jueves, 28 de julio de 2016

“Comida en órbita”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Desde hace mucho tiempo, la desproporción entre los ingresos de los trabajadores venezolanos y el costo de la subsistencia básica –para no hablar de vivir con calidad- es desproporcionado. Pero lo angustiante es que la brecha se agiganta por minutos y nadie parece tener intenciones de detenerla.

El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros dio a conocer recientemente que el precio de la canasta básica familiar escaló 20,3% en el pasado mes de junio y se ubicó en Bs. 365.101,19.

Con el alza de junio, la variación anualizada para el período junio 2016 / junio 2015 es 573,6%, equivalente a 20,7 salarios mínimos, de acuerdo con la remuneración base legal de Bs. 15.051,15.

No estamos hablando de uno y medio, ni de dos, ni siquiera de cinco o diez veces más. Estamos hablando de que una familia, integrada por cinco miembros en promedio, requiere 24,3 salarios mínimos para poder adquirir la canasta básica familiar.

La información la suministra una fuente confiable, referencia de este indicador desde hace muchos años. Fuente a la cual hay que recurrir ante la ausencia de datos oficiales.

Ya no se trata de rebuscarse, ni de tener dos trabajos, ni de que todos los miembros de la familia en edad de trabajar lo hagan. La realidad ha dejado como un chiste de escaso alcance aquello de que mientras los sueldos suben por la escalera, los precios lo hacen por el ascensor.

La desproporción es tal, que ha desconfigurado la vida de los venezolanos en todo sentido. La peor de todas las consecuencias es sin duda el recorte de los alimentos en la mesa familiar; ya que hay un perverso coctel en el cual no solamente toma parte la inflación, sino también la escasez.

La comprometida situación de nuestros ciudadanos se hace patente en las ya tristemente célebres colas que se multiplican en cantidad con el correr de las horas; así como en las salidas de los venezolanos a comprar comida fuera de nuestras fronteras, ya no solamente a Colombia sino también a Brasil, donde consiguen variedad de productos a precios mejores que los de los especuladores de oficio conocidos como “bachaqueros”.

La Folha de Boa Vista, en su edición del 20 de junio, dedicó una publicación a la “invasión” venezolana. Según el diario brasileño, el comercio en la ciudad fronteriza, con la llegada diaria de venezolanos, en un mes creció 90%.  El repunte ha sido tal que aquellos negocios dedicados a vender ropa cambiaron esa mercancía por alimentos.

La situación alcanza tales proporciones, que incluso hay fotos satelitales de los miles de venezolanos que cruzaron desde Táchira hacia Cúcuta hace pocos días, y que no estaban haciendo turismo, como irresponsablemente afirmaron algunos voceros oficialistas.  Literalmente, la crisis venezolana se puede observar incluso desde el espacio exterior.

Por otro lado, a Red por la Defensa al Trabajo, la Propiedad y la Constitución, informa en un comunicado de prensa que un 80% de los venezolano consumen un kilo o menos de comida diariamente, lo cual nos colocaría como el país de todo el continente con los niveles de alimentación per cápita más bajos por habitante y dentro de los 20 de menor consumo a nivel mundial.

Por primera vez en la historia de Venezuela, la tarea de conseguir alimentos es el eje de la vida política y social de nuestra nación. Es tema de conversación en los sitios de trabajo, en el transporte público, en las calles.

¿Hay solución? El país al día de hoy se encuentra secuestrado por tal estado de anomia, que pareciera que no. La desesperanza crece ante la exponencial multiplicación de las adversidades y la ausencia de señales claras desde el gobierno nacional, que permitan confiar en que se trazará un plan concreto que permita conducir a la economía hacia la recuperación. Y por supuesto, hablamos de algo que sea más que propaganda o discursos.

Sí, se puede hacer, y mucho. Producir, por ejemplo. Dejar de criminalizar a la iniciativa privada, dejar de ver enemigos en todo lo que piense diferente. Sentarse a hablar con la urgencia de resolver y no como táctica dilatoria para preservar el poder. Reconocer errores y rectificar, para quitarles penurias de encima a los hombros de los venezolanos.

