viernes, 31 de marzo de 2017

“Comiendo de la basura”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Es inocultable que el nivel de deterioro de Venezuela ha alcanzado niveles inimaginables, aún en nuestras peores pesadillas. Los desaciertos políticos han causado la debacle económica del país, y la prolongación en el tiempo de estos garrafales errores, ha ido minando irremediablemente la fortaleza que como nación tuviéramos alguna vez.

El superlativo de la desgracia que hoy padecemos gracias a la terquedad oficialista, ha llegado con la proliferación de venezolanos comiendo de la basura.

Una escena dantesca y dolorosa, impensable no hace mucho tiempo atrás, ahora no solamente existe, sino que se multiplica y prolifera, materializando así el fracaso de la autodenominada revolución.

No se trata de guerra mediática ni de campañas orquestadas por enemigos imaginarios. Se trata de todos lo hemos visto en la calle. Y lo hemos visto más de una vez, en lugares que no hubiéramos imaginado.

Unos 9,6 millones de venezolanos -casi un tercio de la población- ingieren dos o menos comidas diarias, y la pobreza por ingresos aumentó casi nueve puntos entre 2015 y 2016, a 81,8% de los hogares, según la Encuesta sobre Condiciones de Vida. Un 51,51% están en pobreza extrema.

Al 93,3% de las familias no les alcanza para comprar alimentos, mientras siete de cada diez personas perdió en promedio 8,7 kilos de peso en el último año, detalla el estudio mencionado previamente.

El fracaso de la propuesta que nos gobierna no es solamente contundente, sino humillante. ¿Qué pasó con la soberanía alimentaria? Una expresión que hoy suena a mal chiste.

¿Qué pasó con las fábricas de alimentos expropiadas, con las cadenas gubernamentales de ventas de alimentos como los Pdval y Bicentenarios? ¿Qué pasó con los novedosos CLAP? Porque la realidad grita que nada de esto sirvió.

La eterna reinvención de la rueda desde Miraflores no hace sino confirmar que toda esta farsa que hemos presenciado por ya casi 20 años, es un fracaso tras fracaso, una cadena de equivocaciones cada vez más patética que no se puede esconder ni con la negación ni con la creación de escenarios tan falsos como idílicos, a través de la costosísima maquinaria de propaganda del gobierno.

La estridente retórica roja no encuentra cómo esconder que escasean un 68% de los productos básicos y la inflación crece incontrolable, ya que, según el FMI, llegará a 1.660% en 2017.

El destino nos alcanzó. La economía no obedece a gritos y no acepta maquillaje alguno. Desde hace muchos años, venezolanos preparados advirtieron la debacle que se nos avecinaba de seguir por el mismo rumbo. No es triunfo alguno el haber tenido razón. Ojalá se hubiera escuchado y se hubiera rectificado. Pero no fue así y hoy vemos que las proyecciones más nefastas se quedaron cortas.

El sórdido destino de otras naciones petroleras, con enormes riquezas pero con pésimas administraciones, se repite en Venezuela. El petróleo no se sembró y es la gente quien hoy paga el error. Son justamente esas personas a quienes los gobernantes prometieron cuidar y defender, quienes hoy padecen. Y lo que es peor: son negadas, escondidas, acusadas de ser parte de una mentira desestabilizadora. Porque reconocer su existencia, sería el equivalente a afirmar que nada de esto sirvió. Que estamos parados en el medio de un garrafal error de 18 años.

Seguir negando la realidad es tan inútil como cruel. Porque se trata de negar la existencia de los venezolanos que han llegado a niveles extremos de pobreza, un grupo que sigue creciendo exponencialmente, en tanto y en cuanto la dirigencia roja sigue empeñada en adelantar un proyecto político que no tiene el menor asidero desde la lógica y cuyo accionar está al borde de quebrarnos como nación. Y la consecuencia no es otra que el hambre de la gente.

Para muchos, hemos tocado fondo, pero pensamos que no es así. En primer lugar, aún es mucho el daño que se puede hacer si seguimos por este rumbo desquiciado. Podemos ver cosas aún peores, aunque nuestra capacidad de asombro ya se encuentre devastada.

Pero, por otro lado, a pesar del enorme daño que se nos ha hecho como nación, también creemos que nuestra recuperación puede ser muy rápida, debido a las bendiciones de nuestro país, que siguen allí, aunque el momento negro que hoy transitamos nos impida verlas.

La cosa está en el cambio de rumbo, en el urgente golpe de timón. Un golpe de timón que la administración actual se niega a dar, mientras rechaza tozudamente que la avalancha de nefastas situaciones que sufrimos, sea verdad.

No atender el hambre del pueblo, porque la orden es decir que no existe, es una decisión genocida. Y la negación solamente contribuye a seguir hundiéndonos en una de las situaciones más dolorosas que como colectividad hayamos padecido.



viernes, 24 de marzo de 2017

“Democracia validada”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La validación de los partidos políticos ha sido uno de los más recientes artilugios creados por el oficialismo para intentar entorpecer el juego democrático venezolano. Y quizá, ninguna otra de sus invenciones había tenido un efecto búmeran tan contundente.

Porque es que, lejos de convertirse en lo que hubiera sido de esperarse: una herramienta para desactivar a la ciudadanía, terminó siendo un reto al espíritu democrático de los venezolanos. Pero sobre todo, sirvió para decantar qué es lo que sirve y qué no en el marco del enrarecido panorama político nacional.

Podemos hablar con propiedad de la experiencia vivida por Primero Justicia dentro de la llamada validación, ya que la observamos de primera mano.

El partido aurinegro convocó las firmas de casi doscientos mil venezolanos en todo el país, con lo cual no solamente cumplió con un trámite administrativo que pretendía ser engorroso, pero que se convirtió al final en un ejercicio de democracia. Solamente el primer día, 103.216 venezolanos 

También demostró su jerarquía y peso en el marco del panorama político nacional, y que es visto por la ciudadanía como una de las opciones de poder para reconstruir a Venezuela. La prueba terminó sirviendo para demostrar en quién confía la gente. Y más allá de eso, fue un reto para que todos salieran a ejercer un acto que permitiera demostrar un rechazo contundente a lo que hoy padecemos los venezolanos.

Y este gesto multiplicó por mil su valor, debido a que no fue fácil. Como era de esperarse, los obstáculos abundaron por el camino, para impedir que el proceso tuviera éxito. Pero ya sabemos que guerra avisada no mata soldado. Jamás ha existido en este gobierno –ni en el anterior, que en realidad es el mismo- algún proceso que se vincule a la manifestación de voluntad de la gente y que haya sido fácil.

La información oficial emanada de la tolda justiciera denuncia retrasos y entorpecimientos de la situación en diversos lugares del país, y con un patrón que deja ver que estamos muy lejos de una casualidad.

Muchas personas pasaron cinco o seis horas para validar y quedaron por fuera 20 mil ciudadanos que querían manifestar su voluntad de cambio. No hay explicación sensata para justificar que algunos venezolanos se tomaran hasta 10 minutos para validar, a menos que echemos mano a la única posible: operación morrocoy. Y esto fue lo que sucedió en el estado Nueva Esparta, por ejemplo.

Lara y Carabobo también fueron afectados por contratiempos provocados, con lo cual se reconoce ante el mundo entero que dichas entidades estaban dispuestas a ofrecer una respuesta inequívoca en este evento, y que solamente dificultando la expresión de la gente se podía intentar contener una derrota política y moral sencillamente inocultable. Pero ni siquiera con artimañas se pudo evitar. Todo el mundo salió a la calle y esa fue la mejor expresión de lo que pensamos en los cuatro extremos del territorio nacional.

Las metas de recolección de firmas para validar a PJ se cubrieron sobradamente. Algunas de las cifras de las que disponemos, son: Carabobo 102.13%, Amazonas 129%, Nueva Esparta 116% , Táchira 276%.

Para poner un ejemplo, en el estado Miranda, donde validaron más de 20 mil personas, se restaron tres máquinas y justamente fue en los municipios Sucre, Baruta y Chacao, altamente movilizados y con los más elevados niveles de rechazo a la gestión actual.

La inconformidad nacional se manifiesta diariamente a lo largo y ancho de Venezuela; pero esta convocatoria fue más allá y tuvo un efecto exactamente contrario al esperado. La respuesta masiva de la gente, ante un partido que representa la urgencia de cambio de los venezolanos, como lo es Primero Justicia, terminó de demostrar de qué lado está la inmensa mayoría nacional.

Aún haciéndolo de manera amañada, cualquier convocatoria a un acto de esta clase, termina sirviendo para que drene la ira, la frustración, el dolor y finalmente la urgencia por construir una Venezuela que sea diferente a la que padecemos.

Y quizá lo más irónico de este episodio, sea que sirvió para consolidar el paso de numerosos ex militantes de la tolda roja hacia las fuerzas alternativas democráticas. La cita fue para muchos, la oportunidad de manifestar su descontento con una estructura política que prometió defender sus derechos; pero que ha hecho cualquier cosa menos eso.

El retruécano que hábilmente se sacaron de la manga, terminó sirviendo para demostrar una vez más que el Emperador está desnudo. Porque, entre otras cosas, el proceso de validación ha permitido descubrir que unos cuantos de los partidos que acompañaban a la opción gobiernera eran simplemente cascarones vacíos, inorgánicos y sin masa que los respaldara. Ficciones para vestir de democracia lo que realmente no lo es.

viernes, 17 de marzo de 2017

¿Pan para hoy?

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

No debería sorprendernos para nada otra más entre tantas arremetidas autoritarias del gobierno, esta vez contra las panaderías. La colección de actitudes avasallantes contra los sectores productivos del país se pierde de vista desde hace rato.

Pero esta en particular – y muchas más- atentan directamente contra el sustento de los venezolanos y estrechan aún más la ya limitada supervivencia de quienes vivimos, o más bien sobrevivimos, en esta tierra.

Dentro de la dimensión desconocida que significan estos tiempos autodenominados “revolucionarios”, ahora resulta que nos encontramos en un episodio absurdamente bautizado como “Guerra del Pan”. Algo rematadamente ilógico, si tenemos en cuenta que las “armas” de los laboriosos panaderos no son más que harina, azúcar y agua… cuando consiguen.

Este nuevo capítulo, digno de los microprogramas radiales titulados “Nuestro Insólito Universo”, es explicado por el diario peruano “Gestión”, con la siguiente cita: “Panadería que incumpla, será ocupada por el gobierno y la vamos a entregar a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) para que las que se pongan a producir”.

Y la agencia internacional de noticias AFP relata al mundo: “El gobierno venezolano amenazó este domingo con expropiaciones para ganar ‘la guerra del pan’, un complot que atribuye a los productores para inducir la escasez del producto y generar malestar hacia el presidente venezolano Nicolás Maduro”.

Lo que parece una pésima pesadilla de mediados del siglo pasado, ocurre aquí y ahora. Un gobierno autoritario amenaza con la fuerza a los sectores productivos. No hay que leer o investigar mucho en la historia de la humanidad para saber los resultados de estas actitudes: contracción de la producción y finalmente, miseria.

Por ejemplo, la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro) alertó que la industria agroalimentaria venezolana opera a un tercio de su capacidad por falta de materia prima.

Es decir, se obliga a los establecimientos a vender en ciertas condiciones un bien que no pueden producir, porque no existen los insumos. Y si no cumplen, les cae todo el peso de la ley revolucionaria. La crónica de una muerte anunciada, parafraseando al Premio Nobel Gabriel García Márquez.

Lejos, muy lejos están quienes hoy administran el país, de entender que la economía no se moviliza a punta de órdenes y que ellas, por el contrario, son contraproducentes. Más aún cuando los errados modelos económicos que se aplican desde hace más de década y media, tienden a crear un embudo en el cual se atasca el flujo económico que es necesario para que exista abundancia de bienes.

Y nos referimos por ejemplo, al fracasado modelo de control de cambio, en el cual insiste el gobierno, rebautizándolo y maquillándolo, para que siga siendo igualmente engorroso e inoperante. Se trata sin duda, de una de las causas de las penurias nacionales que hoy sufrimos.

La intimidación y la persecución, aunadas a las enormes dificultades para conseguir la metería prima y al asedio de la delincuencia, han hecho desistir a muchos venezolanos con ganas de ser productivos, y mantienen contra la pared a otros que luchan hasta el final pero que pueden hacer muy poco; mientras quienes gobiernan se lavan las manos frente a las dificultades que ellos mismos generan y para colmo, tienen la desvergüenza de criminalizar a quienes son nada menos que sus principales víctimas.

Se amenaza con expropiar a las panaderías que no puedan producir. Pero resulta que la productividad es prácticamente un imposible en estas circunstancias.

Vamos al ya conocido escenario de las expropiaciones e imaginemos que el grueso de los establecimientos de pan pasan por ese calvario. ¿Qué se gana? Porque ya sabemos el destino de las empresas expropiadas, que están muy lejos de ser productivas.

¿O es que el rosario de expropiaciones vividas en la última década han servido para abastecer al país? Los venezolanos solamente vemos un retroceso alarmante de nuestra calidad de vida, al cual el liderazgo oficialista responde con la negación, la amenaza y la creación de un irreal escenario de país feliz a través de sus numerosos –y costosos- medios propagandísticos.

Dice el dicho: “Pan para hoy y hambre para mañana”. Bajo el terror y la amenaza, quizá se pueda crear una aparente burbuja de solución, que explotará en poco tiempo. Si a la situación explosiva se agrega la escasez de materia prima, dudamos que pueda existir pan incluso para hoy.

