domingo, 30 de diciembre de 2018

“Trump y Venezuela”

Desde la muy convulsionada Venezuela, observamos al detalle cómo transcurre la presidencia de Donald Trump, ya que el mandatario estadounidense entró en el segundo tramo de su gobierno. A partir de aquí, definitivamente se juega la posible reelección en 2020, para la cual ya empezó a hacer campaña de forma no tan velada.

Y por supuesto, nos preguntamos cuáles serán sus acciones de cara a Venezuela en este año 2019 que está por empezar y que es decisivo para alcanzar su ansiado segundo mandato.

Las hipótesis y las especulaciones están en el aire; pero lo cierto es que, para empezar, tiene un muy complejo panorama interno que atender. Y eso, para cualquier político con dos dedos de frente es prioritario. Veamos el tamaño de la lista de asuntos pendientes al imaginarnos una nación de cincuenta estados y más de trescientos veinte millones de habitantes.

Recordemos para empezar, que acaban de suceder las muy importantes elecciones de medio término, que renuevan al poder legislativo a mitad de los mandatos presidenciales en Estados Unidos. Y como suele suceder, el partido de gobierno pierde cuotas de poder por el desgaste de sus dos primeros años, por desencantos y expectativas que no se cumplieron.

Si bien el trumpismo mantiene el control de la Cámara Alta del Congreso bicameral, la Cámara Baja pasó a tener una mayoría opositora. Esto se puede interpretar como un ligero “tirón de orejas” del electorado al primer magistrado. Aún confían en él, pero la luna de miel ya pasó. Ahora exigirán más resultados y no hay cheques en blanco. Si en este segundo tramo de dos años de su mandato se sigue desgastando la percepción positiva, podría haber reveses en el año 2020.

De cara a esta realidad, los servicios noticiosos de la Voz de América (VOA) predicen que “el año que viene, sin un control completo de los republicanos del Congreso, y con un ojo en llegar a la campaña de reelección, Trump podría estar más interesado en llegar a algunos acuerdos con los demócratas”. Sería toda una novedad para el empresario acostumbrado a hacer su voluntad; pero también será un aprendizaje de oro en su carrera política. Porque de eso se trata: de respetar, negociar y convivir.

Sin embargo, revisando los escenarios posibles, existen percepciones más turbulentas. ¿Podría la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas, intentar poner en marcha un juicio de destitución del presidente estadounidense, basándose en los hallazgos del investigador especial Robert Mueller?

"Creo que es más bien probable que ese procedimiento sí se lleve a cabo", predice Allan Lichtman, politólogo de la American University en Washington, citado por los servicios noticiosos alemanes Deutsche Welle (DW).

En segundo lugar, la lista de asuntos externos es también nutrida. Sin duda, va a tener que jerarquizar y apuntar -por supuesto- a los que refuercen su objetivo de la reelección. Más de uno va a quedar rezagado, esa es la verdad.

Sin embargo, también hay algo cierto: como bien dicen los especialistas en encuestas, la popularidad jamás es una foto fija, se mueve hacia arriba o hacia abajo permanentemente.

Dependiendo de esos movimientos, la administración Trump podría priorizar algunos asuntos y dejar engavetados otros, a discreción y según sus asesores piensen que traen beneficios o perjuicios. ¿Será Venezuela una ficha en ese tablero?

"Trump es un gran protagonista de la actualidad, y nos queda para rato. Sus desafíos serán la economía y la Cámara de Representantes", explicó en el analista internacional John Müller al sitio web “Pauta”, sobre la segunda mitad del mandato del actual presidente de Estados Unidos.

Müller considera que Vladimir Putin, los líderes europeos y Kim Jong-Un han protagonizado reuniones con el gobernante norteamericano con dispares resultados. "Trump le dio un gusto al líder norcoeano al reunirse con él y darle una relevancia internacional que muy poca gente tiene. Lo mismo no puede decirse de Putin", añadió.

Rusia considera "muy necesaria" la celebración en 2019 de una reunión entre los presidentes ruso, Vladímir Putin, y estadounidense, Donald Trump, tras la cancelación de las dos citas previstas en los últimos meses.

"Consideramos y seguimos considerando que es necesario un contacto con formato amplio, agenda fija y participación de delegaciones de ambos países", dijo Serguéi Riabkov, viceministro de Exteriores ruso, a la agencia oficial RIA Nóvosti. Una relación con altibajos, entre una supuesta simpatía personal entre ambos mandatarios, minada por los complejos intereses encontrados de sus respectivas naciones.

¿Y Venezuela? Por ahora no aparece en las agendas prioritarias. Sin embargo y de un momento a otro, todo puede cambiar. Así es la política internacional.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
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viernes, 21 de diciembre de 2018

¿Montaña rusa o ruleta rusa?