Administrar mejor lo que queda de lo que alguna vez fueran cuantiosos recursos y que hoy vemos menguados no solamente por la caída de los precios petroleros, sino por despilfarro indiscriminado e inexplicable.

Se acabó la soberbia, no tiene más cabida en un país que está literalmente entre la espada y la pared. La inacción y la impericia de quienes gobiernan hoy, está quedando descubierta a los ojos de todos como consecuencia del deterioro de las más elementales condiciones de vida. Y todos los venezolanos son las víctimas inocentes.

domingo, 24 de julio de 2016

“Otra que se va”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La partida de la empresa internacional Kimberly-Clark es sin duda una mala noticia para los venezolanos, no solamente por el hecho en sí de que se cierre otra fuente de empleo en nuestro país; sino porque el contexto en el cual ocurre nos dibuja una inquietante pérdida de confianza en nuestro país.

Si bien el gobierno acaba de anunciar recientemente una inversión de más de 20 millones de dólares en las instalaciones que la compañía dejó en territorio nacional, hay que hilar muy fino ante esta noticia que de entrada parece buena.

Primeramente – y es obvio- el gobierno no lo puede hacer todo. Una nación se construye con el trabajo conjunto y coordinado de la administración pública y la empresa privada.

La buena noticia sería que estos últimos sigan invirtiendo en nuestro suelo y no que de los haberes gubernamentales, salga una partida para tapar como un paño caliente la ida de otra fábrica que opera en numerosos países, pero que no pudo afrontar las dificultades que entraña ser productivo en Venezuela.

Dólares no es lo que sobra en estos momentos en un país monoproductor y monoexportador de petróleo, cuando el precio de este bien ha caído estrepitosamente. Y ya todos lo sabemos, porque hemos visto cómo se ha deteriorado nuestra calidad de vida en los últimos años.

En segundo lugar, voceros del oficialismo, como el mismo Freddy Bernal, han reconocido la mala capacidad administrativa del actual gobierno en los casos de las empresas expropiadas. Aunque la expropiación como tal no es el caso de la compañía que hoy nos ocupa, sí inquieta que sea otra más en el pesado saco de las empresas improductivas que hoy carga el gobierno nacional.

La confianza no se impone, se gana. El clima hostil a la iniciativa particular se respira desde hace años y no hace sino reforzarse, a pesar de las reiteradas advertencias de quienes saben de economía: no se puede asfixiar al sector privado, porque el Estado no puede ser el empleador de toda la población.

No ayuda tampoco que se criminalice a la empresa que decidió marcharse porque los números no le daban. Esto será caldo de cultivo para terminar de convencer a otras de que también se vayan.


viernes, 22 de julio de 2016

“El Muro de Cúcuta”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Como si se despertara de un sueño, como si se abrieran las puertas hacia la realidad, un grupo de venezolanos tuvo la oportunidad de pasar en recientes fines de semana al otro lado de la frontera con Colombia, por el estado Táchira.

Ya redunda comentar lo que encontraron los conciudadanos que visitaron Cúcuta: abundancia y variedad de alimentos, gente atenta y amable, y por supuesto, un asombro internacional ante el volumen de gente que aprovechó la apertura del paso fronterizo.

Paso que, por cierto, ha estado cerrado por cerca de un año, en otra de esas medidas sin sustento cierto e impuestas verticalmente, distorsionando lo que ha sido por décadas la vida cotidiana de una de las fronteras más dinámicas del continente.

Esa división político-territorial de la mencionada región es tan necesaria como formal; pero se corresponde en muy poco con seres humanos que fluyen en ambos sentidos, y que tiene su vida entrelazada en ambos países. Por vínculos humanos, afectivos, por parentescos, por negocios, por todo lo que sustenta a una sociedad; que en este caso está dividida entre dos tierras.

Y esa línea viva que separa –o que une- a ambos países es el termómetro de que las cosas no funcionan en Venezuela. Expone de tal manera la atípica existencia que llevamos hoy los venezolanos, que hubo que forzar un cierre artificial, digno del Muro de Berlín, para atajar la realidad.

