Para los venezolanos no es nada
nuevo el fenómeno inflacionario. Si bien nuestro país disfrutó por largas
décadas de una de las inflaciones más bajas del mundo, ese caballo de Troya
entró en nuestro país durante los años 80 y, con marchas y contramarchas, lo
cierto es que cada vez ha sido más y más pronunciado.
Uno de los más socorridos métodos
para intentar sobreponerse a los reveses de sus efectos, es buscar refugio en
una moneda fuerte. El ahorro en dólares o el intentar realizar actividades
profesionales o económicas que generen ingresos en esta moneda, ha sido uno de
los refugios más seguros para ganarle la partida a ese monstruo tan voraz.
Esta ha sido una costumbre común
en los países latinoamericanos, la mayoría de los cuales han vivido incontrolables
espirales de subida de precios desde mucho antes de que la situación afectara a
Venezuela.
En la última década los
venezolanos apelaron a este recurso para correr la arruga de las limitaciones
financieras en cada hogar. El dinero enviado por familiares que viven en otras
naciones y generan recursos en divisas ha sido crucial para muchos. Otros
tantos han realizado trabajos temporales en otras naciones para traer al país
sus ingresos y algunos más incluso han logrado concretar labores a distancia desde
nuestro país, a cambio de remuneraciones en dólares.
De esta manera, muchos lograban
ganar un round a las reiteradas subidas en los precios de bienes y servicios.
Sin embargo, grande ha sido la
sorpresa de quienes tenían el privilegio de contar con algún ingreso en
dólares, cuando se han dado cuenta de que, de un tempo para acá, dichos dólares
compran cada vez menos en nuestra tierra. Como si estuviéramos hablando de
bolívares. A pesar de todos estos malabares para intentar mantener un mínimo
poder adquisitivo, la capacidad de compra sigue cayendo. Y no hay dólar que la
ataje.
Es una realidad: el cada vez más
creciente fenómeno de la subida de precios también se está comiendo a los
dólares. Para el día 14 de octubre de 2018, el portal web de la agencia
internacional de noticias EFE (España) titulaba: “La inflación venezolana
devora dólares y euros mientras fulmina al bolívar”.
El portal Proeconomía asegura que
la causa de este fenómeno, es que la inflación ha aumentado de manera más
acelerada que el tipo de cambio nominal en el mercado paralelo.
Continúa explicando que, hasta el
pasado mes de septiembre, el nivel de precios de la economía había aumentado a
un ritmo 13,4 veces más acelerado que el precio del dólar en el mercado
paralelo.
Esta situación, ha hecho que cada
vez se necesiten más dólares para adquirir los mismos bienes. Si en enero de
2018, se necesitaba 1 US$ para adquirir un bien, en septiembre del mismo año,
para adquirir ese mismo bien, se necesitaban 13 US$.
El pasado mes de noviembre, el
economista Luis Vicente León hizo alusión al fenómeno durante un Congreso de
Economía celebrado en la Universidad Católica Andrés Bello.
“Llamarlo inflación en dólares
está mal dicho”, precisó sobre la pérdida del poder adquisitivo de los dólares en
el país. “Una cesta de bienes convencional en Venezuela conformada por un
conjunto de productos que podía adquirirse en 10 dólares en diciembre (de
2017), hoy (noviembre de 2018) requiere 190 dólares”.
¿Qué está sucediendo entonces?
Pues que las tasas de inflación y devaluación, aunque ambas crecientes, van a
ritmos distintos. Y el crecimiento de los precios es mucho mayor a la
revalorización del dólar frente al actual bolívar soberano.
A esto, se suma la escasez de
bienes y servicios disponibles en comparación a la demanda. Y ya sabemos en qué
se traduce esto: cuando un producto es difícil de conseguir, cuando muchas
personas andan tras ese producto y existen pocas unidades del mismo, su valor
se incrementa automáticamente. Incluso en dólares.
Hemos llegado al punto en el cual
productos exactamente iguales cuestan más en Venezuela que en cualquier otro
país.
¿Es que entonces ya ni siquiera
el dólar es un escudo ante el crecimiento exponencial de los precios?
Pues en el momento actual, eso es
lo que parece. Semejante fenómeno es simplemente otro medidor de que la
hiperinflación que padece Venezuela ha trepado hasta un nivel superior. Va a un
ritmo mucho mayor que la devaluación del signo monetario nacional frente al
dólar.
Según los especialistas, se trata
de una situación temporal y llegará el momento en el cual la inflación y la
devaluación vuelvan a ir a un ritmo más cercano. Esto es como dicen los
abuelos, “alegría de tísico”, ya que si sucede en medio de tasas elevadas para
ambos indicadores, como hemos visto desde hace unos cuantos años, seguiremos
confrontando una economía que hace muy cuesta arriba vivir. ¿Hasta cuándo?
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui