David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Es un viejo dicho popular ese que
asegura que mientras los sueldos suben por la escalera, la inflación lo hace
por el ascensor. Pero, como suele suceder con los lugares comunes, el hecho de
repetirlos no los desgasta; al contrario: más bien reafirma cuánto tienen de
cierto.
La realidad es que hemos visto
varios aumentos de sueldo en el último año, pero todos sentimos que cada vez
nuestro dinero vale menos y que dichos aumentos apenas alivian por un breve
lapso y en grado muy relativo las necesidades a cubrir.
Nadie puede negar que estos
aumentos decretados por el gobierno vengan cargados de las mejores intenciones;
pero ya sabemos que estas son las mismas que se encuentran en el camino al
infierno.
El asunto es que quienes hoy
administran a Venezuela están jugando a la antieconómica, y la gente se
pregunta por qué no escuchan a quienes saben de esto y les advierten que se
están comiendo la flecha en sus acciones.
En primer lugar, un aumento de
sueldos por decreto es por definición inflacionario, dado que se está exigiendo
a empresas e instituciones que no son productivas, erogar mayores cantidades en
nómina, lo cual invariablemente – en caso de la empresa privada- va a tener que
ser cargado al consumidor final, aumentando los precios.
Y en el caso de la administración
pública, sostenida por el petróleo y cada vez recibiendo menos dinero a través
del mismo, implica meterla en un callejón sin salida.
El asunto no es ordenar que se
les pague más a los trabajadores, sino ver qué hacemos para ser más productivos.
Desde esta tribuna nos hemos
unido a quienes hacen reiteradamente llamados a reforzar la menguada producción
nacional, entre otras razones para crear riqueza, para que la misma dinámica
productiva incremente la remuneración de los trabajadores al alcanzar la
prosperidad a través del trabajo.
Pero para ello se necesita un
concierto de la iniciativa particular y la administración pública en conjunto.
Naciones que han superado coyunturas mucho peores que las que actualmente
padecen Venezuela, solamente han salido adelante con la visión y acción
unificada entre todos los miembros de
sus sociedades. Si no remamos todos en la misma dirección, nos hundimos.
Y otro punto muy importante: el
gobierno debe enfocar acciones en el fortalecimiento y defensa del valor de
nuestro signo monetario. Si conseguimos una moneda que se mantenga robusta y
estable ante los vaivenes de la economía, podremos dejar en el pasado los
reiterados aumentos de sueldo, los cuales no hacen sino confirmar que el dinero
vale cada vez menos.
Otro factor de distorsión es el
desconocimiento del verdadero monto de la inflación en nuestro país. Desde
diciembre del año pasado, el Banco Central de Venezuela no publica las cifras
oficiales a pesar de las numerosas y reiteradas exigencias de quienes están
involucrados en el campo de la economía nacional y necesitan saberla para
presupuestarse.
En una alocución televisada, el
primer mandatario nacional aseguró que la inflación de este año rondaría el
80%, según le habían comentado. Y aseguró que los aumentos de salario de 2015,
superaban el 130%, incluyendo las mejoras hechas a través de los cesta-tickets.
Sin embargo, otros actores
económicos aseguran que el incremento de los precios para este año superará el
200%, con lo cual más bien queda un remanente negativo superior al 70% en
contra de los trabajadores venezolanos. He allí la respuesta de por qué “el
dinero no alcanza para nada”.
¿Cómo explicar de manera gráfica
lo que sucede? Pues echando mano de la frase que afirma que los precios suben
por el ascensor mientras los sueldos lo hacen por la escalera. Después de
revisar este escenario de las remuneraciones venezolanas versus la inflación,
no hay otra manera mejor de dibujarlo con palabras.
¿Cómo fortalecer nuestro signo
monetario? Con trabajo y con confianza. Con productividad, con la producción de
bienes y servicios que generen riqueza, paz y prosperidad. Con la
diversificación de nuestra industria nacional y con la apuesta a que sea
exitosa.
El fortalecimiento de la moneda –
y por consecuencia de la economía- no pueden ser temas tabú. De ello depende el
sustento de la gente y la satanización del tema, o su manejo a través de dogmas
ideológicos termina impactando en las despensas de las familias.
Y también es necesario, para
lograr sanear la vapuleada economía venezolana, implementar cambios de fondo en los discursos tanto como
en los hechos. Solamente con concordia, con paz y con conciliación un país
puede ser productivo y por ende, próspero.
www.daviduzcategui.com
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