David Uzcátegui
@DavidUzcategui
La más reciente gira
internacional del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, es literalmente un
tiro que salió por la culata, desde nuestro punto de vista.
Y es que este tipo de periplos
tienen por objeto conseguir alianzas internacionales. Pero en el contexto de
todo lo que sucede en nuestro país y de la conciencia que hay de ello a nivel
mundial, no resulta más que una reafirmación de que “algo huele mal en
Dinamarca”, como diría el famoso personaje de William Shakespeare.
En primer lugar, habría que
revisar quiénes fueron los que recibieron al representante venezolano. Rusia,
Bielorrusia, Argelia y Turquía, no son los modelos de desarrollo más
ejemplares, ni en lo político ni en lo económico.
Las notas de prensa oficiales
aseguran que “Venezuela tiene acuerdos en materia energética, agroindustrial,
turística, militar, científica, tecnológica, comercial, financiera e
industrial” con las naciones mencionadas. Pero habría que ver los aportes
cualitativos de estas en los campos mencionados, con lo cual probablemente
confirmaríamos dos cosas: una, que son acercamientos movidos más por la
afinidad ideológica y política que por la conveniencia nacional. Y la otra, que
los países que realmente están a la vanguardia en estos campos, quizá otorguen
muy escaso beneficio de la duda a quienes hoy administran nuestra nación.
Adicionalmente, se han
deteriorado de manera sensible los vínculos con países de los cuales sí podríamos
sacar ventaja para robustecer el nuestro, entre otras cosas, por esa suerte de
“política de carrito chocón” que ha marcado las dos décadas de la
autodenominada revolución.
Luego, habría que poner la lupa
al objetivo de este viaje, que no es otro que conseguir un oxígeno financiero
para la deteriorada economía del país. Eso lo saben todos los anfitriones. Y
por supuesto, están como caimanes en boca de caño, esperando a ver cuál
provecho pueden sacar de la riquísima pero maltratada Venezuela.
El mismo mandatario aseveró al
regresar, que “Esta gira por la ruta del nuevo mundo ha sido un éxito total,
desde el punto de vista económico y financiero para el proceso de la
recuperación del país”, con lo cual reconoce abiertamente el estado actual de
nuestra patria.
Incluso, habla de “acuerdos de
beneficio mutuo, de ganancia compartida”, a los cuales habría que leer la letra
pequeña. Nadie da nada por nada y es ya vox populi la desventajosa posición del
actual gobierno venezolano para cualquier tipo de negociación. Hecho que nos
puede costar la imposición de la parte estrecha del embudo. Muy estrecha.
Ese mundo de allá afuera, se pone
cada vez más estrecho. Los intereses con los que se pecha cualquier préstamo a
Venezuela son cada vez más altos, por eso que los expertos denominan “el riesgo-país”. Las garantías
exigidas son cada vez mayores. Y el deterioro que en todo sentido sufrimos, nos
resta vigor para negociar.
También hubo un llamado –otro
más- “a los países productores para trabajar en conjunto y así alcanzar la
estabilidad del mercado petrolero”.
Esto indica, que aún se tiene la
ilusión de que el fallecido ex presidente Hugo Chávez fue el artífice del alza
de los precios del petróleo en la década pasada. Un muy conveniente mito que se
ha alimentado hasta la saciedad, y que no toma en cuenta los complejos vaivenes
de la geopolítica mundial, que son los verdaderos relojes de estos hechos.
Es triste decirlo, pero nuestro
país se mueve actualmente a contrapelo de la industria petrolera mundial,
accionando sin estrategia y con desesperación por el adverso momento que
vivimos. Y la desesperación no es buena consejera. El liderazgo nacional en el
mundo de los hidrocarburos es cosa del pasado y cualquier llamado que no esté
alineado con las realidades de ese mercado, es predicar en el desierto.
Tampoco es novedad la “neolengua”
con la cual se empaqueta este regalo. “Victoriosa gira”, “Triunfo para
Venezuela”, “Construir las bases de la seguridad social”, son fórmulas más que
escuchadas y gastadas en todos estos años. Suenan vacías, huecas, no dicen
nada, cuando contrastan con los hechos, que no son otros que el continuo
retroceso de la calidad de vida de los venezolanos. Quizá quepa más bien aquí
el término aquel de “victoria pírrica”, entendido como un éxito obtenido a
costa de enormes pérdidas.
Nuevamente nos hablan como si
hubieran llegado al gobierno ayer, como si los reveses que todos padecemos
hubieran tenido otros responsables distintos, como si ellos fueran la solución.
Y las giras internacionales son otro reciclar de palabras ya dichas, de
discursos ya pronunciados y de noticias que no son nuevas. Nada cambia.
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