jueves, 27 de octubre de 2016

“Unidad definitiva”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La insostenible situación que padece Venezuela ha llegado sin duda a un punto de no retorno. El hecho de que todas las instituciones del país hayan cerrado filas para obstaculizar el referendo revocatorio presidencial, al cual los venezolanos tenemos derecho gracias a nuestra Constitución Nacional, deja claro que en nuestro país no hay independencia de poderes.

A esta afirmación se le escapa la honrosa excepción de la Asamblea Nacional, elegida recientemente, ya en el clímax del desencanto que padecemos todos los venezolanos, ante las desatinadas actuaciones de un gobierno devorado por su propia impericia, y en un evento electoral en el cual privó sin duda el voto castigo, una sanción meridianamente clara para quien han traicionado el mandato popular que recibieron tiempo atrás y que no han sabido honrar.

Sin embargo, hoy no solamente estamos todos de acuerdo en que hay que colocar un punto final legítimo y constitucional a esta equivocación histórica. Además se nos unen gruesas masas que hasta ayer creyeron en un proyecto que enarboló las banderas de la reivindicación del pueblo y que en el camino se desvió hacia ideologías atrasadas y hacia utilizar las más fabulosas riquezas de nuestra historia para atornillarse indefinidamente en el poder, aún a costa del hambre, de la salud y de la vida de los venezolanos.

Y volviendo al patrimonio democrático que los venezolanos de hoy tenemos en nuestro nuevo parlamento, no olvidemos que es la institución más legítima del país, al ser elegida por el voto popular y no designada a dedo; amén de que dicha votación es reciente y por lo tanto interpreta el sentir actual de la ciudadanía.

En manos de nuestros diputados está el exigir cuentas a los demás poderes, incluida la Presidencia de la República, cada vez que se desvíen de la fidelidad al mandato popular que los colocó donde están, como es el caso de la lamentable situación que hoy acontece.

Corresponde el blindaje de esta institución a la ciudadania, a la misma que la puso donde está, e incluso a quienes no votaron por ellos pero no por ello dejan de respetar los valores democráticos y justamente por eso se sienten cada vez menos representados por quienes hoy gobiernan.

Decisiones como adelantar un juicio político contra el Presidente de la República o solicitar a la OEA la activación de la Carta Democrática, no solamente son legítimas y entran dentro de las prerrogativas parlamentarias; sino además nos confirman que ya se han agotado todas las vías previas de rescatar al país del precipicio hacia el cual se dirige sin control.

Es triste que del lado oficialista se haya respondido al callejón sin salida que ellos mismos han creado, aupando y aplaudiendo una irregular toma del hemiciclo del Palacio Federal Legislativo, la cual dejó claro ante el mundo cuáles son las amenazas que enfrenta la democracia venezolana.

En este momento decisivo de la historia de Venezuela, debemos rescatar sin embargo una buena noticia: por primer vez parece que todos los venezolanos remamos hacia el mismo rumbo.

Si algo ha sido capaz de producir eficientemente la actual administración, es un nivel de ansiedad y desesperación en todos los venezolanos, que es sencillamente imperdonable. Entre quienes adversamos toda esta situación, se han diferenciado dos claras tendencias: la de quienes hacemos todo lo posible por comprender el complejo problema y bordar una solución que genere el menor trauma posible y sea sostenible en el tiempo; y otra, la que nunca respaldaremos, la de quienes colocan la urgencia de cambiar este estado de cosas por encima de los necesarios pasos a seguir.

Han sido lamentables los desencuentros entre los venezolanos que queremos los mismos objetivos de bien para la patria; pero visualizamos su consecución mediante itinerarios diferentes.

La buena noticia es que todos los venezolanos demócratas, de todas las tendencias y pareceres, estamos claros en la necesidad de ejercer nuestro derecho de manifestar pública y masivamente nuestra exigencia de cambio.

La confiscación de derechos por parte de quienes no han sabido administrar el poder, está colocando en los límites a la ciudadanía venezolana, la misma que ya sabe que no le queda otra salida que no sea el apelar a las maneras que la Carta Magna establece para poner cese a una propuesta política que no ha podido crear bienestar y se ha empeñado en un ciego proyecto propio.

No han mirado a los lados, están ignorando el dolor de la patria que dicen defender, mientras se empeñan en mirar su propio ombligo y persisten en juntarse con “amistades peligrosas”, como diría la canción.

Aún estamos a tiempo, el referendo revocatorio puede realizarse a corto plazo y es la solución pacífica e inmediata que la unidad de todos los venezolanos reclama con urgencia.

viernes, 21 de octubre de 2016

"Perseverantes"

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Cuando estamos a la vuelta de la esquina de la recolección de las firmas del 20% del padrón electoral venezolano para solicitar el Referendo Revocatorio Presidencial, los sentimientos son encontrados.

