viernes, 29 de abril de 2016

“Firmando”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Al momento de escribir estas líneas, se encuentra la ciudadanía venezolana activada y firmando masivamente para exigir su derecho a que se active el referendo revocatorio presidencial.

En la calle y en hechos, se deja sentir de forma equívoca la que todos sabemos es la voluntad de la gente. De nada sirve perseverar en la miopía o negar insistentemente la realidad. En casos como estos, postergar y complicar lo que es inevitable, solamente sirve para robustecer la urgencia del cambio.

Recordemos que La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela permite revocar todos los cargos de elección popular transcurrida la mitad de su mandato, que en el caso del actual presidente, Nicolás Maduro, se cumplió en enero del 2016. Hablamos pues, de un derecho constitucional e ir contra el mismo sería desobedecer a la Carta Magna.

Siempre hemos sostenido que existe una ruta electoral y democrática para modificar el pernicioso rumbo que hoy lleva nuestro país, y que, si bien es un sendero que no se muestra exento de vericuetos y obstáculos, es sin duda muy claro y sobretodo eficaz para construir con solidez el nuevo e imperioso rumbo.

Ciudadanos y organizaciones alineadas con esta concepción de país, han seguido adelante, obstáculo tras obstáculo, para apuntalar la única forma de asegurar una historia futura sustentable para nuestra nación, una manera de sanar las heridas que se han venido cultivando en las dos últimas décadas.

Desde Primero Justicia, no solamente a través de nuestra dirigencia, sino también de nuestros militantes y simpatizantes, nos hemos lanzado a las calles de manera consecuente y consistente a mantener la moral en alto a través de tantos momentos adversos que nos ha tocado atravesar en los últimos tiempos.

Se trata de la vía que hemos escogido los venezolanos de vocación democrática para solucionar la crisis por la que atraviesa el país para el tan necesario cambio político de gobierno. Y los demócratas sabemos que la solución a la intensa y prolongada crisis que padecemos tiene que pasar sin falta por la consulta electoral.

Y esta afirmación incluye a los venezolanos que de buena fe han creído en la autodenominada revolución; pero que han visto sus expectativas no solamente defraudadas, sino traicionadas con el accionar de una administración que ha estado muy alejada de las verdaderas necesidades de la gente y que se ha empeñado en acrecentar su poder aún a costa de crear mayores desgracias para sus propios seguidores.

Lamentablemente, las autoridades a quienes corresponde dar respuesta al clamor popular, han demorado más de lo justo y lo deseable en escuchar la urgencia de todos. Pero finalmente lo han hecho, con la entrega de la planilla para recolectar las firmas y solicitar formalmente el referendo.

Por encima de las lamentables y condenables demoras, sí es posible contarnos este mismo año, a despecho de quienes creen que no llegaremos e incluso de quienes han trabajado para que no lleguemos. La Mesa de la Unidad Democrática lleva en sus hombros años de duro trabajo y está curada de espantos, ya nada le sorprende y tiene la voluntad de reaccionar con rapidez y eficacia ante cualquier obstáculo, a fuerza de haber sorteado tantos.

La urgencia por contarse está presente también sin duda entre los partidarios del gobierno que ostenten un talante democrático, ya que sin duda deben saber que la única manera de abrir una puerta en el futuro del país a su opción política es acudir a la cita comicial y que quien cede el paso, se ensancha el camino.

Ni la mayor de las terquedades se puede mantener en pie cuando ha llegado el momento histórico para el cambio. Es mejor fluir con el futuro; porque, en caso contrario, será el país mismo quien deje atrás a quienes se empeñen en contradecirlo y no se monten en el tren del porvenir.

Cualquier contratiempo ha quedado superado con el empuje de la gente insatisfecha en la calle, la gente que exige, desde su venezolanidad, un golpe de timón en este error que nos ha hundido en las mayores dificultades de nuestra vida republicana.

La democracia no se ha rendido en Venezuela, y hoy menos que nunca, cuando la perseverancia insiste en dar sus frutos. Como escribiera en su cuenta de Twitter el diputado Julio Borges: “Ha comenzado en Venezuela un proceso de cambio irreversible”.

