viernes, 26 de febrero de 2016

"Motores sin gasolina"

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Tras la imposición por parte del Tribunal Supremo de Justicia del Decreto de Emergencia Económica que el Ejecutivo aspiraba fuera aprobado por la Asamblea Nacional, se ha inaugurado una nueva retórica en el discurso oficialista, que recurre a la metáfora de los motores.

Recordemos que esto no es nuevo, ya que en el tercer gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez, se habló de los “cinco motores de la revolución”.

En aquella oportunidad, se venía de un triunfo en las urnas electorales en diciembre de 2006, y la sobreabundancia de ingresos por los elevados precios del petróleo, permitía crear una ilusión, una euforia, en medio de la cual se podía aplaudir cualquier metáfora y no muchos se atrevían a avizorar que el manirrotismo frenético y la mala administración pasarían factura al país algún día.

Hoy el escenario es el radicalmente opuesto. El carismático líder del proyecto revolucionario ya no está, el petróleo ha descendido prácticamente al precio de costo de producción y el bote hace agua por todas partes. Todo ha sucedido a la vez, años y años de políticas erradas pasan facturas.

Debe ser por eso que hay más motores. En esta oportunidad se les habla a los venezolanos de catorce.

La desesperación oficialista casi los triplicó, quizá porque piensan que si la retórica se adereza con hipérbole, puede ser calar mejor en el pueblo.

Los nombres que se han puesto a los hipotéticos motores inducen al desconsuelo; porque dan cuenta de que quienes hoy administran los bienes -y los males- de los venezolanos no tienen ni idea de lo que están haciendo.

Por ejemplo, se habla de un “motor” que estaría destinado a crear nuevas exportaciones para generar divisas. Es una propuesta cínica, por decir lo menos, cuando al productor particular venezolano se le ha acorralado por más de 10 años, con un control cambiario que no tiene fines económicos sino políticos, tal como lo confesara una vez el hoy vicepresidente de la República, Aristóbulo Istúriz.

La empresa privada enfrenta actualmente la caída dramática de su capacidad de producción, ante la no entrega de divisas y la alegre agricultura de puerto que se generó con el fabuloso ingreso de petrodólares, que permitía comprar todo afuera y venderlo a precios inferiores al costo de producción en Venezuela.

Ahora, cuando estamos a punto de que el petróleo se venda por debajo de su costo de producción, nos damos cuente de que hay que generar divisas. Tarde piaron. Suponiendo que fuera buena la intención de proclamar a los cuatro vientos el deseo de generar nuevas exportaciones, eso lleva tiempo y dinero en el estado actual de las cosas. No disponemos ni de uno ni de otro.

Otro “motor” nos sorprende con el nombre de “Economía comunal, social y socialista”. Volvemos otra vez al problema de los apellidos. El problema, sí, es la economía. “La economía, estúpido”, gritó alguna vez Bill Clinton, el ex presidente  de Estados Unidos, en medio de una campaña presidencial. Ahora, que esa economía sea comunal, social, y socialista… ¿Con qué se come eso?

Porque volviendo a la colección de frases célebres de políticos del mundo, el célebre socialista chino Den Xiaoping dijo alguna vez: “No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”.

Es decir, hasta un gato rojo aplaudiríamos, si hiciera bien su trabajo. Pero apellidar con coletillas ideológicas trasnochadas a la economía, nos dice que estamos muy lejos de tomar el rumbo que pueda permitir realmente nuestra recuperación.

Este nuevo desliz, entre tantos que hemos visto en estos días, es pariente directo del ministerio de “Economía Productiva”, cuyo primer encargado duró un tiempo brevísimo en el cual demostró no tener idea de por dónde empezar, más allá de traer una colección de prejuicios que pueden sonar muy bien en algunas aulas de clase; pero que ruedan aparatosamente por el suelo apenas se intentan llevar a la práctica en una economía real. Por supuesto, toda economía debe ser productiva. En caso contrario, no es economía.

Habrá que ver cuánta responsabilidad tienen aquellos motores primigenios de hace una década en lo que hoy padecemos. Desde hace mucho tiempo se nos lanzó por el rumbo equivocado; pero la sobreabundancia de recursos petroleros servía para echar tierra sobre los errores. Hoy ese artilugio ya no existe y nos encaramos sin anestesia a la realidad más dura de la historia de Venezuela.

En resumen, el tiempo de adornar políticas erradas con palabras bonitas, pasó hace rato. Hoy sí es verdad que el emperador está desnudo ante las penurias que padece la gente día a día en la calle.