El año que temina ha desafiado la capacidad de asombro de los venezolanos ante las inéditas situaciones que hemos presenciado en nuestro país. Especificamente en lo económico, hemos llegado a cosas jamás imaginadas cuando de adversidades se trata.

Sin duda hay que comenzar hablando de la reconversión monetaria, la segunda en una década, que lamentablemente cumplió con los más nefastos presagios.

Alguna vez dijimos que la medida en sí era correcta, de cara a los montos inmanejables de dinero que había que gastar para comprar los más elementales recursos de subsistencia.  Había que convertir esas cantidades insólitas en montos manejables.

Pero también dijimos que, si no se saneaban numerosos aspectos errados del manejo económico nacional, la nueva moneda sería sal y agua en meses. En realidad, sucedió a velocidad de montaña rusa.

Demás está decir que a estas alturas del partido, la ciudadanía ha perdido la confianza en bolívar soberano, el nuevo signo monetario; tanto o más que en su predecesor, el ya fallecido bolívar fuerte.

Y por si fuera poco, ya tampoco se consigue a alguien que crea en la capacidad de quienes administran actualmente nuestra nación, para conjurar la crisis y colocarnos nuevamente en la senda del añorado crecimiento.

El Fondo Monetario Internacional, organización financiera de referencia mundial,  ya no prevé una caída del Producto Interno Bruto de Venezuela del 15%, como hace medio año, sino del 18%. Y otra del 5% para 2019; y otra del 1,5% para 2020.

Sabemos que las cifras emitidas por ese organismo no suelen ser del agrado de quienes hoy ostentan el poder. Y se podrán hacer muchas críticas a esa institución, algunas acertadas, otras no tanto. Pero lo cierto es que sus mediciones referenciales son de aceptación mundial y difícilmente refutables.

De hecho, el Banco Central de Venezuela había dejado de publicar los índices referenciales en una cantidad de asuntos en los cuales debe hacerlo. No sabemos si esta actitud se debió a lo inmanejable de las cifras o a que era mejor no hacer públicos unos números tan sombríos.

Sin embargo, ante la presión internacional, las cifras reaparecieron. Y superan los peores temores. Efectivamente, es el mismo BCV quien reconoció, el pasado mes de noviembre, una contracción del 17% para este año en nuestra economía.

Y lo hizo porque no podía permitir que la falta de información sobre nuestras finanzas cerrara las líneas de crédito a la nación, en momentos en los cuales al gobierno le urge mantener abiertas todas las fuentes de financiamiento, ante los crecientes reveses de nuestra economía.

En el mismo informe, las cifras oficiales del BCV ubican la inflación al cierre de 2017 en 860%, una cifra conservadora, si se considera que el pronóstico del FMI la contabilizó en 2.818%, y la agencia de información financiera Bloomberg proyectó un 1.718%. 

Sea cual sea la cifra que tomemos como cierta, quedamos del mismo modo en el limbo de las espirales inflacionarias más notables de la historia y cumplimos con el dudoso honor de estar entre las cifras de inflación más altas del siglo XXI, cuando el fenómeno parecía estar cada vez más relegado a la centuria pasada, producto de guerras y de pésimos manejos económicos que se han superado con estudio y conocimiento, y que cada vez son menos frecuentes en el planeta.

Como dato adicional, el organismo señala que la inflación cerrará en 1.370.000% este año, pese a que ellos mismos habían calculado en julio que sería de un millón por ciento.

Para poner la guinda a la torta, el FMI, en su informe de perspectivas económicas globales que se difundió recientemente, indica que prevé que Venezuela tendrá en 2019 una inflación de 10.000.000% con una reducción del producto interno bruto de un 5% y proyecta que la economía caerá en un 18%.

Agregan que “Se espera que la hiperinflación de Venezuela empeore rápidamente, impulsada por el financiamiento monetario de grandes déficits fiscales y la pérdida de confianza en la moneda", según reseña la agencia de noticias española EFE.

Sin embargo, mucha gente dice que para qué sirven estas cifras, que no se sienten reflejados en ellas. Y tienen su buena parte de razón. Las urgencias, las carencias, las necesidades y las frustraciones no se pueden pintar en números.

En lo que sí coinciden cifras y sentimientos, es en la grandilocuencia. Los números son absurdamente altos, como también lo es la rabia y la impotencia ante la inacción de quienes ocupan puestos de poder, cuyo deber es sacar a la nación de este agujero sin fondo, de esta ruleta rusa en la cual sabemos que cada decisión errónea en materia económica puede traer la detonación fatal contra cualquier posibilidad de salir adelante y hundirnos en abismos mucho peores.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
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viernes, 7 de diciembre de 2018

“Ahora le tocó a México”

Entre las naciones de nuestra región latinoamericana que han cambiado recientemente de gobierno a través de procesos electorales democráticos y pacíficos, le acaba de tocar a México.

