Ya se ha hecho un lugar común denominar a la Memoria y Cuenta del Presidente de la República ante la Asamblea Nacional como “memoria y cuento”. Y es que, después de casi tres lustros viendo al mismo presidente divagar de la misma forma ante el poder legislativo, pues ya sabemos lo que viene.
Hay quienes dicen que este apelativo falta el respeto a la majestad de las instituciones. Es cierto. Y es lamentable. Pero también debemos tener en cuenta que el funcionario que hoy ocupa la primera magistratura ha sido el primero en torpedear la majestad institucional de la misma presidencia y de los demás poderes, gracias a un lenguaje fuera de lugar e inaceptablemente subido de tono, a acciones contrarias a la norma democrática y a una serie de innumerables abusos que le han ganado la censura de quienes creemos en la institucionalidad como pilar de una nación.
Ciertamente hay que celebrar que el teniente coronel Hugo Chávez acuda al Capitolio para cumplir con un ritual de la tradición democrática. Ni siquiera él, con el poder hipertrofiado que ostenta, puede obviar una ceremonia imprescindible en un país que no tiene vuelta atrás en su determinación de vivir en democracia.
Se cumplió con la forma, más no con el fondo. La intención de tal encuentro es justamente que el funcionario que ostente la primera magistratura presente ante los representantes de cada región del país números, cifras, hechos. Lo que se construyó, lo que se realizó. Y que estos representantes de cada venezolano reunidos en el Hemiciclo, interroguen al primer empleado de la República sobre lo que falta, lo que se necesita, lo que no cuadra.
En este sentido, podemos ver que se sigue desfigurando la esencia de este acto, como ya hemos visto desde hace unos cuantos años.
En primer lugar, para hablar de cualquier acto trascendente que tenga lugar en el parlamento venezolano en los días que corren, tenemos que recordar que las fuerzas alternativas democráticas ganamos las elecciones del 26 de septiembre de 2010; pero que la manipulación de los circuitos electorales redujo nuestra representación en la cámara hasta dejarnos en minoría de manera ilegítima.
Por otro lado, si bien la bancada oficialista tiene pleno derecho a abrazar una parcialidad política –están allí para eso- también deben mantenerse las formas; y la incondicionalidad ante los excesos del primer mandatario, deja muy mal parada a su plataforma partidista.
No fue novedad para nadie que el jefe del Ejecutivo se encadenara durante ocho horas a divagar, a hacer proselitismo, a emitir opiniones personales y demás colección de hechos prescindibles que, de no haber sucedido, hubieran reducido el acto a una duración menor a la mitad de lo que duró en definitiva.
No se rindieron cuentas, no se pusieron números sobre la mesa; la soberbia presidencial descalificó una vez más a representantes legítimos de cada ciudadano. Los temas claves, urgentes, de la agenda venezolana, fueron tocados someramente, como por cumplir y sin sustancia alguna; más bien en tono de promesa electoral, que no era en forma alguna el propósito del encuentro.
Pero la lección de la jornada la dio el diputado Juan Carlos Caldera, quien interpeló al Presidente en tono institucional sobre el más duro problema que padecemos los venezolanos: la inseguridad. Y logró una respuesta en similar tono del mandatario; ya que sin duda hubiera sido un despropósito responderle de otra manera.
Esa es la lección: todos los venezolanos debemos presionar a la solución institucional de nuestros problemas. Quien pretenda otra vía, va a quedar muy mal ante el mayoritario país democrático.
*Presidente del Concejo Municipal de Baruta
FUENTE: Noticiero Digital
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