David Uzcátegui
@DavidUzcategui
La noticia de las
elecciones presidenciales argentinas ha traído cola. En realidad lo hace desde
mucho antes, cuando se comenzó a perfilar lo que se jugaba: la continuidad del
proyecto kirchnerista, que había estado al frente del país por más de doce años,
o un cambio de rumbo a manos de una nueva alternativa.
La gente se decidió
por el cambio encarnado en Mauricio Macri. Argentina vio por primera vez que
los comicios presidenciales se decidieran en una segunda vuelta, lo cual fue
una prueba de fuego para la institucionalidad del país.
Y vale la pena
poner la lupa sobre los reacomodos que hubo en esta segunda vuelta. El hecho de
que en la primera, el oficialista Daniel Scioli haya ganado por un margen tan
estrecho, abrió la esperanza para la coalición opositora, que logró capitalizar
el descontento generado por el desgaste del prolongado mandato de los Kirchner
y remontar la cuesta para vencer, por estrecho pero indudable margen.
¿Cómo se
revirtieron los pronósticos que vaticinaban como invencible a la maquinaria
gubernamental? Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero sucedió. Y no se debe
tratar de un milagro, ni de un acto de magia –aunque de que vuelan, vuelan-
sino más bien de una conjunción de propuesta y trabajo por parte de la gente de
Macri, aunado al ya mencionado desgaste del prolongado mandato de Kirchner y
señora.
Porque esa es una
verdad incontrovertible, que a muchos políticos de oficio les cuesta aceptar:
los liderazgos se desgastan, los ciclos de poder no se pueden prolongar
indefinidamente. La propuesta política que hoy toca a su fin en la nación
sureña, tuvo su momento, lo vivió y lo agotó. Llega el momento de pasar la
página y es mejor aceptarlo. Punto a favor para la presidente que sale: haber
entendido que una despedida elegante es la mejor manera de asegurarse la
posibilidad de un regreso.
Hay otros puntos
que destacar, como por ejemplo el que Macri, exitoso alcalde de Buenos Aires
antes de aspirar a la presidencia, haya sumado voluntades a su alrededor para
poder superar –aunque por poco- a estatura del poderoso partido gobernante.
Toda victoria
debería implicar modestia; pero muy en especial la que conlleve márgenes
estrechos. Y por otro lado, toca ser inclusivo y amplio al gobernar, ya que el
gobierno saliente que pasa a ser oposición, cuenta también con un capital de
votos nada despreciable.
Capital que,
esperamos, tampoco sea sobrevalorado por los seguidores de los Kirchner, y que
se entienda la dimensión exacta de hacer oposición, sin caer en tentaciones de
estorbar al gobierno que se inicia, como una posible estrategia para allanarse
el camino de regreso a la Casa Rosada.
Renunciar al poder
no es fácil, y menos cuando se ha ejercido durante tanto tiempo, porque genera
costumbre. Los medios internacionales reflejan que los diálogos para la
transición gubernamental, si bien secos y tensos, se han mantenido en los
parámetros de la institucionalidad, como debe ser.
Sobre su política
exterior, dijo que intentará mantener buenas relaciones con todos, aunque no
comparta los criterios de algunos. Esperemos que así sea y que el gobernante a
estrenarse tenga como norte los usos de la buena diplomacia, que aleja de los
excesos y anima a la convivencia pacífica, es lo más sensato que se puede
hacer; aunque sin duda el cambio de signo en los gobernantes, reacomodará las
relaciones de la nación albiceleste.
Sobre este asunto,
al igual que sobre otros tantos temas que atañen a la conformación de un
gobierno, puede arrojar pistas la manera
como respondió Macri al ser consultado sobre su ideología, en la cual rechazó
amoldarse a cánones tradicionales: "Nuestra ideología es resolver, es
hacer, lo definiría como un desarrollismo moderno del siglo XXI".
Y abunda en cuanto
a la relación con otros países del
continente: "Queremos construir, afianzar buenas relaciones con
todos nuestros hermanos latinoamericanos y con el mundo", y agregó que
había recibido llamadas de felicitaciones de la presidente de Chile Michelle
Bachelet, de la mandataria brasileña Dilma Rousseff y del presidente uruguayo,
Tabaré Vázquez.
"Argentina
necesita intercambiar con todos los países para generar oportunidades",
fueron otras palabras bastante significativas, tras lo cual ratificó que su
primer viaje al exterior será a Brasil. Una decisión inteligente, por la
proximidad del país y por el enorme peso de la nación brasileña en el
continente.
Muchos interpretan
la victoria de Macri como la llegada de vientos de cambio al continente. Los
cambios siempre son bien recibidos, especialmente cuando la situaciones han
estado estancadas por mucho tiempo. Aún es temprano para vaticinar le alcance y
la dirección de esos cambios, hipotéticos, pero que sin duda sucederán. En todo
caso, el mundo, y especialmente América Latina, miran a Argentina y a su nuevo
presidente.