Hoy el tiempo nos da la razón con la masiva apuesta de los venezolanos por la tarea que toca en el momento: firmar. Con emoción, con entusiasmo, con rabia o con dolor. Pero sobretodo con la certeza de estar haciendo lo correcto y de ser un instrumento efectivo y con poder de cambio dentro del devenir actual de Venezuela.

viernes, 22 de abril de 2016

“Dilmazo”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La compleja situación del gobierno de Brasil pica y se extiende, crece como bola de nieve. Al momento de escribir esta nota, se tiene como una posibilidad cierta la destitución y enjuiciamiento de la presidente Dilma Rousseff, por sonoros casos de corrupción.

¿Qué sucedió para que la heredera de Lula Da Silva esté a punto de salir por la puerta trasera de la historia de su país? ¿En qué momento se perdió la alegría colectiva que se había alcanzado en la vecina nación por el triunfo de Lula da Silva y posteriormente el de su sucesora?

Ciertamente, si retrocedemos unos cuantos años, la luna de miel de los brasileños con Lula parecía un jardín de rosas. El país crecía, la clase media recibía a nuevos miembros, se robustecía el poder adquisitivo y la nación crecía; hasta lograba convertirse en sede de los mayores eventos deportivos, como el Mundial de Futbol y las Olimpiadas.

Da Silva parecía estar haciendo lo que tenía que hacer: atraía inversiones, trabajaba en su marca-país, posicionaba el talento carioca en el mundo y, sobretodo, mantenía a sus ciudadanos contentos.

Sin embargo, el crecimiento de Brasil no fue lo suficientemente orgánico y no pudo alcanzar las coordenadas del desarrollo. En su contra jugó –y sigue jugando hoy- la enorme desigualdad que aquella sociedad alberga en su seno y que no pudo corregirse suficientemente.

Y sobre todo, jugó la corrupción. Los escándalos que hoy revientan, como el de Petrobras, y que venían moviéndose desde hace años bajo la piel aparentemente próspera del lulismo-dilmismo.

Toda fiesta trae resaca. Se cantó victoria antes de tiempo y el aterrizaje es duro, la desilusión terrible y la gente pasa factura.

Lo que sucede es lamentable desde todo punto de vista. En primer lugar, porque todos hubiéramos querido que el crecimiento del gigante que tenemos al sur hubiera sido más orgánico y sustentable, para el bienestar de sus pobladores. 

En segundo lugar, la estabilidad –o inestabilidad- económica y política de Brasil influye para bien o para mal en todo el continente, debido a las enormes dimensiones de esta nación.

Y también cae en lo lamentable, el hecho de que tanto Lula como Dilma y su Partido de los Trabajadores, trajeran una ilusión de llegar al poder cargada de idealismo, ganada a las causas más nobles y elevadas, que en el camino se contaminó con todas las perversiones, con las peores prácticas de lo que decían combatir.

¿Cómo serán los próximos días en la convulsionada tierra brasileña? Pues no lucen fáciles. La señora Rousseff tiene fama de tener un carácter duro y de no rendirse ante las dificultades. Fue legendaria su actuación durante la dictadura militar de los años 60 y 70, donde enfrentó cárcel y torturas. Habría que ver si puede más esta inclinación personal hacia la intransigencia o la certeza de que despejar el camino para salir de la crisis sería un gran favor para el porvenir de su patria.

Su suerte está en manos del Congreso, el cual se inclina inequívocamente a su salida. A pesar del personalismo y el populismo que ha caracterizado las administraciones Da Silva-Rousseff, las instituciones brasileñas gozan de buena salud. Y aunque siempre queda un margen de maniobra, habrá que ver qué sucede.

Uno de los protagonistas emergentes de esta interesante trama de intrigas es el vicepresidente Michael temer, enfrentado a la mandataria y quien ya tiene montado un hipotético equipo de gobierno.

Otro de los hombres clave es el presidente del Senado, Renan Calheiros, quien luce como aliado de la primera magistrada y tiene en sus manos la potestad de jugar con los tiempos para acelerarlos o extenderlos.

Dilma apuesta porque la situación se prolongue para que se enfríe; mientras Temer prefiere apresurarse para surfear la ola del descontento popular en caliente, que se ha mostrado con impresionantes manifestaciones multitudinarias en las principales ciudades de Brasil.