Y como sucedió con aquel anacrónico monumento de la tristemente célebre Guerra Fría, también se vino abajo. Al igual que en aquella ocasión, la presión ciudadana acabó con algo que no debió existir jamás.

En nuestra tierra, la prescindible separación cedió a una de las mayores fuerzas del universo: la de las madres en busca de alimento para sus pequeños. Esas mismas que relataron  haberse organizado durante quince días, que se uniformaron de blanco y que se fueron hasta la línea fronteriza a insistir tercamente en su necesidad de comida y medicinas.

Una presión pacífica que terminó por hacer ceder a la autoridad y abrir esa puerta que no debería estar cerrada, máxime cuando el discurso oficialista habla tanto de integración latinoamericana. No es muy congruente que se ampute el tránsito en uno de los puntos que más nos integra con nuestros vecinos.

No hubo manera de seguir embargando a los tachirenses la posibilidad de traspasar la frontera y visitar el territorio hermano para abastecerse. Y nos referimos a que no hubo forma moral. No solamente porque las pioneras del primer día lograron acceder, sino porque regresaron con relatos demoledores: allá, del otro lado, no hay guerra económica. Hay de todo, en variedad, para escoger y a precios inferiores a los vistos del lado venezolano, inflados exponencialmente por la inflación que trae todo control.

Del otro lado, en esa ciudad llamada Cúcuta, sí llegó el siglo XXI. No padecen las limitaciones que vemos de este lado, y para colmo, fueron excepcionalmente amables con los visitantes. Si alguien perdió en este particular intercambio, fue cualquiera que haya intentado sembrar discordia entre dos pueblos que son uno.

Y por si fuera poco, el epílogo asombra aún más. En días posteriores, la afluencia venezolana se multiplicó por decenas de miles en los momentos cuando se abrió el paso fronterizo.

La exposición de lo que sucedía quedó a la vista del mundo entero, porque fue una noticia de trascendencia internacional. Numerosos medios esperaban a los visitantes del lado colombiano del puente.

La multitud fue cubierta con drones que proporcionaron impactantes vistas aéreas e incluso se pudo ver desde Google Earth. En la era de la hiperinformación, intentar embargar una noticia es un ejercicio tan inútil como tratar de mantener agua en el puño.

Aunque por ahora se descarten nuevos pasos fronterizos, el impenetrable acorazado ya hace aguas. Ya sucedió, y más de una vez. Ya el Emperador quedó desnudo. Se podrá atajar por la fuerza a los venezolanos que requieran los bienes que están en el otro lado; pero la victoria moral es irreversible, para utilizar uno de esos vocablos de moda.

La apertura definitiva de la frontera también es clamor del otro lado de la línea y las voces son encabezadas nada menos que por la canciller María Ángela Holguin y por los comerciantes de Cúcuta. Lo que impone la realidad es que las cosas vuelvan a ser como antes; o incluso mejor que antes. Que se reconozcan fallos y errores y queden en el pasado.

Muros como el de Berlín son imposibles cuando nos acercamos aceleradamente a la tercera década de un nuevo siglo que avasalla todo experimento fallido de los cien años pasados. Las terquedades solamente prolongan la agonía y generan dolores inútiles y prescindibles. Estamos en cuenta regresiva para que las cosas sean como siempre han tenido que ser.

sábado, 16 de julio de 2016

“Venezuela y el Mercosur”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Desde hace varias semanas llama la atención de la prensa internacional la sucesiva postergación de la entrega de la presidencia pro tempore del Mercado Común del Sur a Venezuela. Y es que, aunque todo se haga con sutileza y con la mayor discreción diplomática, es inevitable que el silencio y el misterio llamen la atención.

En el medio periodístico se dice que “no tener noticias es una buena noticia”; pero aquí parece suceder lo contrario. Y como sabemos, el vacío de información genera rumores.