Con motores no se solucionan las cosas, por muchos que sean. Recordemos las potentes máquinas que llevaron al Titanic a toda velocidad a su encuentro fatal con el iceberg que lo hundió.

viernes, 19 de febrero de 2016

"Dos emergencias "

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Tras varias semanas de forcejeo, el Tribunal Supremo de Justicia decidió pronunciarse a favor de la entrada en vigencia del Decreto de Emergencia Económica emitido por el Poder Ejecutivo central, el cual había sido rechazado por la Asamblea Nacional previamente.

Este hecho patenta en forma dramática la escisión que sufre nuestro país, en momentos complejos que deberían hallarnos más unidos que nunca.

El máximo órgano judicial se excusó en tecnicismos para intervenir en esta situación. Tecnisismos que por cierto son otro motivo más de debate entre revolucionarios y demócratas, ya que su pertinencia o no en el caso actual, depende del cristal con el cual se mire: rojo o multicolor.

En todo caso, este detalle puntual es objeto de las consideraciones de especialistas en materia legal, ya que es bastante complejo. Y definitivamente, nos interesa subrayar que no vivimos una, sino dos emergencias económicas: la que ve el gobierno central y rubrican sus partidarios, enfrentada a la que señala el Poder Legislativo y es percibida en igual tono por quienes lo renovaron el pasado 6 de diciembre.

Y aquí el asunto no es el debate estéril sobre quién tiene la razón, sino encontrar con urgencia las soluciones definitivas que atajen las numerosas penurias que padecemos todos los venezolanos como consecuencia de un pésimo manejo de la economía nacional.

Como acostumbramos afirmar, vamos a ver el vaso medio lleno. La emergencia económica ya es reconocida desde las dos aceras de la política nacional.
Esto es un gran comienzo. Ya nadie puede cargar sobre sus hombros con el peso de una campaña que hable de éxitos y victorias sin anclaje alguno en la realidad, cuando lo que vemos día a día nos habla de penurias y escasez.

Este debería ser una base para el diálogo y el entendimiento. Pero por esos insólitos retruécanos que nos sorprenden a los venezolanos, resulta que el ya consensuado concepto de la emergencia económica, aceptado por todos, ha derivado en dos lecturas opuestas.

Para el oficialismo, nunca se ha construido el socialismo, en estos diecisiete años que tienen en el poder. Ergo, la culpa no es de socialismo alguno porque eso no ha comenzado ni nunca empezó.

Para el gobierno, hay que modificar, perfeccionar y optimizar el control de cambio, ese embudo en el cual se atasca toda la economía nacional por una ineficiente administración de las divisas de todos los venezolanos.

Los más fieles a las doctrinas rojas ni por error piensan que lo que hay que hacer es desmontar dicho control, obsoleto y anacrónico, que opera en muy contados lugares en el mundo y que, cuando se implementó en el pasado en nuestro país, tuvo rápidas fechas de caducidad si lo comparamos con estos trece años que hemos debido padecerlo.

Mientras madres y trabajadores padecen el viacrucis de recorrer abastos y supermercados como si fueran los Siete Templos de Semana Santa, la administración central no sabe qué hacer con esa papa caliente que ellos mismos crearon, que se les fue de las manos y que se llama Cadivi o Simadi. Que, por cierto, se ha demostrado sobradamente que los cambios de nombre no ayudan mucho si no se cambian las estructuras.

También asusta en el decreto que nos ocupa, la posible discrecionalidad por parte del Ejecutivo en cuanto al uso de bienes e infraestructuras de particulares para afrontar lo que ellos consideran la emergencia.

Esto nos retrotrae a oscuros pasajes ya superados de la autodenominada revolución, en los cuales se produjeron las estériles expropiaciones sin compensar debidamente a los afectados y para que medidas tan extremas no terminaran traduciéndose en mayor bienestar para la gente; sino muy al contrario, en un deterioro del aparato productivo que hoy sienten los venezolanos en sus despensas vacías.

Para las fuerzas democráticas que hoy hacen vida en forma mayoritaria en el Parlamento, la emergencia económica trata de otra cosa. No va de aferrarse tercamente a doctrinas caducas, a postulados magníficamente redactados en libros cubiertos de polvo en algún estante, sino de entender que, de no cambiar el rumbo, las cosas empeorarán hasta la catástrofe.

El gobierno le tiene miedo al tigre que ellos mismos mataron. Muy adentro de esa caja roja que administra el país, saben que llevan el rumbo equivocado y, entrampados en sus propios errores, no se atreven a rectificar.

