viernes, 11 de enero de 2019

“Inflación y dólares: batalla perdida”

Para los venezolanos no es nada nuevo el fenómeno inflacionario. Si bien nuestro país disfrutó por largas décadas de una de las inflaciones más bajas del mundo, ese caballo de Troya entró en nuestro país durante los años 80 y, con marchas y contramarchas, lo cierto es que cada vez ha sido más y más pronunciado.

Uno de los más socorridos métodos para intentar sobreponerse a los reveses de sus efectos, es buscar refugio en una moneda fuerte. El ahorro en dólares o el intentar realizar actividades profesionales o económicas que generen ingresos en esta moneda, ha sido uno de los refugios más seguros para ganarle la partida a ese monstruo tan voraz.

Esta ha sido una costumbre común en los países latinoamericanos, la mayoría de los cuales han vivido incontrolables espirales de subida de precios desde mucho antes de que la situación afectara a Venezuela.

En la última década los venezolanos apelaron a este recurso para correr la arruga de las limitaciones financieras en cada hogar. El dinero enviado por familiares que viven en otras naciones y generan recursos en divisas ha sido crucial para muchos. Otros tantos han realizado trabajos temporales en otras naciones para traer al país sus ingresos y algunos más incluso han logrado concretar labores a distancia desde nuestro país, a cambio de remuneraciones en dólares.

De esta manera, muchos lograban ganar un round a las reiteradas subidas en los precios de bienes y servicios.

Sin embargo, grande ha sido la sorpresa de quienes tenían el privilegio de contar con algún ingreso en dólares, cuando se han dado cuenta de que, de un tempo para acá, dichos dólares compran cada vez menos en nuestra tierra. Como si estuviéramos hablando de bolívares. A pesar de todos estos malabares para intentar mantener un mínimo poder adquisitivo, la capacidad de compra sigue cayendo. Y no hay dólar que la ataje.

Es una realidad: el cada vez más creciente fenómeno de la subida de precios también se está comiendo a los dólares. Para el día 14 de octubre de 2018, el portal web de la agencia internacional de noticias EFE (España) titulaba: “La inflación venezolana devora dólares y euros mientras fulmina al bolívar”.

El portal Proeconomía asegura que la causa de este fenómeno, es que la inflación ha aumentado de manera más acelerada que el tipo de cambio nominal en el mercado paralelo.

Continúa explicando que, hasta el pasado mes de septiembre, el nivel de precios de la economía había aumentado a un ritmo 13,4 veces más acelerado que el precio del dólar en el mercado paralelo.

Esta situación, ha hecho que cada vez se necesiten más dólares para adquirir los mismos bienes. Si en enero de 2018, se necesitaba 1 US$ para adquirir un bien, en septiembre del mismo año, para adquirir ese mismo bien, se necesitaban 13 US$.

El pasado mes de noviembre, el economista Luis Vicente León hizo alusión al fenómeno durante un Congreso de Economía celebrado en la Universidad Católica Andrés Bello.

“Llamarlo inflación en dólares está mal dicho”, precisó sobre la pérdida del poder adquisitivo de los dólares en el país. “Una cesta de bienes convencional en Venezuela conformada por un conjunto de productos que podía adquirirse en 10 dólares en diciembre (de 2017), hoy (noviembre de 2018) requiere 190 dólares”.

¿Qué está sucediendo entonces? Pues que las tasas de inflación y devaluación, aunque ambas crecientes, van a ritmos distintos. Y el crecimiento de los precios es mucho mayor a la revalorización del dólar frente al actual bolívar soberano.

A esto, se suma la escasez de bienes y servicios disponibles en comparación a la demanda. Y ya sabemos en qué se traduce esto: cuando un producto es difícil de conseguir, cuando muchas personas andan tras ese producto y existen pocas unidades del mismo, su valor se incrementa automáticamente. Incluso en dólares.

Hemos llegado al punto en el cual productos exactamente iguales cuestan más en Venezuela que en cualquier otro país. 

¿Es que entonces ya ni siquiera el dólar es un escudo ante el crecimiento exponencial de los precios?

Pues en el momento actual, eso es lo que parece. Semejante fenómeno es simplemente otro medidor de que la hiperinflación que padece Venezuela ha trepado hasta un nivel superior. Va a un ritmo mucho mayor que la devaluación del signo monetario nacional frente al dólar.

Según los especialistas, se trata de una situación temporal y llegará el momento en el cual la inflación y la devaluación vuelvan a ir a un ritmo más cercano. Esto es como dicen los abuelos, “alegría de tísico”, ya que si sucede en medio de tasas elevadas para ambos indicadores, como hemos visto desde hace unos cuantos años, seguiremos confrontando una economía que hace muy cuesta arriba vivir. ¿Hasta cuándo?

