David Uzcátegui
@DavidUzcategui
La insostenible situación que
padece Venezuela ha llegado sin duda a un punto de no retorno. El hecho de que
todas las instituciones del país hayan cerrado filas para obstaculizar el
referendo revocatorio presidencial, al cual los venezolanos tenemos derecho
gracias a nuestra Constitución Nacional, deja claro que en nuestro país no hay
independencia de poderes.
A esta afirmación se le escapa la
honrosa excepción de la Asamblea Nacional, elegida recientemente, ya en el
clímax del desencanto que padecemos todos los venezolanos, ante las desatinadas
actuaciones de un gobierno devorado por su propia impericia, y en un evento
electoral en el cual privó sin duda el voto castigo, una sanción meridianamente
clara para quien han traicionado el mandato popular que recibieron tiempo atrás
y que no han sabido honrar.
Sin embargo, hoy no solamente
estamos todos de acuerdo en que hay que colocar un punto final legítimo y
constitucional a esta equivocación histórica. Además se nos unen gruesas masas
que hasta ayer creyeron en un proyecto que enarboló las banderas de la
reivindicación del pueblo y que en el camino se desvió hacia ideologías
atrasadas y hacia utilizar las más fabulosas riquezas de nuestra historia para
atornillarse indefinidamente en el poder, aún a costa del hambre, de la salud y
de la vida de los venezolanos.
Y volviendo al patrimonio
democrático que los venezolanos de hoy tenemos en nuestro nuevo parlamento, no
olvidemos que es la institución más legítima del país, al ser elegida por el
voto popular y no designada a dedo; amén de que dicha votación es reciente y
por lo tanto interpreta el sentir actual de la ciudadanía.
En manos de nuestros diputados
está el exigir cuentas a los demás poderes, incluida la Presidencia de la
República, cada vez que se desvíen de la fidelidad al mandato popular que los
colocó donde están, como es el caso de la lamentable situación que hoy
acontece.
Corresponde el blindaje de esta
institución a la ciudadania, a la misma que la puso donde está, e incluso a
quienes no votaron por ellos pero no por ello dejan de respetar los valores
democráticos y justamente por eso se sienten cada vez menos representados por
quienes hoy gobiernan.
Decisiones como adelantar un
juicio político contra el Presidente de la República o solicitar a la OEA la
activación de la Carta Democrática, no solamente son legítimas y entran dentro
de las prerrogativas parlamentarias; sino además nos confirman que ya se han
agotado todas las vías previas de rescatar al país del precipicio hacia el cual
se dirige sin control.
Es triste que del lado
oficialista se haya respondido al callejón sin salida que ellos mismos han
creado, aupando y aplaudiendo una irregular toma del hemiciclo del Palacio
Federal Legislativo, la cual dejó claro ante el mundo cuáles son las amenazas
que enfrenta la democracia venezolana.
En este momento decisivo de la
historia de Venezuela, debemos rescatar sin embargo una buena noticia: por
primer vez parece que todos los venezolanos remamos hacia el mismo rumbo.
Si algo ha sido capaz de producir
eficientemente la actual administración, es un nivel de ansiedad y
desesperación en todos los venezolanos, que es sencillamente imperdonable.
Entre quienes adversamos toda esta situación, se han diferenciado dos claras
tendencias: la de quienes hacemos todo lo posible por comprender el complejo
problema y bordar una solución que genere el menor trauma posible y sea
sostenible en el tiempo; y otra, la que nunca respaldaremos, la de quienes
colocan la urgencia de cambiar este estado de cosas por encima de los
necesarios pasos a seguir.
Han sido lamentables los
desencuentros entre los venezolanos que queremos los mismos objetivos de bien
para la patria; pero visualizamos su consecución mediante itinerarios
diferentes.
La buena noticia es que todos los
venezolanos demócratas, de todas las tendencias y pareceres, estamos claros en
la necesidad de ejercer nuestro derecho de manifestar pública y masivamente
nuestra exigencia de cambio.
La confiscación de derechos por
parte de quienes no han sabido administrar el poder, está colocando en los
límites a la ciudadanía venezolana, la misma que ya sabe que no le queda otra
salida que no sea el apelar a las maneras que la Carta Magna establece para
poner cese a una propuesta política que no ha podido crear bienestar y se ha
empeñado en un ciego proyecto propio.
No han mirado a los lados, están
ignorando el dolor de la patria que dicen defender, mientras se empeñan en
mirar su propio ombligo y persisten en juntarse con “amistades peligrosas”,
como diría la canción.
Aún estamos a tiempo, el
referendo revocatorio puede realizarse a corto plazo y es la solución pacífica
e inmediata que la unidad de todos los venezolanos reclama con urgencia.