No es secreto para los
venezolanos el hecho de que cada vez cuesta más desplazarse en el país. Y
también sabemos que esta dificultad se debe a que el parque automotor público y
particular enfrenta cada vez más contratiempos para su debido mantenimiento.
En las rutas de autobuses, por
ejemplo, cada vez es menor la cantidad de unidades que circula para cubrir la
demanda, y el pasajero avezado se da cuenta del hecho de que muchos de los
choferes comparten los problemas que confrontan para encontrar las refacciones
necesarias. A la dificultad para ubicarlas, se suma el hecho de que, cuando se
consiguen, muy probablemente los precios se encuentren fuera de su alcance.
Los usuarios particulares padecen
exactamente el mismo panorama, por lo cual entienden en forma meridianamente
clara y de primera mano, las dificultades del asunto.
Todos tenemos algún familiar o
vecino que ha debido dejar estacionado su vehículo ante la imposibilidad de
repararlo, sea por los costos del trabajo o por la imposibilidad de localizar
las autopartes necesarias.
Y estos conductores frustrados
pasan a engrosar la lista de peatones que confían en un transporte público que,
a su vez, enfrenta sus propios contratiempos, con lo cual la demanda aumenta
mientras la oferta baja.
Incluso estamos viendo cómo se
está subsanando la operatividad de ciertas rutas con la utilización de camiones
no aptos para el transporte de pasajeros, los mismos que muchos abordan
pensando quizá que “algo es algo, peor es nada”.
Es otro círculo vicioso que se
está produciendo en nuestra nación, el cual también tiene otra arista: por más
que se controlen y regulen los precios de los pasajes en unidades públicas,
para una importante cantidad de venezolanos, el gasto mensual en movilización
se hace prácticamente incosteable por sus bolsillos.
No es poca la inquietud que crea
el hecho de que cada vez se dificulte más desplazarse en estas latitudes. Y es
que, evidentemente, este contratiempo incide medularmente en la productividad,
tanto de cada ciudadano como del país en general.
Y como sucede con muchas de las
situaciones que debemos enfrentar en la actualidad, el peor error es verlas
como hechos aislados. Hay que buscar entenderlas como parte de un todo, a ver
si así podemos comenzar a transitar el camino hacia las soluciones.
Por ejemplo, el hecho de que cada
vez se encuentren menos autopartes, tiene mucho que ver con la manera en la
cual se ha conducido la economía en los últimos años.
Primeramente, debemos recordar
que en algún momento produjimos en nuestra tierra una buena cantidad de los
elementos que componen un vehículo, y que esa productividad bajó
sustancialmente.
El desestímulo a la actividad
particular tuvo mucho que ver con eso, así como la masiva importación de todo
lo que fuera posible importar, a precios de una u otra manera subsidiados, que
terminaron por ganarle la partida a lo que se fabricaba en la plaza local.
Luego, ya muchos lo sabemos
también, el engorroso sistema cambiario múltiple, un cuello de botella que ha
dificultado la importación de refacciones para suplir de alguna manera lo que
se necesita en el mercado local, y que llega por cuentagotas.
Y finalmente, el asunto de los
precios. Sea por la causa que sea, lo poco que se consigue es incosteable para
trabajadores del volante o profesionales que intentan mantener operativos sus
automóviles particulares.
Todo esto, es consecuencia de
haber anclado nuestra dinámica económica a la confianza en los altos precios de
un bien tan volátil como lo es el petróleo; el cual, al caer en sus
cotizaciones, dejó a la vista lo endeble de la apuesta que se hizo a un modelo
que no podía tener largo aliento.
Quizá, más que proponer
soluciones para el asunto que abordamos hoy, y que está bajando paulatinamente
la velocidad de marcha del país, debamos seguir insistiendo en ver la situación
como un todo con muchas ramificaciones, de las cuales hoy estamos mencionando
apenas una.
Desmontaje del control cambiario,
discurso que genere confianza –obviamente apuntalado con hechos contundentes-,
convocatoria a todos los sectores productivos de la sociedad, son algunos de
los puntos a abordar para desatascar el progreso en Venezuela. Un progreso que
se ve comprometido al tener que desgastarse sorteando contratiempos de
transporte, como los que hemos enumerado hoy.
De la movilidad nacional depende
en mucho la prosperidad y el bienestar del país. Es por ello que nos parece
imprescindible tocar hoy este tema, ya que, en la medida en que se complique
más la situación, el rebote en distintas áreas que comprometen el bienestar de
la gente, se hará sentir más. Y en sentido contrario, en tanto se consigan
soluciones que aceiten la maquinaria del transporte, más oxígeno se traerá al
aparato productivo nacional.
David Uzcátegui
Twitter:
@DavidUzcategui
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