Nadie puede negar que la decisión del Tribunal Supremo de Justicia, de que esta cifra deba ser recaudada en cada uno de los estados y no como una sumatoria nacional, es un amargo revés.

Y no lo decimos porque sea imposible llegar a esta meta –estamos seguros de alcanzarla y superarla- sino porque seguimos conviviendo con la injusticia. 

La lógica es también el alma de la ley, y si un Presidente se proclama como tal por los votos alcanzados en todo el país, lo mismo debería proceder con la activación del referendo revocatorio para ese cargo.

Pero, "La falta de recolección de ese porcentaje en cualquiera de los estados o del Distrito Capital, haría nugatoria la válida convocatoria del referendo revocatorio presidencial", según aseguró el TSJ en su página web.

La decisión de la Sala Electoral de la principal corte de nuestro país, prosigue asegurando que la recolección de las manifestaciones de voluntad debe ser regional ya que "no constituye en ningún caso, por consiguiente, ni una consulta, ni un referendo, ni un plebiscito", en el que "sí participa la totalidad del padrón electoral". La quinta pata del gato. 

Pero repetimos, estamos seguros de que vamos a alcanzar de lejos esa cifra e incluso a superarla cómodamente. ¿De dónde nace esta seguridad? Pues básicamente del hecho de que injusticias como la comentada atentan contra el sentido de lo justo que tiene el venezolano. 

Y también del hecho de que, mientras más obstáculos pongan a la cita referendaria, más nos están reafirmando que los números están de nuestra parte. 

Creemos, por demás, que ya existe un revocatorio moral y que ya está ganado. Así se confirma con la masiva convocatoria de la recolección de las firmas del 1% del padrón electoral; así como también con aquella manifestación del pasado 1 de septiembre que quedará para la historia. 

Ambas citas abundaron en obstáculos que no podemos dejar de condenar, porque confiscan el derecho de los venezolanos que son objeto y víctimas de maniobras. Pero son esos justamente los compatriotas que sienten bajo su piel hervir la ira y la indignación de ser tratados como hampones por el simple hecho de exigir lo que les garantiza la Constitución Nacional. Y el puntaje a favor de la salida constitucional y democrática crece como la espuma, alimentado apunta de torpeza gubernamental. 

En todo caso, es con este escenario que vamos a la próxima recolección de firmas los días 26, 27 y 28 de octubre. Ya sabemos contra qué luchamos, y guerra avisada no mata soldado. Ya no hay sorpresas y nuestras previsiones están tomadas. Tenemos un liderazgo escogido por nosotros mismos y en el cual confiamos, no porque nos abandonemos como ovejas necesitadas de un pastor, sino porque sabemos que son personas que saben interpretar las urgencias del pueblo que parten desde sus bases mismas.

Del lado contrario no hay sorpresas. Repiten el mismo guion que ya todos nos sabemos. Y sobre todo, lucen agotados, disminuidos, con un desgaste que es la consecuencia de actuar a contrapelo de lo que la lógica y el sentido de justicia dictan. 

Y este cansancio al cual hacemos mención se evidencia en los discursos, de las palabras, de las ideas que dejan entrever no solamente agotamiento sino también desesperación. La máscara ya no se puede sostener más y se cae sola, muy en contra de la voluntad de quienes intentan aún esconder sus verdaderas intenciones tras ella. Intenciones que al día de hoy están totalmente descubiertas y que por ello han generado mayoritariamente el rechazo nacional e internacional.

Es un ejercicio de sentido ciudadano el salir tercamente entonces a firmar. Con más razón aún sabiendo de antemano los obstáculos que nos han puesto y nos van a poner. E invitando a todo nuestro entorno a salir a ejercer el mismo acto cívico al cual tenemos derecho. Porque es un reto sobrepasar todos los obstáculos, para demostrar que la urgencia de cambio es mucho mayor que ese muro de contratiempos construido con tan escasa buena fe. 

La percepción de fracaso es una tarea en la cual se empeñan quienes niegan una salida a la actual crisis venezolana y caer en ella es hacerles el juego. Especialmente cuando todos sabemos por experiencia de nuestro día a día cuál es la voluntad mayoritaria de quienes nos rodean. 

Salgamos, firmemos, invitemos gente, llevémosla. Equipémonos, preparémonos, que sabemos lo que viene., nadie dijo que fuera fácil. Sí, es difícil, más no imposible. Y demostremos de qué estamos hechos los venezolanos, porque a más obstáculos, más perseverancia desplegamos.

viernes, 14 de octubre de 2016

"Los precios del petróleo"

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Todos los venezolanos conocemos un dicho escatológico –aunque gráfico-, el cual denota la mala puntería de alguien. Es algo así lo que está sucediendo con el gobierno venezolano en sus muy vanos intentos por subir a como dé lugar los precios del petróleo.