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

lunes, 7 de enero de 2019

“Cambio”

Una vez pasado el necesario y urgente reencuentro navideño con familiares, amigos y un poco de la paz que nos hace tanta falta, toca de nuevo abordar la compleja situación nacional y cómo desarmar esta intrincada trama de errores que tantas adversidades ha traído a Venezuela.

Y desde nuestra perspectiva, el asunto número uno a atender es la economía.
No está demás recordar aquella famosa frase atribuida al presidente estadounidense Bill Clinton, “es la economía, estúpido”, creada por su comando de campaña cuando enfrentó al entonces primer mandatario, George Bush padre.

Se dice que fue un cartel colgado por uno de sus asesores en la oficina, para que tuviera presente que esa era la clave para vencer a un contrincante que gozaba de altos niveles de popularidad, pero que arrastraba en paralelo una economía que hacía aguas.

Y así fue como Clinton ganó. No hubo manera de rebatir sus argumentos frente a la condición elemental para el bienestar de la gente en cualquier nación: la economía.

De este lado del charco, dos décadas se han ido en asuntos ideológicos y retóricos, que se robaron el foco durante un buen tiempo, y que fueron bastante potables en tanto y en cuanto los altos precios del petróleo permitían disimular cualquier desatino administrativo, con la abundancia de recursos que caracterizó a aquellos años.

Y uno de los mayores errores fue sin duda el control cambiario. Error que arrastramos hasta el día actual.

Son muy escasos los países que recurren a una medida tan extrema, y la misma es el reconocimiento por parte del gobierno de que algo no anda bien. La desconfianza de la gente y las empresas en el escenario de la nación, obliga a sacar los preciados recursos financieros para protegerlos. Por allí se dice que no hay nada más cobarde que un dólar, y hay mucho de cierto en eso.

Sin embargo, es algo de absoluta lógica el tratar de preservar e incrementar el patrimonio, de cuidarlo frente a cualquier amenaza de hacerlo mermar.

Al enrarecimiento político de la primera década venezolana del siglo XXI, siguió el famoso y polémico control cambiario. Una medida que había sido tomada durante períodos anteriores en el país, pero que jamás se prolongó como en el caso actual, cuando ya se aproxima a los 16 años, tras su creación en el 2003.

Y lamentablemente, su extensa vida es la confirmación de que no hay confianza en nuestra economía. Es, primero que nada, una medida cosmética para disimular esta inquietud que a todos nos ha punzado en algún momento.

Toca pues, hablar de un tema tabú, que desde hace mucho tiempo se menciona por lo bajo: la unificación cambiaria.

Expertos de todas las tendencias, de varias generaciones, han insistido en que es la primera medida que hay que tomar para comenzar a sanear la maltrecha economía nacional.

Muchas veces lo hemos dicho: la economía no obedece órdenes. Cualquier intento de hacerlo, crea distorsiones que terminan actuando como bumerangs que destinados a golpear a quienes intentaron imponer tercamente su voluntad.

Quizá el mayor error del modelo que se ha intentado imponer a Venezuela, ha sido su pretensión de controlarlo todo. Cualquier estudiante de economía sabe que una tasa de cambio impuesta desde el gobierno es artificia y como tal, insostenible.

La intervención estatal en la libre convertibilidad cambiaria ha devenido en un enorme e ineficiente aparato burocrático que ha demorado la atención a necesidades urgentes mientras se ocupa de un papeleo totalmente prescindible.

Y la demostración de que esta estrategia ha traído más dolores de cabeza que beneficios, está clara en las múltiples transformaciones que ha sufrido la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI) luego bautizada como Centro de Comercio Exterior (CENCOEX) y  sus diversos derivados cambiarios como el Sistema Marginal de Divisas (SIMADI) y el llamado dólar DICOM.

Y es por estos también que la nueva y recién estrenada moneda ha perdido tanto terreno frente al dólar en tan poco tiempo. Se pueden hacer cuantas reconversiones se quieran, siempre se va a perder la carrera contra la divisa estadounidense en tanto y en cuanto no se afronte la realidad y se agarre al toro por los cachos.

Productividad, libertad y confianza son las únicas maneras de estabilizar el signo monetario nacional. ¿Es el desmontaje del control cambiario el que va a devolver las aguas a su cauce o lo hará la confianza de la gente?

Lo que sabemos es que la primera de las variables es la que está en manos de quienes administran el país. Y sin duda, la estabilización será consecuencia de la confianza. De una confianza que tiene que ver con orden, con transparencia y con correcto manejo de los recursos para que no se generen más números en rojo que hagan tambalear la viabilidad de nuestro país.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui