David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Orgullosamente, los medios de
comunicación afines al gobierno anuncian el incremento del bono alimentario
conocido como “cesta ticket” –incluso lo califican como “socialista”- de 63 mil
700 bolívares a 108 mil bolívares. Así mismo, se pudo conocer en la misma
ocasión el aumento de la unidad tributaria de 177 a 300 bolívares.
Por supuesto, desde la óptica
oficialista, toda esta información se presenta a manera de una colección de
logros. Y la vehemencia en defender estos hechos, nos invita a revisarlos, para
ver cuán enferma se encuentra nuestra economía.
Lo primero que llama la atención,
es el hecho de que, de esta manera, el grueso del ingreso de los trabajadores
venezolanos pasa a ser percibido bajo la modalidad de cesta ticket. El salario
mínimo se mantiene en 40 mil 638 bolívares; por lo cual el estipendio a través
de los cesta tickets casi lo triplica.
Entre las verdades que se intenta
que perdamos de vista, está el hecho de que el sueldo mínimo no alcanza para
nada, ni siquiera para comer, y esta es una de las verdades reveladas por la
desproporción entre el mencionado ingreso y el ticket de alimentación.
Por otro lado, recordemos que lo
percibido a través de los cesta tickets no entra en el cálculo de los
beneficios laborales, con lo cual el grueso del ingreso de los trabajadores
quedaría fuera de estas figuras que existen para protegerlo.
Por si fuera poco, el entregar
una proporción tan alta del ingreso en una figura que solamente sirve para
adquirir comestibles, nos hace preguntarnos: ¿qué sucede con las demás
necesidades de la gente? ¿Con el calzado, la ropa, el transporte, el techo?
Ya no hablemos solamente de lo
inalcanzable que es al día de hoy una vivienda propia para el venezolano, sino
también de la imposibilidad de costear incluso un alquiler. Del hecho del
hacinamiento de las familias, que deben convivir compartiendo una vivienda con
padres y hermanos, ante la imposibilidad de fundar un hogar propio, de cara a
la realidad social que hoy se vive en nuestro país.
El mismo incremento de la unidad
tributaria a casi el doble, es el reconocimiento explícito de la inflación que
asola al país y que el gobierno no ha podido atajar con órdenes ni con
decretos. Muy por el contrario, el indetenible aumento de precios tiene que ver
en mucho y definitivamente, con los desaciertos administrativos de quienes hoy
conducen al país.
Desde el miedo que crean con
declaraciones tremendistas hasta la persecución al aparato productivo, pasando
por las numerosas trabas burocráticas de la intervención del Estado en los
procesos de producción, todo lo que ha intentado hacer el gobierno para
supuestamente mitigar la agobiante inflación no ha sido más que intentar apagar
un incendio con gasolina. Y la las cifras nos remitimos, así como a la realidad
que hoy sienten los venezolanos en sus bolsillos.
¿Se puede ahorrar? ¿Se puede
pensar en apartar una parte del ingreso mensual con el fin de acumular la
inicial para un techo? ¿De dónde se sacaría este monto, si como el mismo
gobierno lo ha reconocido, prácticamente todo el ingreso mensual va a parar a
alimentos?
Otra de las esperanzas para el
venezolano era la acumulación de beneficios como utilidades y prestaciones,
para con ellos satisfacer esos otros bienes a los cuales tiene derecho, como un
vehículo o la misma vivienda. Pero bien sabemos ya que el monto referencial
para estos derechos laborales es mínimo con el nuevo sistema de remuneración;
con lo cual se anula de facto otra de las esperanzas que el pueblo tenía para
incrementar su calidad de vida.
Por si todo esto fuera poco, la medición
mensual que hace el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación
Venezolana de Maestros (Cendas-FMV), sobre el comportamiento del precio de los
alimentos, reportó que el precio de la Canasta Alimentaria Familiar (CAF)
alcanzó 544.990 bolívares en diciembre de 2016; con un aumento de 18,4 % o de
84.609 bolívares con respecto a noviembre de 2016.
Agrega el estudio que fueron
necesarios 20,1 salarios mínimos -que se encontraban en 27.092,10 bolívares
mensuales en el momento- para poder adquirirla. En lo referido a la variación
anual, se trata de un aumento de 482,3 % entre diciembre de 2015 y diciembre
2016.
Con estas demoledoras cifras que
avasallan todo lo anunciado por el gobierno, vemos que la realidad del
trabajador está literalmente en los límites de la supervivencia. Los aumentos
son literalmente, sal y agua.
Quienes hoy llevan las riendas de
nuestra economía están entrampados en sus propios disparates; pero lo que es
peor, insisten en arrastrar a los ciudadanos a un rosario de penurias que
podrían ser evitables si se deja de lado la terquedad y se piensa más en el
país que en un proyecto político inviable.