El comentario viene a propósito de la visita del presidente de la República, Nicolás Maduro,  a Turquía, donde participó del vigésimo tercer Congreso de Energía Mundial en Estambul. La agencia de noticias rusa Sputnik, recoge las palabras de celebración del mandatario sobre su gestión: "Todo un éxito nuestra visita a Turquía", dijo a medios internacionales, tras ofrecer un balance de las reuniones, según informó en su cuenta de Twitter el ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas.

Sin embargo, nos permitimos dudar, y ello se debe a que las alzas y bajas del petróleo, se deben a bastante más factores que a giras, visitas y acuerdos.

En el pasado, el fallecido presidente Hugo Chávez atribuyó el alza de los precios del hidrocarburo a su agresiva política exterior, sin tener en cuenta una compleja situación geopolítica mundial que empujó aquellos fabulosos precios que no volverán, como se diría en cualquier comercial de televisión. El problema –otro entre tantos- está en que los mismos que inventaron ese discurso, parecen creérselo y hoy aplican una fórmula supuestamente comprobada, pero no tienen éxito.

Sobre el tema, el portal noticioso de Globovisión recoge una frase de Maduro: "Los dueños del petróleo debemos tener el papel de mando en los nuevos mecanismos y garantizar un nuevo ciclo de precios".

Y es un gran problema creer que los precios del petróleo se “mandan”, que la economía obedece órdenes. Ciertamente, existe un mecanismo que es la Organización de países Exportadores de Petróleo, OPEP; que en el pasado, actuando colectivamente como uno solo, logró incidir en los precios petroleros. Pero también es verdad que esa incidencia fue limitada, tuvo un techo, y que los grandes picos del precio de los combustibles se han debido a acontecimientos fortuitos e inesperados, en tanto y en cuanto escapan a la industria.

Industria que hoy por hoy, está por cierto mucho más atomizada al haber entrado al juego diversos actores nuevos, con intereses divergentes y difíciles de coordinar en una estrategia común.

Por otra parte, las realidades de los mismos países OPEP han cambiado y la divergencia de intereses también se siente allí.

Si todo esto fuera poco, debemos apuntar también que aquello de “sembrar el petróleo” que tanto se dijo en Venezuela y jamás fue materializado, sí se convirtió en acción en otras latitudes. Desde el alucinante progreso de Dubai hasta los sólidos ahorros de Noruega, nos recuerdan lo que pudimos ser pero no fuimos.

No son muchos los productores de crudo que se preocupan mayormente por la caída de sus ingresos, ya que supieron administrarse muy bien en tiempos de vacas gordas. Incluso, prefieren que los precios se desplomen porque así desaparecerán de la competencia jugadores menos preparados para la contingencia… como Venezuela.

Y no estamos hablando del imperio, ni de ningún otro fantasma o entelequia que pueda servir como justificación. Hablamos incluso de supuestos aliados, que los son hasta que dejan de serlo, como los dos perros que se consiguen un hueso en el camino. Recordemos, y aquí lo hemos dicho: los países no tienen amigos ni enemigos, sino intereses.

¿A qué se debe la urgencia de los funcionarios nacionales por elevar los precios a como dé lugar? Vaya si lo sabremos los venezolanos, con la colección de penurias que estamos padeciendo.

El rosario de las equivocaciones venezolanas respecto a este asunto, se pierde de vista en nuestra historia, en los tempranos tiempos del siglo XX y tiene que ver con el nacimiento mismo de la industria y su fatal relación con la administración pública.

Y hoy, con una historia centenaria, no mejora nada este enfermo. Ya lo sabemos de sobra: somos un país monoproductor y monoexportador, y nadie ha hecho nada para remediarlo. Ni este gobierno, ni los anteriores, no se escuchó a venezolanos visionarios como Arturo Uslar Pietro y Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien llegó a referirse a nuestra principal riqueza como “el excremento del diablo”, en una visionaria frase de las desgracias que iba a acarrear a nuestra patria su mala administración.

Y así fue. No solamente ocurrió la adversidad, sino se dio el lujo de regresar y volvernos a encontrar desprevenidos, más mareados que nunca con los mayores ingresos por venta de petróleo de nuestra historia. Nadie previó el obvio rebote, como si nadie supiera de la industria en el gobierno. Y nadie, desde afuera, le va a lanzar salvavidas alguno a la mal administrada Venezuela. Si se cuenta con eso, están apuntando muy mal.

jueves, 6 de octubre de 2016

“Así No”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Como era de esperarse, el plebiscito recientemente celebrado en Colombia, ha traído reacciones encontradas. Lo que no se esperaba era el resultado, y por ello, el tenor de las opiniones que aparecen.