Ojalá la administración pública actual tuviera habilidad para producir soluciones de la misma manera que los hace con las amenazas. Ese es su verdadero trabajo, pero aún no lo entienden. Solamente avizoramos una profundización de la estrategia de agitar las aguas. ¿Cuál es la ganancia?

viernes, 10 de marzo de 2017

“Aulas vacías”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Con motivo de celebrar sus 62 años de existencia, la prestigiosa institución educativa Fe y Alegría dio a conocer un preocupante informe, en el cual destaca el alarmante incremento de la deserción escolar en Venezuela.

Vale acotar que Fe y Alegría se crea el 5 de marzo de 1955, como un movimiento de educación popular integral, promoción social, e inclusión, que con el paso de los años se ha convertido en un modelo educativo venezolano de elevada cobertura, capaz de traspasar fronteras.

Esta emblemática estructura formativa ha perdido 2 mil alumnos en un año. Noely Aguilar, directora de la red, relató que la mayor deserción es la de adolescentes entre 13 y 16 años, quienes abandonan sus estudios para buscar trabajo. Además, de la planta de 10.000 profesores, 20% renunció. Por ello, y ante la angustia que genera esta realidad, el lema de Fe y Alegría al día de hoy es “Ni uno menos”.

Tan desolador panorama es sin duda extrapolable a  todo lo que es el universo de la niñez, la adolescencia y la juventud en Venezuela al día de hoy; y muy particularmente, lo que es su panorama formativo.

No se trata ya nada más de enfrentar un presente lleno de escollos y complicaciones: se trata –y esto es lo más grave- de un mañana embargado, porque la realidad del día a día, confisca también el derecho a  estudiar, a formarse y a trabajar por un futuro mejor.

¿Qué se puede esperar para el porvenir de un país que obliga a sus menores a echarse a la calle a buscar un trabajo para subsistir, cuando debería garantizarle los medios de vida que le permitan prepararse?

Porque tras esto hay una realidad demoledora: el ingreso de los padres de familia no alcanza para sostener un hogar, ni siquiera si la madre trabaja también.

La deserción escolar suena el campanazo de alarma: estamos en niveles de la más elemental supervivencia. Estudiar parece ser un lujo que cada vez menos niños, niñas y adolescentes se pueden dar.

Y la otra cara de la moneda es el abandono de las aulas por parte de los docentes, sometidos a remuneraciones vergonzosas, que colocan en niveles de desprecio a una profesión que es de las más prestigiosas y cuidadas por la sociedad en muchas otras latitudes.

Que nuestros profesores tengan que ser incluso hasta “bachaqueros” para poder sostener sus hogares, es otro llamado de atención sobre cuán profundo es el deterioro de la sociedad en estos tiempos de autodenominada revolución.

El sistema educativo venezolano se desmantela bajo la indiferencia de las autoridades que deberían velar por robustecerlo. Esa misma indiferencia que no mueve un dedo por solucionar penurias como la escasez de alientos y medicinas, o la delincuencia desatada, males que diezman a los venezolanos sin que nadie asuma responsabilidad alguna.

El asunto es que ya no solamente nos preocupa nuestro hoy, sino también nuestro mañana. Que a fuerza de poner complicado el día a día, no hay ya manera de pensar en un futuro, ni mucho menos de trabajar por él.

¿Hay planificación? ¿Existe? Porque parece que el “como vaya viniendo vamos viendo” como manera de gobernar, ha terminado por permear a todos los sectores de la sociedad, incluyendo al que debería ser más celosamente preservado de la “tierra arrasada” que hoy vivimos: los más pequeños.

Esos mismos que hoy vemos formados en las colas para conseguir alimento, porque sus padres deben trabajar para poder pagarlos, o incluso, quizá se encuentren en otra cola con el mismo fin. Y por ello no están en el lugar que les corresponde: el aula.

Decía Rómulo Gallegos, nuestro novelista, educador y político: “La obra fundamental del Estado es la educación. Gobernar es educar”. Desde nuestro punto de vista esta es la fórmula. La prioridad de quienes administran la nación debe ser cuidar y expandir el sistema educativo. Hacer lo contrario, o simplemente dejar de hacer, es crimen de lesa patria.

Otro destacado docente criollo, Luis Beltrán Prieto Figueroa, sentenció, en 1948, desde su puesto de ministro de Educación: “Formar al hombre en la plenitud de sus atributos físicos y morales, ubicado perfectamente en su medio y en su tiempo como factor positivo del trabajo de la comunidad, tiene que ser la meta de un sistema educativo moderno.”