Si Dilma es destituida y enfrenta un juicio, el señor Temer tomaría la presidencia con el peso de no ser un hombre carismático y que despierta escasas simpatías, aún entre los detractores de la Rousseff. En contrapartida, los mercados parecen confiar en él, ya que ha tendido puentes hacia especialistas en el área económica para enderezar el rumbo de trepidante decrecimiento que ha convertido al post-lulismo en un aterrizaje forzoso.

Otro factor a tener en cuenta, es el partido de los Trabajadores, la robusta organización política que ha respaldado a Lula y Dilma. Si bien han obtenido un fracaso estrepitoso en su prueba de habilidad para gobernar; conservan su tradición de movilizaciones de calle y este puede ser un factor de cuidado si pasan a la oposición.

En el momento actual, todos los actores principales deben evitar el síndrome del elefante en la cristalería y actuar con la máxima prudencia, por el bien de Brasil y de todo el continente.

viernes, 15 de abril de 2016

“Consulta popular”

 David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La obtención de la mayoría parlamentaria por parte de la Mesa de la Unidad Democrática en las pasadas elecciones del 6 de diciembre, ha reavivado la fe de la gente en la potencia de su voto para cambiar las cosas.

Y es que con esta victoria venía endosada también la expectativa de obtener, por medios constitucionales, el tan necesario y urgente cambio de gobierno.

Sea por enmienda o por referéndum, hay maneras de relevar de responsabilidades a un poder Ejecutivo que no sabe manejar al país y que no ha cumplido hasta ahora con sus más elementales deberes para con los venezolanos.

No sorprende pues, que los cerebros del oficialismo estén buscando cualquier manera de revertir la situación y volver la situación en contra de la voluntad de las mayorías.

Es así como en estos días vimos al abogado constitucionalista Hermann Escarrá proponer una enmienda constitucional para acortar el período de la recién electa Asamblea Nacional, como uno de los tantos tableros en los cuales debe estar jugando el gobierno para intentar prolongar artificialmente su vida.

El doctor Escarrá aseguró que el primer mandatario nacional puede también enmendar la Constitución Nacional sin necesidad de pasar por el parlamento y que adicionalmente, la enmienda ya está redactada y tienen un solo artículo, en el cual se reduciría el período del poder Ejecutivo a 60 días.

El jurista también retó a debatir al presidente del cuerpo colegiado, Henry Ramos Allup, al respecto.

Sin embargo, de parte de las fuerzas democráticas, ha salido otra propuesta por demás interesante: vamos todos a referéndum.

Sometamos a la consideración popular la propuesta de Escarrá –la cual merece abundantes consideraciones- pero también la enmienda para acortar el período presidencial.

Lo interesante de este particular reto que sale desde Miraflores, es que igualmente coloca la decisión en manos de la gente. Y por ello es consecuentemente interesante lo que proponen voceros de la MUD: si vamos a referendo, aprovechemos de decidir sobre todo.

Dijimos que la idea merece unas cuantas consideraciones. Quizá la más importante es recordar que los jueces de esta propuesta serían los mismos ciudadanos que castigaron con su voto a la actual administración y que otorgaron con comodidad las dos terceras partes del parlamento a otro proyecto político.

¿De verdad cree el doctor Escarrá -o alguien en su sano juicio- que pueden ganar limpiamente un referendo que contradiga la voluntad expresada hace poco más de cuatro meses?

Esta primera consideración, nos lleva directamente hacia la segunda: se trata de una propuesta eminentemente política, que está intentando colocar en el tapete una piedra de tranca al accionar de la Mesa de la Unidad para intentar distraer el foco de atención a los esfuerzos que se están adelantando para lograr el referéndum revocatorio al Presidente de la República.

¿La enmienda Escarrá tiene en mente el bienestar del país? ¿O se trata de una propuesta desesperada para intentar retener el poder por parte de funcionarios que saben que no cuentan con la bendición popular?

Pero vayamos aún más allá: aquí hubo un autogol. Porque si el oficialismo en pleno aplaude la propuesta de enmienda para recortar el período de la AN, están validando el poder de ese instrumento para hacer exactamente lo mismo con cualquier otro poder, léase el Ejecutivo. Cuchillo para su propia garganta.

Incluso, el rebote del autogol ha llevado a poner sobre la mesa la posibilidad de acortar también el mandato del Tribunal Supremo de Justicia, cotidianamente enfrascado en una lucha de poderes con el Capitolio, y sin tener en cuenta las penurias de los venezolanos para dirigir adecuadamente su accionar.