El Mercosur es una gran idea, como todo bloque regional que intente integrar países vecinos con similitudes económicas y culturales. Pero también sabemos que para que esta integración sea exitosa, debe cumplir con unos parámetros mínimos de saneamiento interno en cada nación que lo integre.

Para nuestro país fue sumamente sencillo ingresar en tiempos de las vacas gordas, de la bonanza petrolera que arrojaba tal cantidad de ingresos, que permitía tapar los desatinos administrativos porque, por más desacertadas que fueran las políticas, los números siempre quedarían en azul.

No es el caso actual, cuando los precios petroleros se desplomaron y la actual administración no tenía tomada previsión alguna. Padecemos de lejos, la inflación más alta del mundo; ligada al desabastecimiento, sea cual sea la causa. Incluso, si tomáramos como verdadera la hipótesis gubernamental de la supuesta “guerra económica”, lo visible es la incapacidad de quienes hoy gobiernan para solucionar la situación.

A esto se unen los atropellos al poder Legislativo electo el año pasado, con lo cual se encienden las alarmas de los supuestos democráticos mínimos que deben cumplir los miembros. Esto, para no hablar de lo cuesta arriba que se ha hecho el proceso de solicitud del referendo revocatorio, otra realidad que el mundo observa atentamente.

No se trata de una conspiración de la derecha internacional, como justifican voceros oficialistas. Es una cadena de omisiones y acciones erradas de quienes hoy gobiernan. Y si Mercosur pudiera mirar hacia otro lado con los desatinos políticos, no pueden admitir el mal desempeño económico. Pragmatismo puro. Amanecerá y veremos.

viernes, 15 de julio de 2016

“Monólogo”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Por estos días ha reflotado en Venezuela el submarino del diálogo. Un submarino que se sumerge y pasa largas temporadas en las más oscuras profundidades; para de vez en cuando aparecer en la superficie, coincidencialmente cuando el gobierno atraviesa turbulencias.

Lo cierto es que la palabra “diálogo” forma parte del argot de la opinión pública por estos días; pero la gente no deja de pronunciarla con reservas. ¿A qué se deberá?

Quizá a que es un vocablo extremadamente manoseado en estos casi 18 años de autodenominada revolución. A que le hemos puesto demasiada expectativa en el pasado y a que muchos consideran que es simplemente un salvavidas para comprar tiempo por parte de quienes hoy conducen la administración pública nacional.

Así sucedió cuando los difíciles momentos vividos en 2002 y 2003 devinieron en una eterna y estéril Mesa de Negociación y Acuerdos que solamente arrojó frustración. Y en 2014, fecha que marcó una conmoción nacional y generó otro acercamiento que terminó convertido en sal y agua. Motivos para no creer, los hay.

Aunque no se puede hacer tal afirmación postulándola como una verdad, pareciera que los acercamientos de quienes mandan para conversar con los excluidos, solamente ocurren en momentos de crisis extremas –y bajo puntaje en las encuestas- para, como dicen algunos, “comprar tiempo”.

Los factores que empujan a los autodenominados revolucionarios a sentarse a hablar confluyen una vez más. Pero como en el cuento de Pedro y el lobo, ya nadie les cree. Ese es el problema de dilapidar el capital político en promesas incumplidas. Y lo peor es que ahora el lobo sí nos está respirando en la nuca.

¿Es de plano inefectivo un diálogo? No, puede ayudar y mucho. Incluso, aunque tantos venezolanos estén ganados al descreimiento, puede ser la solución. Entonces, ¿por qué flota esa percepción de inutilidad al respecto en el país?

Quizá todo parta de la vocación de monólogo que tiene el gobierno.

Por más de década y media, los venezolanos hemos sido sometidos a un interminable soliloquio generado desde el poder. Las cadenas de radio y televisión, no solamente habituales y frecuentes, sino por demás extensas; aunadas a la multiplicación de medios de comunicación de corte oficialista mientras el contrapeso de los independientes va menguando. Invasiva propaganda a diestra y siniestra, que busca no solamente publicitar los supuestos logros gubernamentales, sino incluso adoctrinar.