La nación azteca vio días atrás, la toma de posesión -o de “protesto”, como ellos la denominan- de un nuevo mandatario, esta vez se trata del controversial Andrés Manuel López Obrador.

Y es que todo lo que ha rodeado al presidente en funciones, ha sido objeto de diatribas, no solamente en la opinión pública mexicana, sino en la internacional.

López Obrador ha sido señalado de escorarse demasiado hacia la izquierda, así como de mantener vínculos amistosos y de afinidad ideológica con colegas que han implementado gobiernos populistas y de absoluta inviabilidad económica, lo cual hace temer sobre la posible dirección de su desempeño al mando de la primera magistratura mexicana.

La reconocida periodista y bloguera cubana Yoani Sánchez, presenció en la población de Juchitán de Zaragoza, uno de sus discursos y esto es lo que recoge en sus impresiones, publicadas en un artículo de su autoría:

“Curtida en la oratoria de los populistas, aquel día me pareció encontrar en su alocución los manidos giros del lenguaje usados para buscar el aplauso y obtener de los convocados una respuesta más devota que reflexiva. Recuerdo haberle oído decir que construiría ‘carreteras de concreto’ y que haría de la zona un ‘parque industrial’. Habló de dar empleo a todos, de elevar los salarios y de acabar con la pobreza de la zona”.

Y agrega: “Sentí que había estado frente a una representación teatral, calculada pero torpe, una escenificación profesional que a mis oídos de ciudadana nacida y crecida en un autoritarismo le sonaba conocida y peligrosa”.

No es para nada desconocida la antigua y muy utilizada técnica de decirle a los electores lo que quieren escuchar. Y para los cultores de esta manera de hacer campaña electoral, mientras más, mejor.

Parece haber sido el caso de AMLO (como se conoce popularmente al presidente en México, por sus iniciales), quien se ha vendido a sí mismo como la solución a todos los males de la nación, que ciertamente no son pocos.

Y eso es lo que inquieta. Que, ante un callejón sin salida, la ciudadanía se decante por un cambio, sin calibrar muy bien los parámetros del mismo. Que a fuerza de tanto querer creer, termine creyendo en lo increíble. O, como un chiste cruel que ha circulado recientemente en las redes sociales: que la cigarra, movida por su odio hacia la hormiga, vote por el insecticida. Y este las extermine a ambas.

Afirmar que este es el caso mexicano sería precipitado, aunque las señales tampoco dejan de ser inquietantes. Un país asediado por la corrupción, la violencia y las desigualdades, sin duda se decanta por el voto castigo, una de las características de las más recientes elecciones mexicanas.

Y se trata también de un caldo de cultivo para imaginar soluciones drásticas en manos de una sola persona, a quien se le confiere una serie de características que con poca probabilidad se puedan reunir en un solo ser humano.

Por la otra parte, no falta quien quiera surfearse la ola de semejante tormenta perfecta, vendiéndose a sí mismo como el hombre indicado para el momento histórico. Y AMLO es, sin duda, un político veterano y astuto.

Pero hay quien nos ataja y nos dice que no nos precipitemos. Y quienes nos alegan en este sentido, prefieren apostar a que justamente, por su complejidad histórica, social, cultural y política, México es un país menos fácil de controlar con esos libretos elaborados.

El mexicano, curtido en una historia difícil, puede estar dispuesto a confiar; pero será un juez riguroso si detecta un desvío de las maneras democráticas.

Y López Obrador también ha ejercido previamente cargos de elección popular, de los cuales ha salido medianamente bien librado. Sin destellos de excelencia, pero también sin haber cometido excesos lo suficientemente escandalosos como para cortar su propio camino hacia la oficina presidencial de Los Pinos, en el cual se ha empeñado desde siempre, al punto de limpiarse el polvo de sus anteriores derrotas electorales en comicios a la presidencia y sencillamente seguir adelante.

Un gesto que tranquiliza es el saludo con el presidente estadounidense, Donald Trump, en un momento cuando la crisis migratoria hierve, y cuando Trump ha reincidido en sus deseos de levantar un muro limítrofe, algo que muchos ven alejarse tras el triunfo de sus opositores en la cámara baja del Congreso.

Lo prudente será darle tiempo al tiempo, porque también se da el caso de mandatarios que llegan al poder sobre discursos altisonantes y bajan el tono ante el cable a tierra de la realidad. ¿Será este el caso de AMLO?

David Uzcátegui
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