David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Ante la críptica conducta de los
entes gubernamentales en cuanto a rendir cuentas en general, no nos queda a los
ciudadanos otra alternativa que recurrir a las fuentes alternativas que nos
puedan brindar particulares e instituciones reconocidas, para aproximarnos a un
diagnóstico de cuál puede ser el verdadero estado del país.
Nos preguntamos si es simplemente
una falta de difusión de los diversos indicadores, dados los adversos números
que arrojan; o si hay algo más allá y es el hecho de que las autoridades
nacionales ya ni siquiera se ocupan de medirle el pulso al país.
Y es que esto cabe dentro de lo
posible, porque el conocer las cifras que configuran nuestra realidad en un
momento dado, es el primer paso para tomar las medidas adecuadas y solucionar,
remediar y salir adelante. Pero si no existe la voluntad para ello, ciertamente
el diagnosticar cómo vamos no tiene caso alguno.
Por ejemplo, el siempre
satanizado Fondo Monetario Internacional, afirma que los venezolanos sufren la
inflación más alta del mundo, proyectada por dicho organismo en 1.660% para
2017; mientras el Banco Central de Venezuela reitera su conducta de mantenerse
en mora con la difusión de este indicador.
Dentro de las instituciones que
hacen sus propios estudios para diagnosticar al país que hoy vivimos, más allá
de las lagunas insalvables de la información oficial, se encuentra la Cámara
Venezolano Americana de Comercio, Venamcham.
Esta cámara tiene 65 años de
existencia y reúne a más de mil empresas nacionales y multinacionales. Como
ente encargado de cultivar el vínculo entre nuestro país y la nación norteña
–uno de nuestros principales socios comerciales- una de sus labores es tener la
mayor claridad posible en cuanto a la situación nacional, para así permitir a
sus afiliados trazar estrategias que los lleven a seguir adelante en nuestra
tierra.
Si bien las cifras que arroja el
informe en cuestión –realizado por la firma Datos- son en sí novedosas, el
escenario en general, tanto como las conclusiones, lamentablemente no sorprenden.
Nos pintan un deterioro
pronunciado, cuyo avance no parece ser detenido por autoridad alguna; quienes
–insistimos- no parecen tener el menor interés en el asunto.
Según refiere, nueve de cada diez
venezolanos consideran que las cosas en el país “van mal” y la mayoría piensa
que empeorarán. La marcha de la nación es percibida negativamente por 90% de
los consultados y el 77% cree que su situación será peor en los próximos seis
meses. El sondeo estableció además, que 95% percibe que su situación económica
es peor hoy que hace un año.
Para 93% de los encuestados, sus
ingresos alcanzan para adquirir la mitad o menos de la mitad de los productos
que necesita para vivir. Un 48% dijo que puede acceder a “muy pocas cosas”. En
tanto, 94% señaló la compra de comida entre sus tres principales gastos.
El pesimismo también se refleja
en la cantidad de personas dispuestas a emigrar, en especial jóvenes: 77% de
los consultados entre 18 y 21 años aseguró que se iría de Venezuela si tuviese
la oportunidad. También lo haría 67% de las personas de 22 a 35 años.
El retrato de lo que somos hoy es
desolador. Más allá de los hechos que se reflejan, quizá lo más alarmante sea
la pérdida de la fe, de la esperanza y de la perspectiva de futuro. Y es que,
¿cómo puede pensar en un mañana quien ni siquiera tiene a su alcance la
posibilidad de resolver las necesidades
de hoy?
Pero hay algo que inquieta mucho
más allá de los hechos enumerados y es la actitud de quienes conducen el país
ante estos hechos inocultables. Voltean la cara hacia otro lado, crean una
realidad alternativa para llenar los canales de propaganda de la administración
pública con un país tan idílico como inexistente, en el cual sobran los bienes
y nadie emigra, por hablar apenas de dos de los males que nos arrinconan hoy.
No solamente es la deuda con la
realidad, sino con el futuro. No solamente inquieta la reiterada negación de
los hechos, sino que esta costumbre apunta a que no hay intención alguna de
resolver. No solamente es irresponsable evadir la realidad cuando eres gobierno:
la evasión implica que no hay intención de rectificar.