Esto no es una buena noticia. Vamos hacia el precipicio a alta velocidad y nos despeñaremos todos por él. Quienes estén de acuerdo con esta monumental equivocación, y también quienes la adversan.
Sin embargo, valga una observación: la Asamblea Nacional salvó su responsabilidad política e histórica al no refrendar lo que está por venir. Levantar la voz contra un decreto que no traduce lo que está sucediendo, fue el último acto de sensatez.

viernes, 12 de febrero de 2016

“Nuevas costumbres”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Las nuevas situaciones que estamos viviendo actualmente en Venezuela, tienden a modificar comportamientos hasta ahora tradicionales en la ciudadanía. Es el caso de los asuetos, como el recién pasado de carnaval, en los cuales la gente tendía a salir masivamente a disfrutar por unos días. Pero ahora, parece que no lo hacen tanto como antes.

El gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, manifestó que los temporadistas en la entidad a su cargo disminuyeron en aproximadamente te 40%, un dato a tomar en cuenta si consideramos que las tradicionales costas mirandinas son uno de los desahogos de los vacacionistas del centro del país en los asuetos cortos, como el que nos ocupa hoy.

Otros ejecutivos regionales y locales, así como medios de comunicación diversos, reportaron también la disminución de turistas en playas tradicionales y en aeropuertos emblemáticos, como el de Maiquetía, con lo cual, en mayor o menor porcentaje, el llamativo fenómeno se repitió.

Y creemos que es llamativo, porque la cifra de viajeros tiende a mantenerse o a aumentar; rara vez a disminuir, y menos aún en proporciones tan notables.

Habría que detenerse a revisar esto y poner la lupa en cuáles son las causas para que se modifique la conducta de la ciudadanía, especialmente en unos días feriados que son para el disfrute familiar y que tradicionalmente se han prestado para movilizaciones multitudinarias, a fin de disfrutar de un merecido descanso y unos días de esparcimiento.

Capriles, en las declaraciones referidas, subraya el hecho de que el dinero cada vez rinde menos y se hace más difícil para una familia completa el intentar vacacionar. Si los gastos varios de alojamiento, comida y transporte se deben multiplicar por 4 o 5 personas, amén de la conocida inflación que nos ha afectado en los últimos tiempos, cada vez menos gente puede abordar semejante erogación.

Ni siquiera en destinos tan populares como las playas, que se cuentan entre los más solidarios. Ni en un fin de semana largo como el de carnavales, el cual debería resultar mucho más asequible que unas vacaciones de mayor aliento.

Lo aquí comentado podría perecer un acto de frivolidad, ante prioridades más urgentes que inquietan a la ciudadanía, como lo son las situaciones con comida y medicinas. Pero he aquí que cuando hablamos de calidad de vida para nuestra gente, eso incluye también el sano esparcimiento, el tiempo necesario y estipulado para alejarse de las responsabilidades y compartir entre familia y amigos; más aún cuando nuestra nación ofrece tantas opciones atractivas para vacacionar y definitivamente existen para todos los presupuestos. Pero parece que ya ni siquiera las más competitivas están al alcance de la familia venezolana. Y esto es una señal de alerta en cuanto al deterioro del bolsillo del pueblo.

Adicionalmente, recordemos que las tradicionales poblaciones turísticas de nuestra geografía comprenden a miles y miles de trabajadores que viven de lo que gastan los visitantes y así ha sido tradicionalmente por muchos años.

El hecho de que disminuya tan drásticamente el consumo de bienes y servicios en estos lugares, augura una contracción en la economía de los trabajadores del sector, lo cual suma a un círculo vicioso en el cual el alza de los precios aunada al menor ingreso, deteriore las expectativas de crecimiento de quienes se dedican a esta actividad, a la cual por cierto deberíamos apostar para nuestro desarrollo económico como país.

Y ya no se trata solamente de incentivar desde los ejecutivos regionales y locales las visitas a determinadas regiones, trabajo que por cierto muchos hacen hasta el alcance de sus posibilidades. Estamos hablando de que los potenciales visitantes tengan realmente la disponibilidad económica para pagar transporte, comida y alojamiento, para consumir en los lugares que visitan y para que de esta manera pequeños y medianos emprendedores de las regiones más atractivas de nuestra patria puedan edificar su independencia económica sobre una actividad que le aporta a nuestro nombre como país, creando un círculo virtuoso que nos beneficie a todos.

Las causas de por qué se contrajo la actividad turística en estos carnavales recién celebrados, son complejas y no alcanzaríamos a analizarlas en esta nota. Por demás no es el tema. Pero sí queremos insistir en que se trata de un tema que no podemos pasar de largo.

Ya de regreso en nuestros hogares y enfrentados de nuevo a la cotidianidad, ponemos de nuevo al fe en la dirigencia que tiene en sus manos el destino del país para enderezar el rumbo y no seguir siendo víctimas de una involución que nos está quitando hasta el derecho a escapar por un rato de nuestros problemas.

viernes, 5 de febrero de 2016

“Propietarios”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Desde hace tiempo, una de las propuestas de la Mesa de la Unidad Democrática en caso de alcanzar mayoría en el poder Legislativo, era entregar la propiedad de los inmuebles de la Gran Misión Vivienda Venezuela a sus beneficiarios.