¿Y cuál es el resultado? Que el oficialismo se creyó su propio monólogo. Piensan que lo están haciendo muy bien. Se acostumbraron a hablar solo ellos. Se marearon de poder y creen, cuando por fin se sientan a dialogar atosigados por la realidad, que pueden golpear la mesa con el puño y poner las normas, como lo hace en las instituciones del Estado, donde las nóminas de trabajadores deben obedecer, so pena de ser despedidos a pesar de la inamovilidad laboral.

Quienes hoy nos gobiernan son aficionados a los trajes a la medida cuando se trata del diálogo. Y entonces se mandan a coser a sus propios mediadores, esos que dicen lo que es agradable escuchar, los mismos que se retratan sonrientes con una de las partes mientras descalifican a la otra. Y así, las condiciones del supuesto acercamiento pretenden ser impuestas unilateralmente. Sobra comentar cuán inútil es este ejercicio viciado.

Cuando no se ha ejercido realmente la democracia, cuando no es esquema de pensamiento, cuando es solamente una etiqueta que se utiliza de la boca para afuera, no se puede entender que para hacer viable una iniciativa de ese tipo, ambas partes deben poner sobre la mesa tanto agendas como representantes y que hay que llegar a acuerdos mínimamente aceptables para los dos grupos. No se puede dialogar cuando las condiciones son impuestas unilateralmente. Parece una observación tonta, pero vista la situación, es más que necesario hacerla.

Afortunadamente, en Venezuela sí hay democracia. La ha impuesto la gente, saliendo a la calle a votar, entregando el poder Legislativo en manos de una alternativa política que le mereció confianza, defendiendo su voto y apoyando a sus líderes elegidos, quienes son hoy representantes de una obvia mayoría.

Una vez más se abre una posibilidad de entendimiento. Pero obviamente, del lado de la Mesa de la Unidad Democrática hay condiciones no negociables: referendo revocatorio este año, liberación de presos políticos, atención a la crisis alimentaria y de salud. Y por supuesto, es la MUD quien decide cuáles serán sus representantes. Esperar otra cosa sería, por decir lo menos, desquiciado.

Esperemos sensatez de parte del otro factor que pretende dialogar, pero que no sabe cómo hacerlo. Apostemos a que sus convidados sean más agudos que ellos y los aconsejen para que nuestra nación supere esta hora menguada.

sábado, 9 de julio de 2016

“Un racionamiento menos”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

En los tiempos adversos que vivimos, los venezolanos nos hemos ido acostumbrando –lamentablemente- a sufrir diversos tipos de recortes a la vez. Y debemos hacer énfasis en la transitoriedad de esta situación, porque si se quiere y si hay la voluntad, es totalmente solucionable.

Hoy queremos referirnos al asunto del agua. Sí, es verdad que para todos estuvo medianamente clara la dureza de la sequía que nos afectó y que nos llevó a niveles inquietantes en este asunto; pero también es cierto que están llegando al rescate las lluvias, en muy buen momento, porque estábamos contra la pared.

El asunto es que seguimos contra la pared en cuanto al racionamiento de agua, cuando la situación debería tender a normalizarse. Los mismos medios de corte oficialista celebran el fin de la sequía, con frases como “El pueblo venezolano eludió la sequía y derrotó a los realistas de esta época”, titular que tomamos del Correo del Orinoco de este viernes 8 de julio.

La nota abunda en lo cerca que estuvimos del colapso eléctrico –otra de las amenazas, otro de los racionamientos- y en cómo se considera superado dicho riesgo. Sin embargo, los recortes en el servicio de agua se prolongan hasta el día de hoy; para no hablar del asunto eléctrico, que es otro tema. Por cierto, el levantamiento del racionamiento en este ámbito fue anunciado, esperamos la normalización del servicio.

Solamente el nivel del Guri está subiendo en 26 centímetros diarios, según informó la Agencia Venezolana de noticias, AVN, el pasado 26 de junio. Ya la discusión sobre si el fenómeno El Niño afecta o no a Venezuela, quedó en el pasado. Igual que el Presidente de la República, nos encomendamos a Dios para esperar superar del todo estos contratiempos. Pero también esperamos acciones acertadas por parte de la administración pública.

