lunes, 14 de abril de 2014

Tiene que haber cambio

Hasta en las guerras, hay una pausa para dialogar. En la Venezuela actual tiene que haber una oportunidad para ello. Dialogar no significa claudicar las ideas, pero sí encontrar un camino que permita encontrarnos y reconocernos con quienes no piensan como nosotros. Con un solo objetivo: erradicar para siempre la violencia e intolerancia de la vida de los venezolanos, para crear condiciones económicas y sociales, que permitan a nuestro pueblo avanzar tranquilamente hacia el progreso y el futuro.

Con esa firme creencia asistimos esta semana a Miraflores, para sentarnos a hablar con quienes están en el gobierno, teniendo como testigos a los Cancilleres de Ecuador, Brasil y Colombia y al Nuncio Apostólico en nuestro país, Monseñor Aldo Giordano, porque sabemos, tal como lo creían Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela, que el diálogo es la principal herramienta de los movimientos que quieren justicia y que se niegan a utilizar como método la violencia.

Nuestro pueblo tuvo por primera vez en 15 años la oportunidad de escuchar, en cadena nacional de radio y televisión, otras voces. De contrastar entre dos modelos. Uno que se defiende a sí mismos y sus intereses, y el nuestro que habla de defender los intereses y la unión del pueblo. 

Venezuela es un país con más futuro que presente, aunque este gobierno insista en un discurso trasnochado y anclado en el pasado, con el que buscan dividir y no la solución de los problemas de los venezolanos. Nosotros insistiremos en temas tan sensibles como la inseguridad, escasez, alto costo de la vida y la crisis hospitalaria.

Nuestra obligación y responsabilidad será siempre ser la voz de todos a quienes hoy el gobierno les da la espalda. Ser la voz de los más pobres, quienes al final son los más afectados porque la Canasta Alimentaria está en 10 mil bolívares y el sueldo mínimo apenas llega a los 3 mil 300 bolívares. El valor de nuestra moneda (el bolívar que llamaron fuerte) se desplomó después de múltiples devaluaciones, pese a que prometieron no devaluar. Importamos más del 80% de lo que consumimos. Este gobierno todos los días hace más pobres a los pobres.

Si hay algún derecho que viola este gobierno, es el derecho a la alimentación. Hoy en Venezuela hacer el mercado es una odisea. Marcan en el brazo a los venezolanos, como si fueran animales, y tienen que hacer hasta 6 horas de cola para poder comprar alimentos, que cuando los consiguen cuesta hasta 4 veces más. La escasez cerró en marzo en 31% y los precios de los alimentos, según cifras oficiales, subieron 75% en los últimos 12 meses y en la práctica es aún peor. El modelo económico que está en la Constitución no se parece en nada al modelo que este gobierno está aplicando al país.

Nuestra Venezuela está muy mal, vivimos una situación sumamente crítica. A la crisis económica se le suma la crisis política y queremos que se resuelva la crisis, porque si esta situación se sigue agravando puede desencadenar en lo que no queremos. No queremos golpe de Estado ni estallido social. En nuestra Venezuela es urgente que los extremos rompan con el espiral de violencia. Nuestra misma Historia de Venezuela nos recuerda que en los momentos más difíciles al final los que se enfrentan, terminan sentándose en una mesa dialogando.

Gandhi, Luther King y Mandela, al igual que nosotros, no creían en la Ley del Talión, la misma del ojo por ojo, porque sabían muy bien que ese camino solo lleva a la destrucción de ambas partes.

Los venezolanos somos gente de paz y tenemos que buscarla, alcanzarla, que nos permita construir un país de todos.

Hay otros antecedentes en América Latina que pueden ayudarnos en el proceso de diálogo, es el caso del proceso que se llevó a cabo en Guatemala y El Salvador. Nuestro continente aun recuerda el Acuerdo de Paz de Chapultepec que fue firmado en enero de 1992, entre el Gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en México, que puso fin a 12 años de guerra civil en ese país centroamericano. Es bueno recordar que Venezuela desempeñó un papel importante en ese proceso de negociación.

Otro ejemplo es aquel discurso de Patricio Alwyn (con quien tuve la oportunidad de intercambiar ideas en nuestra visita a Chile) en el Estadio Nacional, el 12 de marzo de 1990, quien hablaba de la necesidad de restablecer el respeto y la convivencia entre los chilenos, cualquiera que fueran sus creencias, ideas o condición social, “sean civiles o militares”, palabras que le costaron el rechazo de la multitud presente. Sin embargo, Alwyn no se amilanó sino que espetó con más fuerza “sí señores civiles y militares, porque Chile es uno solo”, logrando la aceptación en el recinto. Alwyn y el pueblo chileno fueron capaces de construir la unidad de la familia de ese país, aceptando que la culpa de personas, no pueden comprometer a todos.

Tomó años para Venezuela para llegar a este punto, el camino es largo, pero está claro que dos mitades no hacen un país. Dialogar no significa claudicar las ideas, pero sí encontrar un camino para encontrarnos y reconocernos.

El diálogo debe comenzar con la liberación de los presos por motivos políticos, como Leopoldo López, Iván Simonovis, Enzo Scarano y Daniel Ceballos, y de todos los estudiantes detenidos; el regreso al país de los perseguidos por causas políticas; la restitución de la investidura de una de nuestras diputadas y el respeto a la función parlamentaria y al debate en el seno de la AN, que han sido vulneradas; el desarme de los paramilitares armados por el gobierno; detener toda censura de los medios; y comprometerse a respetar los derechos humanos de nuestro pueblo y, sobretodo, entender que la protesta pacífica es constitucional y que nuestros estudiantes así como todo el país tiene el derecho a expresarse. Hay miles de razones para protestar en nuestro país y el Gobierno no puede criminalizarlas.

Nicolás no puede seguir fabricando teorías de conspiración en la que anónimos intentan derrocarlo. Deben entender que esto cambia o el país revienta. La pelota está de su lado. Es su responsabilidad histórica poner fin a la violencia y la represión, y realizar los cambios para revitalizar la economía y respetar la Constitución y la democracia.

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