Los vaivenes de un nuevo intento
de diálogo entre quienes gobiernan el país y los representantes de las fuerzas
alternativas democráticas, han sido, por supuesto, objeto de polémicas.
Y no es para menos, cuando nos
estamos jugando de manera tan crucial el futuro del país y parece que cualquier
maniobra es extremadamente delicada, pero también es cierto que hay que
avanzar, tomar riesgos, porque estamos en puertas de perder mucho más de lo que
hemos perdido hasta ahora.
El diálogo como tal, es un
término y un mecanismo político que parece lucir hoy como desacreditado, vista
la frustración acarreada por los intentos previos y sus muy escasos resultados.
Entonces, se preguntarán muchos:
¿por qué seguir insistiendo?
Pues, básicamente, porque esta
inmensa mayoría de país que presiona urgida por un cambio, no se puede quedar
de brazos cruzados. Porque el cambio es tan vital como impostergable, y porque,
sea como sea, debe pasar por el instrumento del diálogo. En dos palabras,
descalificar el diálogo por sí mismo, es implosionar el puente de salida de
esta crisis.
Imaginemos cualquier escenario de
cambio. De un cambio que se tiene que producir, por la inviabilidad de todo lo
que está sucediendo actualmente en Venezuela.
Supongamos que este proyecto
político aparatosamente derrotado por las incuestionablemente trágicas
realidades que ha generado, entienda por fin que se debe pasar la página de la
historia.
¿Cuál es el paso del día
siguiente? ¿Cómo cerramos esa caja de Pandora que no se ha debido abrir jamás?
¿Cómo se pone de nuevo en marcha el país paralizado, esta vez hacia donde debe
ser? ¿Cómo se manejan las innumerables heridas que ha dejado esta etapa
desatinada y trágica de nuestra historia?
Lo cierto, tras hacernos todas
estas preguntas, es que, hoy o mañana, de una forma o de otra, el diálogo como
tal debe producirse, gústele a quien le guste y duélale a quien le duela.
Al momento actual y a la hora de
escribir estas líneas, el más reciente proceso de diálogo está detenido, por
presuntos incumplimientos de una de las partes, que impiden que estén dadas las
condiciones para proteger los intereses de la enorme y mayoritaria masa de
venezolanos que clama urgida por una solución a la etapa más adversa de nuestra
historia republicana.
Creemos que este es el trabajo.
Diálogo no es entrega. Diálogo significa también firmeza y exigencia. Diálogo
implica garantías. Diálogo quiere decir que hay condiciones mínimas que
cumplir, no renunciar a derechos inalienables, empezar a restaurar y a sanar y
jamás, de ningún modo, crear nuevas heridas.
Hacia adentro de la coalición
opositora, tenemos el más absoluto derecho de debatir, e discutir, de exigir.
Pero no podemos perder de vista jamás ni nunca que necesitamos una dirigencia,
una representación. Que hemos logrado fortalecer esta coalición imprescindible
para traspasar la adversidad que transitamos.
En síntesis, los desencuentros
con el instrumento de diálogo como herramienta para salir adelante, no pueden
pasar jamás por descalificarlo per se, ya que sería echarnos a nosotros mismos
la soga al cuello. Sería hacer un bypass a un elemento medular y fundamental de
la transición que, por el avance mismo de la historia, tiene que producirse.
Se entiende la rabia, se entiende
la ira, se entiende la frustración y la tristeza, amén de la incredulidad que
ha ganado a unos cuantos.
Pero hay que ver hacia dónde
canalizamos correctamente todo ese sentimiento adverso. Porque sí se puede
hacer algo con él. Y mucho. Pero en el sentido constructivo de corregir los
errores del pasado y de seguir delante de manera más eficaz y eficiente.
No puede ser pensando en
dinamitar alternativas que nos favorecen a todos –incluyéndonos, por supuesto-
y mucho menos, propiciando por acción u omisión el encierro en un callejón sin
salida de quienes navegamos en el mismo barco.
Cabe una vez más la pregunta:
¿cuál es la alternativa que se plantea? Porque la respuesta suele ser el
silencio, o disparates que van desde lo inviable hasta lo nocivo. Y entonces
volvemos al rumbo de corregir lo que no funciona, pero seguir adelante en lo
que ya hemos avanzado.
Condiciones, sí. Y es lo que se
trabaja en este momento. Y es la creación de las mismas la que nos permitirá
decir algún día que valió la pena. Lo que nos mantiene en la fe de que podemos
salir de esto y hacerlo de la mejor manera posible.
Y no solamente eso. Cuando por
fin llegue el mañana a Venezuela, cuando definitivamente podamos comenzar a
hablar en pasado de esta monumental equivocación, el instrumento del dialogo
también va a ser necesario para la reconstrucción y reunificación nacional,
como lo demuestran tantas otras naciones que han superado encrucijadas
similares a la que hoy nos está tocando a nosotros.
David Uzcátegui
Twitter:
@DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
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