Sí estamos en un país de riqueza y abundancia; pero también necesitamos de mucho trabajo y en eso no tenemos problema alguno. Con una buena dirigencia y con la voluntad de progreso por delante, la ciudadanía venezolana puede y debe florecer fácilmente para el bienestar de todos. Y hablamos de agua, de servicio eléctrico, de alimentos; de todo lo que deseamos y merecemos los venezolanos.

viernes, 8 de julio de 2016

“¿Hay o no hay revocatorio?”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El referendo revocatorio presidencial que hoy ocupa la atención de todos los venezolanos, ha dado lugar a multitud de conjeturas que bien podrían servir de argumento, no digamos para una, sino para muchas películas de ficción.

La importancia del inminente evento que mantiene los ojos del mundo fijos sobre Venezuela, aunada a la información confusa y contradictoria que proviene de fuentes oficiales –para no hablar de desinformación- choca con la urgencia que tenemos todos de saber, generando que cada quien se arme su propia película.

Los más aficionados al apocalipsis aseguran que sencillamente no habrá referendo. Esta es definitivamente, la hipótesis más audaz, tomando en cuenta que los ojos del planeta vieron a los venezolanos saliendo a la calle masivamente para firmar y así activar el proceso que conduce al revocatorio.

Se trata de acortar los tiempos, de engullirse días de la semana y meses del año, a ver si se hace inviable el evento comicial. También se ha apelado a cualquier forma de “rebanar” la voluntad de la gente, tales como descalificar firmas y firmantes, colocar una cantidad mínima de puntos para validar y otros tantos contratiempos que, sumados, deberían dejar cojeando a esta iniciativa popular. O al menos, eso es lo que aspiran los guionistas de esta película de terror.

Pero nada de eso ha resultado. Los venezolanos salieron masivamente, tanto a firmar como a validar. Aunque superficiales formalismos confiscaron un derecho constitucional a cientos de miles de venezolanos, el volumen de ciudadanos convocados fue tal, que estamos protegidos por mucho, en cuento a la cantidad de electores convocantes en esta primera etapa.

Otros tantos, asoman más tímidamente que sí, que habrá revocatorio... Pero que no podrá ser este año. Y como bien sabemos, los desenlaces son distintos según se celebre antes o después del 10 de enero de 2017.

Resulta que en este momento, la pelota está del lado de la cancha que domina el Consejo Nacional Electoral. El 1% del padrón electoral ya salió a firmar, y se cumplió también con el requisito de la validación, a pesar de las engorrosas condiciones en las cuales se desenvolvió.

Desde ya –en realidad desde hace varios días- el CNE puede dar inicio a la convocatoria de revalidación del 20 por ciento de los electores, para solicitar el referéndum revocatorio del mandato presidencial de Nicolás Maduro y hacer la participación de dicha decisión a la Mesa de la Unidad Democrática; con lo cual entraríamos en la ruta definitiva para realizar la consulta.

Partimos aquí de dos verdades lapidarias: la convocatoria sí fue hecha a tiempo y existe además tiempo suficiente para realizar la consulta. No hay razones legales ni técnicas para que el Referendo Revocatorio no se realice este mismo año.

Otro de los obstáculos que aducen quienes se empeñan en buscar obstáculos, es que tenemos pendientes para este año las elecciones regionales, cosa que es meridianamente cierta.

No solamente son eventos compatibles, sino que por la dinámica de ambos, podrían culminar realizándose el mismo día, lo cual incluso sería conveniente por ahorro de costos, al convocarse ambas consultas en una misma jornada.

También corrió el rumor de que el Tribunal Supremo de Justicia echaría para atrás esta primera recolección de firmas ya celebrada. Si hay o no bases para ese rumor, es algo sobre lo cual no nos corresponde pronunciarnos; lo cierto es que, al día de hoy, eso no ha sucedido. Otra hipótesis señalaba que se estaría buscando una forma de echar para atrás todo el proceso; pero el oficialismo no estaría dispuesto a pagarle ese costo político.

