En Miraflores están tan acostumbrados a evadir sus
responsabilidades y a hacerse los locos con los problemas del pueblo que
el pasado martes, apenas unos minutos después del apagón que dejó sin
servicio eléctrico a las familias de catorce estados de nuestro país, ya
Nicolás estaba buscando a quién echarle la culpa en lugar de ponerse a
trabajar en las soluciones.
Lo demostraron una vez más: no están preparados para gobernar, están
incapacitados para los cargos que ocupan y muchos de los que se
mantienen allí enchufados están más pendientes de tapar las
sinvergüenzuras de sus compinches en lugar de trabajar por Venezuela.
Desde hace rato el país se les fue de las manos. Y aunque lo primero
que hacen es correr para ver con cuál cuento nuevo tapan las embarradas
que van dejando a su paso, a la gente no se le olvida la crisis en la
que nos metieron esta manada de ineficaces, con su politiquería y su
desgobierno.
El apagón no es sino uno más de los síntomas que dejan claro cuánto han enfermado al país.
La opinión pública sabe muy bien cuántos hicieron fortuna vendiendo
plantas eléctricas con sobreprecios, por ejemplo, y hoy se están dando
la gran vida lejos del desastre y con la complicidad de los políticos
del partido de gobierno. También es bien sabido que son varias las
demandas y averiguaciones que están en tribunales internacionales,
relacionadas con el despilfarro del dinero público y la cantidad de
trabajos de mantenimiento y construcción que no se llevaron a cabo
porque un grupito se robó esa plata.
El desgobierno de Nicolás será recordado así: fracaso tras fracaso y guiso tras guiso.
Lamentablemente, todo nuestro pueblo sufre las consecuencias de la
incapacidad gubernamental de esta gente. Sin importar a cuál partido
pertenece alguien ni por quién votó en unas elecciones, cuando las
desgracias empiezan a incidir en la vida de los venezolanos no hay
salvación debajo de ninguna franela roja. Porque un gobierno de bandidos
siempre es eso: una desgracia.
Y ahí es donde entran los perros de la politiquería a aprovecharse y a
intentar desmoralizar. ¡Pero que busquen en las filas de su partido!
Que se desmoralicen los culpables del desastre, porque quienes queremos
progresar con el país estamos, más bien, estimulados por el deseo de que
estas cosas no vuelvan a suceder jamás.
Como líder nacional de un equipo de trabajo comprometido con el país,
debo decir que nosotros sabemos que eso es posible. Tanto los apagones
como la inseguridad, el desempleo, el deterioro del sistema público de
salud, la crisis en la educación, la inflación y el alto costo de la
vida sí tienen solución.
Pero ya Nicolás y su combo han demostrado que ellos lo único que saben hacer es equivocarse.
Es evidente que desangraron a Corpoelec, así como también desangraron
a nuestras empresas básicas y a cuanto proyecto les ha caído en las
manos. Y durante más de catorce años hemos visto cómo se desaparece el
dinero que podría darnos a los venezolanos el país que merecemos, sin
apagones y con las inversiones en mantenimiento que son necesarias para
resolver la crisis.
Por primera vez en muchos años el problema económico superó al de la
inseguridad, que sigue teniendo cifras alarmantes. No es que la
inseguridad se resolvió, sino que lo que han hecho con la economía es
tan grave que ha dejado atrás a la cantidad de muertos que tenemos que
enterrar en el país por culpa de la violencia descontrolada.
Un gobierno hambreador e incapaz de defender nuestra vida, que además
ha puesto a la familia venezolana a pasar más trabajo que nunca, no
merece seguir llenándose la boca con la palabra Pueblo. ¿Cómo se atreven
a pedirle a sus militantes que den la vida por un proceso que es
incapaz de defenderlos a ellos?
Nuestro país merece cambiar y ese cambio depende de todos. Pero hay
muchos venezolanos chantajeados políticamente, secuestrados por los
poderosos y el miedo. Porque a este gobierno sus militantes ya no lo
respetan: o están resignados o le tienen miedo.
Nosotros estamos empeñados en devolverle a los venezolanos la
esperanza convertida en una verdad y yo sí pongo la vida en esa tarea.
Sin excusas y para todos por igual. Ninguna de las personas que tiene la
camisa roja está obligada a resignarse ni a conformarse. ¡Vamos a
despertarlos!
Yo les aseguro que se va a terminar la tristeza de ver a madres y
padres mortificados por la economía y por la inseguridad, muchachos que
creen que aquí sus sueños no se pueden cumplir, vecinos resignados y con
miedo. ¡En Venezuela ya nadie tiene que resignarse ni tener miedo, sino
empezar a levantarnos y a hacer lo que mejor sabemos hacer!
Y quien no lo esté haciendo todavía, debe empezar ya. Mientras leemos
esto, vamos a ir pensando quién es el vecino que está desanimado para
ir a ayudarlo a levantarse, quién es el familiar con la franela roja al
que vamos a invitar a sumarse a nuestra lucha para que logre las cosas
que quiere,
Ha llegado la hora de cambiar y de devolverle la esperanza al que la
haya perdido, al que se la hayan robado, al que se la tengan
secuestrada. Pero eso no podemos hacerlo sólo los líderes: esto no es
una campaña política y electorera: les estoy hablando del futuro de
Venezuela y eso nos incluye a todos.
¡Sigamos adelante sin miedo! Que Dios bendiga a Venezuela.
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