Lo que se jugaba no era poco. Se sometía a la consulta con el pueblo un acuerdo de paz entre el gobierno de esa nación y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Acuerdo largamente bordado y consultado, ante los ojos del mundo.

Se creía que los colombianos votaran por el Sí, hartos de la violencia que los ha asolado por más de cincuenta años y que ha desangrado su tierra.

Si bien unos y otros apostaban por un mayor o menor porcentaje de votos por cada una de las dos opciones, eran pocos los que ponían las manos en el fuego por la opción de que ganara el No. Y eso fue lo que sucedió.

¿Qué lecturas podemos hacer de estos hechos?

Como es usual, preferimos ver el vaso medio lleno: nos parece que el vecino país ha dado pasos enormes en su proceso. Solamente el haber llevado tan compleja y dolorosa situación a la consulta plebiscitaria es un triunfo gigantesco. Y un triunfo que no se puede adjudicar ninguna de las dos partes en forma individual. Es sin duda, un éxito de los colombianos como gentilicio.

Luego, recordemos que jamás se dijo que una de las dos opciones fuera a ganar cómodamente. Aunque se apuntaba a que triunfara el sí, siempre se contemplaron márgenes estrechos. Esto quiere decir que ninguna de las dos voluntades en pugna prevalece y, desde nuestra humilde opinión, indica que hay que bordar mucho más estos diálogos de paz.

Desde la distancia observamos sin duda alguna, que se empieza a transitar el sendero de una tranquilidad que va a llegar a ser sólida. Y nos atreveríamos a decir que están bastante más que al principio. Quizá ni los mismos afectados lo hayan medido.

Sin embargo, nos alineamos con lo que piensan algunos analistas en cuanto a que, ni de lejos se trata de que nuestros hermanos se hayan negado a votar por la paz. Esa es una interpretación facilista y miope, por decir lo menos.

Lo sucedido, desde nuestro punto de vista, simplemente quiere decir que hay una mayoría que no está de acuerdo con el cómo, con la manera en la cual se está planteando esa paz. Y ejemplarmente, el gobierno respeta el resultado, aunque el No haya superado al Sí por un muy escaso margen.

En nuestra visión optimista sobre el futuro de Colombia, nos parece entender que las fuerzas están equilibradas y que eso obliga al entendimiento. Por lo tanto, la violencia definitivamente está de plano fuera del tablero, más aún cuando ambos sectores involucrados ya se dieron la mano en un evento comicial, el cual transcurrió pleno de civismo, hecho que hace quedar muy claro ante todos los involucrados, que cualquier acción menos que civil está absolutamente condenada al fracaso.

Según una interesante nota de BBC Mundo, el “No” se impuso por miedo, que es, según cita –en la misma publicación- a la profesora universitaria y periodista Ana Cristina Restrepo “el gran elector en Colombia”.

La misma fuente concluye que hubo más entusiasmo en el mundo que entre los colombianos. ¿Por qué? Piensan que se debe a que aún hay demasiadas heridas y demasiado frescas. No es fácil voltear la página en esas condiciones.

Algunos afirmaron que el voto de nuestros vecinos se debe leer más bien como un “Así no”. La paz la quieren todos, excepto las tradicionales minorías que medran ganancias de conflictos bélicos y que son cifras prácticamente marginales cuando hablamos del desangramiento de una patria.

Si tomamos en cuenta que las conversaciones de La Habana dieron a luz un acuerdo de casi trescientas páginas, el asunto se torna mucho más complejo que una afirmación o negación y sin duda exige volver sobre esos acuerdos.

Otra de las consecuencias del resultado inesperado –aunque algunos dicen que no tanto- es que la polarización, ahora más patente en las tierras vecinas, erige a dos figuras protagónicas, enfrentadas y de enorme potencia, como lo son el actual presidente Juan Manuel Santos y el ex mandatario Alvaro Uribe.

Esperemos, desde todo el continente, que ambos sepan administrar con sensatez el enorme caudal de confianza que vastos sectores de la población les han depositado en las manos. Se encuentran ante un país que ha madurado con el trabajo y que ha sabido prosperar a pesar de la enorme adversidad que guarda en su seno. Un ejemplo para el mundo.

La materia prima que sale de esta experiencia para lograr la paz, literalmente vale oro. Sí se avanzó y hay claridad sobre la dirección del viento. Todos seguimos atentos sobre el destino de este proceso histórico tan cercano a nosotros, no solamente en lo físico y lo económico, sino también en lo afectivo.