Hay otra razón de peso para que el evento siga adelante por su propio peso: y es que moralmente ya fue convocado. Los cientos de miles de venezolanos en las calles firmando son una muestra clara, ante los ojos de todos, de la exigencia de la gente de ir al revocatorio, créanlo o no los afectados por esta decisión popular.

Por si fuera poco, la validación y las adversas condiciones en las cuales se realizó, sirvieron nada como reafirmación de esta misma voluntad. La gente salió con más pasión, y se empeñó con terca perseverancia en hacer valer sus firmas.

Podemos concluir algo que sería conveniente tener anotado: mientras más se complique el proceso, más tenacidad va a sacar el venezolano de sus ganas de poner punto final a los problemas que hoy lo agobian.

Se acaban las excusas y se acaban los obstáculos. Se acaba una etapa histórica mientras otra nueva irrumpe con fuerza a pesar de quienes intentan en vano esconderla o postergarla.

Quienes hacen un papel a contracorriente, quedan muy mal ante un país que está muy claro en lo que está sucediendo, porque lo padece en carne propia, en sus hogares o en el núcleo de su familia.

sábado, 2 de julio de 2016

“La lección del Brexit para América Latina”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El Brexit es la propuesta de que el Reino Unido abandone la Unión Europea, la cual fue sometida a referendo el pasado 23 de junio. Y ganó. A raíz de eso, la confederación de países del viejo continente ha entrado en un serio proceso de cuestionamientos que podrían replantearse la coalición.

¿Y qué puede importarnos eso a nosotros, que estamos tan lejos? Pues mucho, y por muchos motivos.

Esta unión de países en Europa había sido, hasta ahora, la mayor referencia sobre la creación de un bloque regional exitoso en el mundo; como se aspira a crear uno de este lado del planeta, con experimentos que ya han alcanzado trascendencia y solidez, en el caso del Mercosur y la Comunidad Andina.

La primera lección de la Unión Europea, fue el saneamiento de sus economías, para intentar una homogenización de las circunstancias que pudiera darle piso a una moneda común, el prestigioso euro; aunque ande por estos días en tela de juicio, justamente ante los resultados del referendo en cuestión.

Pero si bien se logró este objetivo titánico de coordinar casi treinta países con sus respectivas realidades y diversidades culturales, siguen prevaleciendo, como es de esperarse, las circunstancias particulares de cada uno.

Y es así como el poderoso Reino Unido siempre mostró reservas ante la UE, a pesar de haberse integrado con excepciones tales como mantener su propia moneda, la robusta libra esterlina.

Hoy, cuando este socio referencial dio a conocer su voluntad de abandonar la Unión, se teme que otros como Francia hagan lo mismo; mientras el euro se desinfla. Pero también el Reino Unido pierde. Entre otras cosas, un mercado enorme para sus productos.

Los latinoamericanos tenemos una visión cultural más cercana entre nosotros que los europeos, y podríamos usarlo para salvar nuestras diferencias. Entre nuestras fortalezas, está por ejemplo, compartir el mismo idioma.

La lección para quienes aspiramos a fortalecer las alianzas regionales de este lado del mundo, tiene que ver con una mayor integración, no solo en el papel, sino de objetivos y metas; pero sobretodo en hechos. Y con trabajar en la salud de cada país para poder aspirar a bloques sólidos.



viernes, 1 de julio de 2016

“La inseguridad que nos ahoga”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Se trata literalmente de un problema de vida o muerte. Más allá de los otros asuntos que complican la vida de los venezolanos en la actualidad, la inseguridad ha llevado al país entero a un toque de queda no declarado, donde las ciudades quedan en silencio al caer la noche y ni siquiera la luz del día es garantía de no ser víctima de algún delito.

El alegato de algunos, es que estamos hablando de una situación de muy vieja data en Venezuela. Es verdad. Pero también es cierto que, lejos de ser combatido, ha crecido exponencialmente en los últimos tres lustros hasta llegar a quedar literalmente fuera de control.  ¿Por qué?

