viernes, 3 de marzo de 2017

“Oídos sordos”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Ante la críptica conducta de los entes gubernamentales en cuanto a rendir cuentas en general, no nos queda a los ciudadanos otra alternativa que recurrir a las fuentes alternativas que nos puedan brindar particulares e instituciones reconocidas, para aproximarnos a un diagnóstico de cuál puede ser el verdadero estado del país.

Nos preguntamos si es simplemente una falta de difusión de los diversos indicadores, dados los adversos números que arrojan; o si hay algo más allá y es el hecho de que las autoridades nacionales ya ni siquiera se ocupan de medirle el pulso al país.

Y es que esto cabe dentro de lo posible, porque el conocer las cifras que configuran nuestra realidad en un momento dado, es el primer paso para tomar las medidas adecuadas y solucionar, remediar y salir adelante. Pero si no existe la voluntad para ello, ciertamente el diagnosticar cómo vamos no tiene caso alguno.

Por ejemplo, el siempre satanizado Fondo Monetario Internacional, afirma que los venezolanos sufren la inflación más alta del mundo, proyectada por dicho organismo en 1.660% para 2017; mientras el Banco Central de Venezuela reitera su conducta de mantenerse en mora con la difusión de este indicador.

Dentro de las instituciones que hacen sus propios estudios para diagnosticar al país que hoy vivimos, más allá de las lagunas insalvables de la información oficial, se encuentra la Cámara Venezolano Americana de Comercio, Venamcham.

Esta cámara tiene 65 años de existencia y reúne a más de mil empresas nacionales y multinacionales. Como ente encargado de cultivar el vínculo entre nuestro país y la nación norteña –uno de nuestros principales socios comerciales- una de sus labores es tener la mayor claridad posible en cuanto a la situación nacional, para así permitir a sus afiliados trazar estrategias que los lleven a seguir adelante en nuestra tierra.

Si bien las cifras que arroja el informe en cuestión –realizado por la firma Datos- son en sí novedosas, el escenario en general, tanto como las conclusiones, lamentablemente no sorprenden.

Nos pintan un deterioro pronunciado, cuyo avance no parece ser detenido por autoridad alguna; quienes –insistimos- no parecen tener el menor interés en el asunto.

Según refiere, nueve de cada diez venezolanos consideran que las cosas en el país “van mal” y la mayoría piensa que empeorarán. La marcha de la nación es percibida negativamente por 90% de los consultados y el 77% cree que su situación será peor en los próximos seis meses. El sondeo estableció además, que 95% percibe que su situación económica es peor hoy que hace un año.

Para 93% de los encuestados, sus ingresos alcanzan para adquirir la mitad o menos de la mitad de los productos que necesita para vivir. Un 48% dijo que puede acceder a “muy pocas cosas”. En tanto, 94% señaló la compra de comida entre sus tres principales gastos.

El pesimismo también se refleja en la cantidad de personas dispuestas a emigrar, en especial jóvenes: 77% de los consultados entre 18 y 21 años aseguró que se iría de Venezuela si tuviese la oportunidad. También lo haría 67% de las personas de 22 a 35 años.

El retrato de lo que somos hoy es desolador. Más allá de los hechos que se reflejan, quizá lo más alarmante sea la pérdida de la fe, de la esperanza y de la perspectiva de futuro. Y es que, ¿cómo puede pensar en un mañana quien ni siquiera tiene a su alcance la posibilidad  de resolver las necesidades de hoy?

Pero hay algo que inquieta mucho más allá de los hechos enumerados y es la actitud de quienes conducen el país ante estos hechos inocultables. Voltean la cara hacia otro lado, crean una realidad alternativa para llenar los canales de propaganda de la administración pública con un país tan idílico como inexistente, en el cual sobran los bienes y nadie emigra, por hablar apenas de dos de los males que nos arrinconan hoy.

No solamente es la deuda con la realidad, sino con el futuro. No solamente inquieta la reiterada negación de los hechos, sino que esta costumbre apunta a que no hay intención alguna de resolver. No solamente es irresponsable evadir la realidad cuando eres gobierno: la evasión implica que no hay intención de rectificar.