Es lamentable que el empeño de construir una nueva historia, hecha a la medida de conveniencias pasajeras y no de la trascendencia de la nación, nos haya hecho perder el acceso a las valiosas ideas de estos docentes que se atrevieron a tomar el riesgo y la aventura de la política, movidos por la pasión que les despertaba la posibilidad de un mejor país.

El desmantelamiento de la educación por la simple omisión de cuidarla, parece la condena definitiva de Venezuela. Ya no hay presente ni hay futuro si seguimos por este rumbo.

viernes, 3 de marzo de 2017

“Oídos sordos”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Ante la críptica conducta de los entes gubernamentales en cuanto a rendir cuentas en general, no nos queda a los ciudadanos otra alternativa que recurrir a las fuentes alternativas que nos puedan brindar particulares e instituciones reconocidas, para aproximarnos a un diagnóstico de cuál puede ser el verdadero estado del país.

Nos preguntamos si es simplemente una falta de difusión de los diversos indicadores, dados los adversos números que arrojan; o si hay algo más allá y es el hecho de que las autoridades nacionales ya ni siquiera se ocupan de medirle el pulso al país.

Y es que esto cabe dentro de lo posible, porque el conocer las cifras que configuran nuestra realidad en un momento dado, es el primer paso para tomar las medidas adecuadas y solucionar, remediar y salir adelante. Pero si no existe la voluntad para ello, ciertamente el diagnosticar cómo vamos no tiene caso alguno.

Por ejemplo, el siempre satanizado Fondo Monetario Internacional, afirma que los venezolanos sufren la inflación más alta del mundo, proyectada por dicho organismo en 1.660% para 2017; mientras el Banco Central de Venezuela reitera su conducta de mantenerse en mora con la difusión de este indicador.

Dentro de las instituciones que hacen sus propios estudios para diagnosticar al país que hoy vivimos, más allá de las lagunas insalvables de la información oficial, se encuentra la Cámara Venezolano Americana de Comercio, Venamcham.

Esta cámara tiene 65 años de existencia y reúne a más de mil empresas nacionales y multinacionales. Como ente encargado de cultivar el vínculo entre nuestro país y la nación norteña –uno de nuestros principales socios comerciales- una de sus labores es tener la mayor claridad posible en cuanto a la situación nacional, para así permitir a sus afiliados trazar estrategias que los lleven a seguir adelante en nuestra tierra.

Si bien las cifras que arroja el informe en cuestión –realizado por la firma Datos- son en sí novedosas, el escenario en general, tanto como las conclusiones, lamentablemente no sorprenden.

Nos pintan un deterioro pronunciado, cuyo avance no parece ser detenido por autoridad alguna; quienes –insistimos- no parecen tener el menor interés en el asunto.

Según refiere, nueve de cada diez venezolanos consideran que las cosas en el país “van mal” y la mayoría piensa que empeorarán. La marcha de la nación es percibida negativamente por 90% de los consultados y el 77% cree que su situación será peor en los próximos seis meses. El sondeo estableció además, que 95% percibe que su situación económica es peor hoy que hace un año.

Para 93% de los encuestados, sus ingresos alcanzan para adquirir la mitad o menos de la mitad de los productos que necesita para vivir. Un 48% dijo que puede acceder a “muy pocas cosas”. En tanto, 94% señaló la compra de comida entre sus tres principales gastos.

El pesimismo también se refleja en la cantidad de personas dispuestas a emigrar, en especial jóvenes: 77% de los consultados entre 18 y 21 años aseguró que se iría de Venezuela si tuviese la oportunidad. También lo haría 67% de las personas de 22 a 35 años.

El retrato de lo que somos hoy es desolador. Más allá de los hechos que se reflejan, quizá lo más alarmante sea la pérdida de la fe, de la esperanza y de la perspectiva de futuro. Y es que, ¿cómo puede pensar en un mañana quien ni siquiera tiene a su alcance la posibilidad  de resolver las necesidades de hoy?

Pero hay algo que inquieta mucho más allá de los hechos enumerados y es la actitud de quienes conducen el país ante estos hechos inocultables. Voltean la cara hacia otro lado, crean una realidad alternativa para llenar los canales de propaganda de la administración pública con un país tan idílico como inexistente, en el cual sobran los bienes y nadie emigra, por hablar apenas de dos de los males que nos arrinconan hoy.

No solamente es la deuda con la realidad, sino con el futuro. No solamente inquieta la reiterada negación de los hechos, sino que esta costumbre apunta a que no hay intención alguna de resolver. No solamente es irresponsable evadir la realidad cuando eres gobierno: la evasión implica que no hay intención de rectificar.