Lo primero que nos preguntamos es si el gobierno nacional se detuvo alguna vez en el pasado a medir las consecuencias de no atajar este monstruo de mil cabezas a tiempo. Porque la desatención al asunto, el hecho de ser más reactivos que preventivos e incluso, el dejar semejante responsabilidad en manos de funcionarios sin la preparación adecuada, solamente han abonado el terreno para que todo empeore exponencialmente.

¿Hay voluntad política para abordar el tema?  ¿Existe una inclinación real de los gobernantes para entender lo que vivimos, fijar objetivos y desarrollar estrategias para reducir de manera importante la violencia?

Porque la voluntad no es una declaración de buenos propósitos ni un discurso. La voluntad se mide mediante la cantidad de esfuerzo, dinero, dedicación e interés que se orientan hacia la solución. Si es que en algún momento ha habido voluntad, no se ha traducido en resultados.

Pero lamentablemente, ni siquiera en los frecuentes discursos oficialistas está presente el tema. Para quienes hoy ostentan el poder, las prioridades son otras. Y esta decisión de gobierno, está costando día a día numerosas vidas de venezolanos.

Por otra parte, el ritmo epiléptico en el enfrentamiento de esta calamidad nos coloca cada vez más lejos de solucionarlo. Nos referimos a esporádicos esfuerzos, como el plan desarme, que se anuncia con bombos y platillos para luego quedar abandonado y que, como sabemos es de lejos insuficiente para solucionar, aunque se implementara en forma impecable. Es apenas uno de los tantos elementos que deben componer una verdadera política seria contra el delito.

Tampoco ayudan mucho operativos, alcabalas y otras medidas punitivas de similar corte. Medidas que, por supuesto deben formar parte de la política mencionada antes; pero que también son insuficientes por sí solas. Y mucho más insuficientes si no son aplicadas con la máxima rigurosidad de la profesión policial y muy especialmente en el marco de una sociedad con balance de poderes que pueda mantener el equilibrio entre la aplicación de justicia y el respeto a los derechos humanos.

Por otro lado, hay que revisar seriamente qué está sucediendo con la institución policial en el país. Sueldos, beneficios, compensaciones, formación. Un buen funcionario que desee hacer su trabajo, se encontraría de manos atadas ante el deterioro de esa institucionalidad en el país.

Y hablando del aspecto preventivo, cabe preguntarse qué está sucediendo con nuestra educación. ¿Se educa actualmente en Venezuela para la paz? ¿Se inculcan esos valores y principios a los ciudadanos en formación? ¿Se ofrece un sólido ejemplo de respeto a la vida y a la propiedad?

¿Hay esperanza para los jóvenes? ¿Pueden insertarse en una sociedad donde con estudio y trabajo sean productivos? ¿Pueden aspirar a una vida con calidad? Lamentablemente la respuesta no es positiva en este momento. Y la desesperanza es un fardo muy pesado.

No se están creando tampoco los urgentes espacios para la cultura y el deporte, que son no solamente actividades formativas; sino también antídotos para la delincuencia. La aparición de instalaciones que permitan la práctica de estas disciplinas va muy lejos de la enorme necesidad de las mismas; eso para no hablar del deterioro de las instalaciones existentes, invadidas por la desidia y el desinterés.

Y en este mismo sentido opera el deterioro general de nuestro entorno. La pérdida del sentido del espacio público y urbano, la oscuridad en las calles y la falta de mantenimiento que termina por colonizarlo todo, es fértil abono para actividades ilícitas.

Nos falta piso como ciudadanos. Instituciones sólidas, formación en valores, castigo para el transgresor. Hasta que eso no se concientice y se accione en función de ello, no habrá alcabala, operativo ni recolección de armas que valga. Y seguiremos perdiendo vidas a manos del hampa.

Es enorme la tarea, y debe ser ejecutada conjuntamente por especialistas y ciudadanos, trabajando hombro a hombro. Pero sí es posible. Muchas sociedades lo han demostrado. ¿Estamos dispuestos?