Por David Uzcátegui
Secretario Nacional de Asuntos Municipales Primero Justicia
@DavidUzcategui
El día siguiente a la celebración de las más recientes elecciones primarias de la Mesa de la Unidad Democrática, quienes hemos metido el hombro a la ruta electoral para cambiar el rumbo de Venezuela, amanecimos con un buen sabor.
Los que perseveramos en esta propuesta de país, hemos recibido ataques desde las más diversas direcciones. No solo provenientes de nuestros naturales adversarios políticos, sino incluso de quienes se encuentran en nuestra misma acera pero no comparten nuestra metodología.
Vale la pena comentar en este momento, que el presidente de la comisión técnica de la MUD, José Luis Cartaya, dijo que se registró un total de 543.793 personas que acudieron a votar, lo que supone un 7,4 por ciento de los electores.
Superar el medio millón de votantes, es sin duda una victoria para quienes tienen visión larga en la política y saben hilar fino en tan voluble mundo.
No es momento de justificaciones, porque estas suelen ofrecerse tras un fracaso y estamos hablando de una victoria. Pero es necesario subrayar el escaso nivel de participación que habitualmente presentan las elecciones primarias en cualquier lugar del mundo.
Y esto se refiere incluso a las elecciones internas que en su momento ha celebrado el partido de gobierno, las cuales han arrojado resultados de participación muy inferiores al padrón electoral que ellos mismos reivindican.
En el lado contrario, las justas electorales de la Unidad han llegado a convocar hasta tres millones de votantes.
Y repetimos que es una victoria, porque lamentablemente hay mucha gente lanzándole piedras al árbol de la unidad. Y esto no sucede solamente desde el oficialismo, sino también desde otras visiones opositoras que quieren imponer su voluntad, más allá de los consensos que deberían hacer funcionar una alianza partidista como la MUD.
Quienes le apostamos a estas primarias hemos luchado contra el pesimismo y la descalificación que están dentro de casa, como si los ataques externos fueran pocos.
Son también las primarias objeto de doble discurso. Quienes las atacan y descuartizan, terminan celebrándolas, participando e involucrándose, porque nadie puede negar que son la expresión más perfecta del deseo popular y se inscriben en el marco de una ruta democrática que, para merecer tal nombre, debe empezar desde las bases mismas del electorado.
Y en este siglo XXI en el cual la humanidad sin duda ha dado señales de avance, hasta quienes albergan intenciones que contradicen a la democracia deben vestir la piel de cordero.
Y hay más que celebrar. Por ejemplo, el reencuentro y la reconciliación de factores democráticos que tenían visiones divergentes y que lograron imponer los intereses colectivos por encima de su voluntad. La madurez manifestada por valiosos líderes que han crecido en su carrera política y miden mejor esta palabra, en lo más positivo de su acepción.
El hecho de que se haya convivido con un Plan República que existe para servir a todos los ciudadanos es también de destacar. En este sentido, todo ejercicio democrático nos lleva un paso adelante en la vía hacia el país igualitario y justo que aspiramos y al cual tenemos pleno derecho, porque no es una dádiva ni nada por el estilo.
El respeto a los resultados por parte de los contendores es otra bocanada de buen aire que le hace falta a un país recalentado, confrontado y que ansía ver ejercicios de alta democracia y más aún; involucrarlos en su genética, para que este sea el modus vivendi de la venezolanidad.
En todo caso, toca seguir adelante por el camino establecido que creemos correcto por nuestra conciencia. Nada nos puede distraer. Las voces cuestionadoras pueden partir de la crítica constructiva o del resentimiento. En todo caso hay que escucharlas y saber separar la paja del grano; pero tomarlas a beneficio de inventario y no dejar de perseverar.