viernes, 20 de octubre de 2017

¿Y ahora qué?

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Los adversos resultados de la más reciente justa electoral para escoger gobernadores, han dejado a Venezuela con un mal sabor en la boca. Y es que el agotamiento por la tensa situación que vive el país se siente en el aire, especialmente tras unos comicios sin brújula, que han profundizado las fracturas nacionales.

Los resultados adversos para las fuerzas alternativas democráticas no solamente han traído desaliento, sino enfrentamientos. Porque la resaca post electoral nos ha encontrado buscando culpables en el vecino, atentos a quién nos pueda servir para descargar la frustración y la rabia.

Mientras unos culpan a la abstención, otros lo hacen con el fraude. Y parcialmente hay razón de lado y lado.

Lo importante, lo más urgente, es detener de inmediato esta polémica fratricida que nos aleja de nuestros objetivos como nación a paso de vencedores. 

La vorágine política de los últimos meses, alimentada por la adversa situación económica, ha desatado pasiones mal enfocadas que nos hacen canibalizarnos entre nosotros. Y eso, hay que reconocerlo.

La Unidad, ese baluarte para lograr nuestras metas, está seriamente golpeado. Se había logrado tras años de ensayo y error, de conversaciones, de afinar estrategias, de aprender a convivir con quien no siente ni piensa igual, pero tiene el mismo objetivo legítimo que nosotros.

Y obtuvimos victorias políticas y electorales. Y logramos ponerle un muro de contención a un poder avasallante que, de manera irracional, buscaba arrasar con todo lo que no fuera igual a él.

Y también es importante en este momento tener ese referente. Porque hemos hecho las cosas bien en el pasado, a costa de “sangre, sudor y lágrimas”, como diría Winston Churchill.

Pero también hay que reconocer que ese accionar correcto, se ha diluido en enfrentamientos, en imprecisiones, en extravíos y atajos.

Son múltiples los factores que desembocaron en el revés actual. Y el primer paso para superarlos, es detectarlos y asumirlos.

El “sistema fraudulento" es una entelequia mágica para buscar justificaciones simplistas, que no es la explicación más acertada para toda una serie de situaciones irregulares que rodean los procesos electorales.

Recordemos la acumulación de poder en manos del Ejecutivo y la presión a los empleados públicos, los cambios de centros de votación, la propaganda a través de medios del Estado aunada a las estrictas regulaciones para los canales de exposición de los candidatos de la Unidad.

El ventajismo oficialista está a ojos vista y no tiene pudor alguno. Más que un “fraude” –entendido como voltear unos números-, se trata de una compleja construcción de factores que inclinan la balanza a favor del brazo fuerte sin el menor recato.

Luego, del lado nuestro, han sucedido muchas y cosas muy lamentables. Los desfases entre dichos y hechos, los llamados contradictorios a la calle y a votar, el desconocimiento del gobierno, cambiando al otro día por una campaña electoral, denotan que ya no estamos unidos, como en los tiempos cuando ganábamos espacios a favor de la democracia.

La gente no ha perdonado estas contradicciones. Y tampoco ha perdonado el no ser escuchados.
No podemos creer en caudillismos encantadores de masas que las lleven a donde les plazca, porque si no, no estaríamos de este lado de la acera, sino del otro.

El acompañamiento ciudadano a las iniciativas del liderazgo político se materializa en tanto y en cuanto estos líderes realmente representen a quienes dicen representar. Cuando leen sus necesidades, reclamos y urgencias, y proceden en consecuencia.

El trabajo de base en las comunidades no puede cesar jamás. Como tampoco puede cesar la labor de escuchar, de tomar el pulso, de anotar lo visto, escuchado y sentido.

Se enarbola el voto castigo contra una administración nefasta, que sin duda lo merece; pero en paralelo hay que ver más allá. ¿Qué más se ofrece? ¿Cuál es el rumbo? ¿Qué va a sustituir a un proyecto fracasado cuando finalmente se le venza su tiempo histórico?

No podemos ser simplemente reactivos, porque eso fue lo que nos hizo perder el rumbo. Y las fisuras dentro de la coalición democrática fueron rápidamente percibidas por la gente, con la consecuente pérdida de confianza.

Puede que estos comentarios caigan mal a unos cuantos; pero también el hecho de exponerlos, nos separa de aquello a lo que no nos queremos parecer, nos diferencia. Porque los mandatos verticales y sin apelación no están de este lado. Porque debemos propiciar la autocrítica si queremos retomar un rumbo, que una vez existió y que se extravió; pero que puede ser retomado y robustecido, en tanto y en cuanto tengamos en las manos la verdadera causa del revés y no nos conformemos con salir a la calle a buscar culpables externos.

La tarea número 1 del día después, es mirar hacia adentro.

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