. Y no lo
decimos nosotros. Ya lo hemos visto: se ha modificado el cono monetario dos
veces en una década, solamente para seguir entrampados en el mismo problema.
La economía venezolana debe dar
un giro de 180 grados o seguiremos atrapados en el mismo círculo de
equivocaciones. ¿Quién agarra el toro por los cuernos?
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui