viernes, 17 de marzo de 2017

¿Pan para hoy?

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

No debería sorprendernos para nada otra más entre tantas arremetidas autoritarias del gobierno, esta vez contra las panaderías. La colección de actitudes avasallantes contra los sectores productivos del país se pierde de vista desde hace rato.

Pero esta en particular – y muchas más- atentan directamente contra el sustento de los venezolanos y estrechan aún más la ya limitada supervivencia de quienes vivimos, o más bien sobrevivimos, en esta tierra.

Dentro de la dimensión desconocida que significan estos tiempos autodenominados “revolucionarios”, ahora resulta que nos encontramos en un episodio absurdamente bautizado como “Guerra del Pan”. Algo rematadamente ilógico, si tenemos en cuenta que las “armas” de los laboriosos panaderos no son más que harina, azúcar y agua… cuando consiguen.

Este nuevo capítulo, digno de los microprogramas radiales titulados “Nuestro Insólito Universo”, es explicado por el diario peruano “Gestión”, con la siguiente cita: “Panadería que incumpla, será ocupada por el gobierno y la vamos a entregar a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) para que las que se pongan a producir”.

Y la agencia internacional de noticias AFP relata al mundo: “El gobierno venezolano amenazó este domingo con expropiaciones para ganar ‘la guerra del pan’, un complot que atribuye a los productores para inducir la escasez del producto y generar malestar hacia el presidente venezolano Nicolás Maduro”.

Lo que parece una pésima pesadilla de mediados del siglo pasado, ocurre aquí y ahora. Un gobierno autoritario amenaza con la fuerza a los sectores productivos. No hay que leer o investigar mucho en la historia de la humanidad para saber los resultados de estas actitudes: contracción de la producción y finalmente, miseria.

Por ejemplo, la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro) alertó que la industria agroalimentaria venezolana opera a un tercio de su capacidad por falta de materia prima.

Es decir, se obliga a los establecimientos a vender en ciertas condiciones un bien que no pueden producir, porque no existen los insumos. Y si no cumplen, les cae todo el peso de la ley revolucionaria. La crónica de una muerte anunciada, parafraseando al Premio Nobel Gabriel García Márquez.

Lejos, muy lejos están quienes hoy administran el país, de entender que la economía no se moviliza a punta de órdenes y que ellas, por el contrario, son contraproducentes. Más aún cuando los errados modelos económicos que se aplican desde hace más de década y media, tienden a crear un embudo en el cual se atasca el flujo económico que es necesario para que exista abundancia de bienes.

Y nos referimos por ejemplo, al fracasado modelo de control de cambio, en el cual insiste el gobierno, rebautizándolo y maquillándolo, para que siga siendo igualmente engorroso e inoperante. Se trata sin duda, de una de las causas de las penurias nacionales que hoy sufrimos.

La intimidación y la persecución, aunadas a las enormes dificultades para conseguir la metería prima y al asedio de la delincuencia, han hecho desistir a muchos venezolanos con ganas de ser productivos, y mantienen contra la pared a otros que luchan hasta el final pero que pueden hacer muy poco; mientras quienes gobiernan se lavan las manos frente a las dificultades que ellos mismos generan y para colmo, tienen la desvergüenza de criminalizar a quienes son nada menos que sus principales víctimas.

Se amenaza con expropiar a las panaderías que no puedan producir. Pero resulta que la productividad es prácticamente un imposible en estas circunstancias.

Vamos al ya conocido escenario de las expropiaciones e imaginemos que el grueso de los establecimientos de pan pasan por ese calvario. ¿Qué se gana? Porque ya sabemos el destino de las empresas expropiadas, que están muy lejos de ser productivas.

¿O es que el rosario de expropiaciones vividas en la última década han servido para abastecer al país? Los venezolanos solamente vemos un retroceso alarmante de nuestra calidad de vida, al cual el liderazgo oficialista responde con la negación, la amenaza y la creación de un irreal escenario de país feliz a través de sus numerosos –y costosos- medios propagandísticos.

Dice el dicho: “Pan para hoy y hambre para mañana”. Bajo el terror y la amenaza, quizá se pueda crear una aparente burbuja de solución, que explotará en poco tiempo. Si a la situación explosiva se agrega la escasez de materia prima, dudamos que pueda existir pan incluso para hoy.

Ojalá la administración pública actual tuviera habilidad para producir soluciones de la misma manera que los hace con las amenazas. Ese es su verdadero trabajo, pero aún no lo entienden. Solamente avizoramos una profundización de la estrategia de agitar las aguas. ¿Cuál es la ganancia?

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