Llegada la mayoría de los candidatos de la MUD a sus curules en la AN, se coloco entre los temas pendientes en la agenda legislativa. Pero he aquí que se ha producido un interesante y curioso debate al respecto.

El poder Ejecutivo se ha mostrado en desacuerdo con la iniciativa que comentamos, y parece que es por algo más que el viejo mal de la política de contradecir al opositor por el simple hecho de serlo.

Para hacer corto el cuento, uno de los conflictos que echa leña al enfrentamiento actual entre los dos poderes, es este. Y las razones son como para no entenderlas.

En principio, el alegato de la bancada democrática es que los habitantes de la Misión Vivienda son pisatarios, a quienes hay que convertir en propietarios. Es decir, los adjudicados tienen el uso y disfrute de esas unidades habitacionales, pero no les pertenecen por ley.  Consideramos, al igual que la mayoría de los venezolanos, que esta es una grave omisión que tiene que ser corregida.

Al finalizar la primera semana de noviembre de 2015, el diputado Julio Borges, quien se ha ocupado del tema, afirmó que para ese momento, deberían haberse entregado 342 mil  viviendas para cumplir la meta de 400 mil que anunciaron a comienzos del pasado año;  Pero la denominada “Operación Lupa” llevada a cabo por activistas de la MUD, aseguraba que hasta ese momento,  no se había llegado a las 35 mil viviendas entregadas.

De estas contradicciones, se desprenden inconsistencias numéricas que la bancada mayoritaria pretende investigar, lo cual es sin duda un paso ineludible para proceder a la entrega de la titularidad de las viviendas.

En esta auditoría no existe ninguna intención más allá de saber realmente con qué número de unidades se cuenta en el país, acción necesaria para saber qué terreno pisamos en ese sentido. Y hay que aclarar, por ejemplo, el hecho de que se estarían incluyendo presuntamente, unidades refaccionadas que no son de nueva construcción.

Se asegura que el nuevo marco legislativo dejaría desprotegidos a los adjudicados cuando la intención es exactamente la contraria: blindarlos contra los vaivenes que puedan atentar contra su seguridad respecto a su techo.

¿Se utiliza esta figura vaga y nebulosa de la actualidad para chantajear a los beneficiados de la GMVV? A los hechos nos remitimos. El primer mandatario nacional amenazó con no construir quinientas mil nuevas viviendas ya previstas, debido a que la mayoría del pueblo no había apoyado su opción política en las elecciones del pasado 6 de diciembre.

Y la satanización de la iniciativa continúa, afirmándose ahora que se quiere “privatizar” a la Misión Vivienda. Ese adjetivo es reiteradamente utilizado por voceros oficialistas como sinónimo de todo el mal posible; cuando resulta que la propiedad es un derecho universal e inalienable del ser humano, contenido, por su fuera poco, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Otro de los retruécanos utilizados por la vocería de la tolda roja, es afirmar que la nueva condición legal de esos hogares dispararía la inflación en el sector inmobiliario, cuando es exactamente lo contrario: el saneamiento y la sinceración de la condición legal de estos venezolanos y sus techos, contribuiría a bajar la presión en un mercado de viviendas exhausto por la escasa oferta proveniente del sector particular, debido a la enorme dificultad para encontrar insumos de construcción.

Sí, muy probablemente el valor de estos inmuebles se robustecería al sincerar su situación legal, y al colocar un piso jurídico para que los propietarios –ahora sí, con todas sus letras- emprendan mejoras que los beneficiarán. Pero este incremento beneficiaría directamente a las familias propietarias y a nadie más. Cualquier otra aseveración es un vano intento por invocar a algún “coco” que meta miedo en una oscuridad que ya comienza a disiparse.

Suscribimos pues, la afirmación de que cada persona debe ser dueña de la vivienda que lo cobija, para que así se vena motivados y se sientan seguros al cuidarla y mejorarla; para que le puedan dejar una herencia a sus hijos y para que el sentido de propiedad haga crecer a los ciudadanos beneficiados con un patrimonio sólido, circunstancia necesaria para una calidad de vida realmente digna. Como han dicho los voceros unitarios, que la familia tenga derecho pleno sin adjetivos, ni apellidos. La propiedad con limitaciones, no es propiedad.


martes, 2 de febrero de 2016

"Asamblea de Ciudadanos Baruta"

David Uzcátegui
@DavidUzcategui



Participa en  Asamblea  de Ciudadanos.   Nuestros Diputados invitados hablarán contigo de temas muy importantes hoy día y que serán llevados a la Asamblea Nacional.