David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Los adversos resultados de la más
reciente justa electoral para escoger gobernadores, han dejado a Venezuela con
un mal sabor en la boca. Y es que el agotamiento por la tensa situación que
vive el país se siente en el aire, especialmente tras unos comicios sin
brújula, que han profundizado las fracturas nacionales.
Los resultados adversos para las
fuerzas alternativas democráticas no solamente han traído desaliento, sino
enfrentamientos. Porque la resaca post electoral nos ha encontrado buscando
culpables en el vecino, atentos a quién nos pueda servir para descargar la
frustración y la rabia.
Mientras unos culpan a la
abstención, otros lo hacen con el fraude. Y parcialmente hay razón de lado y
lado.
Lo importante, lo más urgente, es
detener de inmediato esta polémica fratricida que nos aleja de nuestros
objetivos como nación a paso de vencedores.
La vorágine política de los
últimos meses, alimentada por la adversa situación económica, ha desatado
pasiones mal enfocadas que nos hacen canibalizarnos entre nosotros. Y eso, hay
que reconocerlo.
La Unidad, ese baluarte para
lograr nuestras metas, está seriamente golpeado. Se había logrado tras años de
ensayo y error, de conversaciones, de afinar estrategias, de aprender a
convivir con quien no siente ni piensa igual, pero tiene el mismo objetivo
legítimo que nosotros.
Y obtuvimos victorias políticas y
electorales. Y logramos ponerle un muro de contención a un poder avasallante
que, de manera irracional, buscaba arrasar con todo lo que no fuera igual a él.
Y también es importante en este
momento tener ese referente. Porque hemos hecho las cosas bien en el pasado, a
costa de “sangre, sudor y lágrimas”, como diría Winston Churchill.
Pero también hay que reconocer
que ese accionar correcto, se ha diluido en enfrentamientos, en imprecisiones,
en extravíos y atajos.
Son múltiples los factores que
desembocaron en el revés actual. Y el primer paso para superarlos, es
detectarlos y asumirlos.
El “sistema fraudulento" es
una entelequia mágica para buscar justificaciones simplistas, que no es la
explicación más acertada para toda una serie de situaciones irregulares que
rodean los procesos electorales.
Recordemos la acumulación de
poder en manos del Ejecutivo y la presión a los empleados públicos, los cambios
de centros de votación, la propaganda a través de medios del Estado aunada a
las estrictas regulaciones para los canales de exposición de los candidatos de
la Unidad.
El ventajismo oficialista está a
ojos vista y no tiene pudor alguno. Más que un “fraude” –entendido como voltear
unos números-, se trata de una compleja construcción de factores que inclinan
la balanza a favor del brazo fuerte sin el menor recato.
Luego, del lado nuestro, han
sucedido muchas y cosas muy lamentables. Los desfases entre dichos y hechos,
los llamados contradictorios a la calle y a votar, el desconocimiento del
gobierno, cambiando al otro día por una campaña electoral, denotan que ya no
estamos unidos, como en los tiempos cuando ganábamos espacios a favor de la
democracia.
La gente no ha perdonado estas
contradicciones. Y tampoco ha perdonado el no ser escuchados.
No podemos creer en caudillismos
encantadores de masas que las lleven a donde les plazca, porque si no, no
estaríamos de este lado de la acera, sino del otro.
El acompañamiento ciudadano a las
iniciativas del liderazgo político se materializa en tanto y en cuanto estos
líderes realmente representen a quienes dicen representar. Cuando leen sus
necesidades, reclamos y urgencias, y proceden en consecuencia.
El trabajo de base en las
comunidades no puede cesar jamás. Como tampoco puede cesar la labor de
escuchar, de tomar el pulso, de anotar lo visto, escuchado y sentido.
Se enarbola el voto castigo
contra una administración nefasta, que sin duda lo merece; pero en paralelo hay
que ver más allá. ¿Qué más se ofrece? ¿Cuál es el rumbo? ¿Qué va a sustituir a
un proyecto fracasado cuando finalmente se le venza su tiempo histórico?
No podemos ser simplemente
reactivos, porque eso fue lo que nos hizo perder el rumbo. Y las fisuras dentro
de la coalición democrática fueron rápidamente percibidas por la gente, con la
consecuente pérdida de confianza.
Puede que estos comentarios
caigan mal a unos cuantos; pero también el hecho de exponerlos, nos separa de
aquello a lo que no nos queremos parecer, nos diferencia. Porque los mandatos
verticales y sin apelación no están de este lado. Porque debemos propiciar la
autocrítica si queremos retomar un rumbo, que una vez existió y que se
extravió; pero que puede ser retomado y robustecido, en tanto y en cuanto
tengamos en las manos la verdadera causa del revés y no nos conformemos con
salir a la calle a buscar culpables externos.
La tarea número 1 del día
después, es mirar hacia adentro.
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