David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Con motivo de celebrar sus 62 años de existencia, la
prestigiosa institución educativa Fe y Alegría dio a conocer un preocupante
informe, en el cual destaca el alarmante incremento de la deserción escolar en
Venezuela.
Vale acotar que Fe y Alegría se crea el 5 de marzo de 1955,
como un movimiento de educación popular integral, promoción social, e
inclusión, que con el paso de los años se ha convertido en un modelo educativo
venezolano de elevada cobertura, capaz de traspasar fronteras.
Esta emblemática estructura formativa ha perdido 2 mil
alumnos en un año. Noely Aguilar, directora de la red, relató que la mayor
deserción es la de adolescentes entre 13 y 16 años, quienes abandonan sus
estudios para buscar trabajo. Además, de la planta de 10.000 profesores, 20%
renunció. Por ello, y ante la angustia que genera esta realidad, el lema de Fe
y Alegría al día de hoy es “Ni uno menos”.
Tan desolador panorama es sin duda extrapolable a todo lo que es el universo de la niñez, la
adolescencia y la juventud en Venezuela al día de hoy; y muy particularmente,
lo que es su panorama formativo.
No se trata ya nada más de enfrentar un presente lleno de
escollos y complicaciones: se trata –y esto es lo más grave- de un mañana
embargado, porque la realidad del día a día, confisca también el derecho a estudiar, a formarse y a trabajar por un
futuro mejor.
¿Qué se puede esperar para el porvenir de un país que obliga
a sus menores a echarse a la calle a buscar un trabajo para subsistir, cuando
debería garantizarle los medios de vida que le permitan prepararse?
Porque tras esto hay una realidad demoledora: el ingreso de
los padres de familia no alcanza para sostener un hogar, ni siquiera si la
madre trabaja también.
La deserción escolar suena el campanazo de alarma: estamos
en niveles de la más elemental supervivencia. Estudiar parece ser un lujo que
cada vez menos niños, niñas y adolescentes se pueden dar.
Y la otra cara de la moneda es el abandono de las aulas por
parte de los docentes, sometidos a remuneraciones vergonzosas, que colocan en
niveles de desprecio a una profesión que es de las más prestigiosas y cuidadas
por la sociedad en muchas otras latitudes.
Que nuestros profesores tengan que ser incluso hasta
“bachaqueros” para poder sostener sus hogares, es otro llamado de atención
sobre cuán profundo es el deterioro de la sociedad en estos tiempos de
autodenominada revolución.
El sistema educativo venezolano se desmantela bajo la
indiferencia de las autoridades que deberían velar por robustecerlo. Esa misma
indiferencia que no mueve un dedo por solucionar penurias como la escasez de
alientos y medicinas, o la delincuencia desatada, males que diezman a los
venezolanos sin que nadie asuma responsabilidad alguna.
El asunto es que ya no solamente nos preocupa nuestro hoy,
sino también nuestro mañana. Que a fuerza de poner complicado el día a día, no
hay ya manera de pensar en un futuro, ni mucho menos de trabajar por él.
¿Hay planificación? ¿Existe? Porque parece que el “como vaya
viniendo vamos viendo” como manera de gobernar, ha terminado por permear a
todos los sectores de la sociedad, incluyendo al que debería ser más
celosamente preservado de la “tierra arrasada” que hoy vivimos: los más
pequeños.
Esos mismos que hoy vemos formados en las colas para
conseguir alimento, porque sus padres deben trabajar para poder pagarlos, o
incluso, quizá se encuentren en otra cola con el mismo fin. Y por ello no están
en el lugar que les corresponde: el aula.
Decía Rómulo Gallegos, nuestro novelista, educador y
político: “La obra fundamental del Estado es la educación. Gobernar es educar”.
Desde nuestro punto de vista esta es la fórmula. La prioridad de quienes
administran la nación debe ser cuidar y expandir el sistema educativo. Hacer lo
contrario, o simplemente dejar de hacer, es crimen de lesa patria.
Otro destacado docente criollo, Luis Beltrán Prieto
Figueroa, sentenció, en 1948, desde su puesto de ministro de Educación: “Formar
al hombre en la plenitud de sus atributos físicos y morales, ubicado
perfectamente en su medio y en su tiempo como factor positivo del trabajo de la
comunidad, tiene que ser la meta de un sistema educativo moderno.”
Es lamentable que el empeño de construir una nueva historia,
hecha a la medida de conveniencias pasajeras y no de la trascendencia de la
nación, nos haya hecho perder el acceso a las valiosas ideas de estos docentes
que se atrevieron a tomar el riesgo y la aventura de la política, movidos por
la pasión que les despertaba la posibilidad de un mejor país.
El desmantelamiento de la educación por la simple omisión de
cuidarla, parece la condena definitiva de Venezuela. Ya no hay presente ni hay
futuro si seguimos por este rumbo.
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