David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Por fin llegamos a un acuerdo
entre revolucionarios y fuerzas alternativas democráticas: estamos en
emergencia. Económica, sanitaria, y con unos cuantos apellidos más.
Lamentablemente, el acuerdo no tiene mucho mayor aliento, porque son enormes
las divergencias en cuanto a las causas y sobretodo, en las maneras de salir.
Y el tema se reflota cuando el
gobierno pide prolongar la decretada emergencia económica, ya que si bien
estamos de acuerdo en el nombre de la situación, seguimos sin conseguir puntos
de encuentro respecto a causas y soluciones.
Para comenzar, el oficialismo
parte de una premisa errada, lo cual anula cualquier acción posterior: siguen
empeñados en que la llamada “guerra económica” existe realmente.
Estamos donde estamos por una
serie de decisiones equivocadas del Ejecutivo que terminaron encerrándonos en
un callejón sin salida en el aspecto económico.
La reciente comparecencia ante el
Parlamento del vicepresidente ejecutivo de la República, Aristóbulo Istúriz,
abrió un nuevo compás de discusión sobre las causas y soluciones de esta
situación.
El representante del primer
mandatario nacional afirmó que la inflación se supera con producción. Esto es
muy cierto, aunque no es la única razón de la inflación. La impresión de dinero
inorgánico que se inyecta por toneladas a la economía es otra de las causas, y
el gobierno tiene que saberlo; pero está atrapado en su propia trampa de
tozudez.
Por otro lado, y para concordar
con el Vicepresidente, es un principio elemental el hecho de que al aumentar la
producción se eleva la oferta y los precios bajan. Ellos lo saben, nosotros lo
sabemos. Entonces, ¿por qué no se hace?
Más aún: ¿por qué el gobierno ha
jugado durante 17 años a cercar la iniciativa particular? A perseguirla, a
criminalizarla, a difamarla, a ponerle trabas, vericuetos y contratiempos, a
dejarla morir de mengua. ¿No era esta una práctica perversa que podía tener las
consecuencias que hoy sufrimos?
Se cayó una vez más en la vieja
práctica de comprar todo afuera, ya que ganábamos mucho por el petróleo; sin
importar que eso hiciera desaparecer a los productores nacionales. Ahora,
cuando los necesitamos, prácticamente no existen.
Dijo también el vocero del
gobierno que cree en “un modelo
productivo que ayude a mantener los logros sociales”. Sin duda, muchos creemos
en eso y es lo que debe hacer responsablemente cualquiera que apueste a la
sustentabilidad del país.
El problema está en que no se
pueden alcanzar ni mucho menos mantener los logros sociales sin una economía
productiva, que pague impuestos y que genere empleo; porque es un pretender que
la administración pública sea el mayor empleador del país, lo cual la
transforma adicionalmente en un monopolio, con todas las trabas que acompañan a
esta figura, sea pública o privada.
También se achaca la crisis a la
caída de los precios del petróleo. Es cierto, cayeron en barrena. Sin embargo:
¿por qué no se ahorró? ¿Por qué no se diversificó la producción en el país?
Todos sabíamos que esto iba a suceder más temprano que tarde.
El gobierno insiste en sus
“amistades peligrosas” en el ámbito internacional, mientras obvia por ejemplo,
el modelo de Noruega, del cual podríamos aprender mucho. Esta nación europea ha
ahorrado durante la época de las vacas gordas y ni se ha enterado de la crisis,
ya que tiene en sus arcas más de setecientos treinta mil millones de euros, el
equivalente a seis años de su presupuesto nacional.
Este fondo está invertido en
valores y en el sector inmobiliario, por lo cual no se lo están comiendo ni
matando a la gallina de los huevos de oro. Por otro lado, no se cayó en la
tentación de hipertrofiar el aparato estatal de ese país; por lo cual los vaivenes
petroleros tienen mínima incidencia en la administración pública. ¿Era muy
difícil imitar este modelo? Parece que sí.
Por ahí alguien dijo una vez que
no somos suizos. Tampoco somos noruegos. Pero desde la venezolanidad hay mucho
talento capaz de convertir a nuestro país en un Estado viable, partiendo del
conocimiento y la sensatez.
Por supuesto, de nada sirve
llorar sobre la leche derramada. El daño está hecho y estancarnos en
recriminaciones y culpas solamente nos haría perder el tiempo y el esfuerzo que
debemos dedicar a la reconstrucción nacional.
Sí, estamos en emergencia. Pero
no por las causas que señalan desde el oficialismo. Y también están errando en
las posibles soluciones. La retórica no sirve de nada, jamás ha servido. Quizá
esto no se notó antes porque la inacción y los errores quedaban sepultados ante
la avalancha de petrodólares. Pero eso ya es historia. La realidad nos alcanzó.
Si bien el empeño es el de
avanzar, no puede ser con las mismas recetas que nos hundieron. Nadie compraría
un pasaje en un barco comandado por el capitán del Titanic.
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