David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Para este domingo 16 de julio,
está pautada la consulta popular emanada de las fuerzas democráticas que
trabajan por el cambio de nuestro país.
Se trata de un plebiscito,
vocablo que significa “citar a la plebe”, es decir, al pueblo, para que opine
sobre decisiones de trascendencia colectiva.
No solamente se trata de una
figura muy antigua y por demás utilizada; sino también de una herramienta que
va totalmente con el escenario venezolano de los últimos tiempos.
Recordemos que fue el chavismo, a
través de su líder fundador, Hugo Chávez, quien popularizó la figura del
referendo y sus variantes, como una figura que permitiría llevar más democracia
a la gente.
Sin embargo, estas formas de
consulta popular, chocan contra la miope visión de algunos sectores: son buenas
cuando los favorecen, y en caso contrario, evaden mediante cualquier táctica la
cita en las mesas de votación.
En la historia reciente de
nuestra patria, se ha consultado a la gente respecto a la permanencia del mismo
Chávez en el poder en 2004; así como sobre cambios a nuestra Constitución en un
par de oportunidades; recordando que las fuerzas opuestas al oficialismo
ganamos la consulta de 2007, algo inesperado para muchos.
Es así como llegamos al momento
en el cual tocaba el referendo revocatorio de la mitad del actual período
presidencial, el año pasado.
La dirigencia democrática activó
el proceso, el cual fue respaldado masivamente por la ciudadanía con presencia
en la calle y muchas más firmas de las necesarias.
Sin embargo, esa cita,
especificada en nuestra Carta Magna actual, no se dio. Fue enterrada bajo
vericuetos legales, confiscándole a la gente una oportunidad de opinar, a la
cual tenía derecho.
Repasamos toda esta historia a
propósito de llegar al detonante de la próxima consulta dominical. Intentar
contener los procesos históricos es un disparate mayúsculo. La historia
contemporánea está en deuda con los venezolanos, en cuanto al referendo que
debía ser y no fue.
Hay una energía telúrica que
hierve en el ambiente por todo el país y que necesita cauce y desahogo. Hay un
derecho que clama por ser ejercido. Esto no es una iniciativa de la dirigencia
democrática: es una demanda del pueblo, y el liderazgo ha escuchado y ha
acatado. Soberanía popular pura y dura.
Pero aún queda más. El encuentro
comicial de este fin de semana no ha sido detonado solamente por el mal sabor
que dejó el referendo revocatorio presidencial suspendido. Tiene que ver
también y prioritariamente, con la irrupción en el escenario de una extraña
Asamblea Nacional Constituyente que nadie esperaba.
La propuesta de este instrumento
por parte de quienes hoy gobiernan, no es más que un reconocimiento por parte
de ellos, de la profunda crisis estructural que estremece a Venezuela.
Es la última carta bajo la manga
que se pueden sacar, ante la imposibilidad de contener el descontento masivo.
Es la aceptación del fracaso del modelo que ha gobernado a la nación durante
casi dos décadas, y que –reconocido por ellos mismos- tiene que reinventarse
porque está agotado y no ha dado resultado alguno que valga la pena.
Y debemos ver el vaso medio lleno
por la enorme verdad implícita, inocultable, de que esto debe ser cambiado a
fondo ante su inutilidad aplastante.
Pero la forma en la cual ellos lo
están implementando, es de lejos, la más incorrecta de todas.
Principalmente, porque la
convocatoria a esa Asamblea Nacional Constituyente, así como sus bases, deben ser consultadas
también a todos, mediante un referendo, tal y como se hizo en 1999, algo que
los expertos llaman “jurisprudencia”; es decir, la manera de proceder en la
actualidad queda señalada por cómo se abordaron procesos similares en el
pasado.
Este primer referendo, vinculante
con un proceso Constituyente, ha sido obviado, con lo cual se le queda debiendo
al electorado otro evento comicial más.
De aquí en adelante, siguen las
irregularidades. Y no es poco, considerando que el fin de este evento es
redactar una nueva Constitución, base fundacional de la República. ¿Y bajo
cuáles criterios se va a hacer?
Pues bajo unos particulares y
sobrevenidos, que nada tienen que ver con la normativa vigente sobre el tema.
Por ejemplo, no estará conformada por partidos políticos - como lo establece la
actual Constitución - sino por la "clase obrera, indígenas, comunas,
misiones y otros representantes de gremios".
Por si fuera poco, ya esta
iniciativa circula con un apellido: “Constituyente Comunal”, lo cual deja claro
el propósito sesgado de esta maniobra política.
Todo este panorama, otorga, desde
nuestro punto de vista, una profunda legitimidad al encuentro de este domingo.
Una cita a la que ningún venezolano debe faltar, porque es la oportunidad de
protagonizar el verdadero cambio que todos exigimos.
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