Pongamos pues, a todos los ciudadanos en ocasión de decidir. Coloquemos el menú de opciones al alcance de los votantes. Del lado de los nuevos diputados no hay nada que temer, ya que el veredicto de la gente es el que los acaba de poner en esos cargos de representación. Y sin duda, cualquiera que tenga un mínimo de amor por esta tierra, pondría su cargo a la orden para destrabar el juego.

¿Hay temor en las filas del poder Ejecutivo? Creemos que sí. No hay otra explicación a actuaciones tan desacertadas y desatinadas. No se pueden sacar de debajo de la manga despropósitos de semejante calibre si no están dictados por una falta de foco que solamente se explica por una profunda turbación.

El reto está lanzado. Las fuerzas democráticas ya acordaron activar todos los mecanismos constitucionales para sustituir a un gobierno que está muy lejos de entender su rol. Esperemos que recojan el guante que ellos mismos lanzaron. Mataron el tigre de invocar la consulta popular. Sería inadecuado tenerle miedo al cuero a estas alturas del partido, por más autogol que haya.



“CNE y revocatorio”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Ante un gobierno que ha probado sobradamente su impericia para administrar los bienes de los venezolanos, se impone el legítimo derecho de la ciudadanía de sustituirlo por las vías constitucionales y democráticas, que son derecho de todos.

Recordemos que, en la segunda mitad de los años 90, el discurso del hoy fallecido ex presidente Hugo Chávez para llegar hasta la Presidencia de la República, incluía en su paquete al referendo revocatorio, como una manera de poner fin a gobiernos que marcharan a contrapelo de los intereses nacionales.

La novedosa propuesta fue una de las tantas acogidas por el electorado de aquellos tiempos, ya que el mismo candidato aseguraba que se acogería a tal mecanismo si defraudaba las expectativas populares.

Hoy, cuando sentimos que a la actual administración se le agotó su tiempo de errar y evidentemente no quiere rectificar, la opción del referendo revocatorio ha sido masivamente aplaudida como propuesta para cambiar a quienes no tienen voluntad de corregir ni de reconocer sus numerosos errores.

Sin embargo, en uno de esos retruécanos sorprendentes que cotidianamente presenciamos los venezolanos, el Consejo Nacional Electoral “oficia” a la Asamblea Nacional, reservándose para sí la facultad de legislar en cuanto a referendos revocatorios, justamente cuando amplios sectores de la población nacional han comenzado a movilizarse para la consecución de las firmas necesarias.

La sorprendente e inesperada acción del CNE tiene varias aristas. En primer lugar, se erige por encima de los ciudadanos, los mismos a quienes el gobierno llama “el soberano” solamente cuando le conviene. Y es que esa misma ciudadanía, aparte de su poder originario, está protegida bajo la Constitución Nacional en cuanto a su facultad de solicitar convocatoria a un referendo mediante la recolección de firmas.

Por si fuera poco, también invade las facultades del Legislativo, buscando desplazarlo en las funciones que le son naturales, y creando un estéril conflicto de poderes –otro más-, cuando lo que necesita el país es que todos rememos urgentemente en la misma dirección.

Recordemos que el Artículo 187 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela enuncia, en el numeral 1: “Corresponde a la Asamblea Nacional: Legislar en las materias de la competencia nacional y sobre el funcionamiento de las distintas ramas del Poder Nacional”.

Todo esto ha sido una reacción al hecho de que la Asamblea Nacional aprobara en marzo pasado y  en primera discusión, el proyecto de Ley Orgánica de Referendos para reglamentar dichos procesos. De allí se origina la reciente comunicación de la presidente del árbitro, Tibisay Lucena, al jefe del legislativo, Henry Ramos, donde se asegura que el asunto “se encuentra siendo tramitado fuera del marco constitucional”.

Si a la Constitución vamos, su Artículo 72 establece que “Todos los cargos y magistraturas de elección popular son revocables.” Y agrega que: “Transcurrida la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato.” Recordemos, adicionalmente, que nada puede estar por encima de la Carta Magna.

En paralelo, no se debe olvidar que la Mesa de la Unidad Democrática ya posee una maquinaria activa y bien engrasada que llevó a esta coalición a la victoria en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre, y que está lista para servir como correa transmisora de la expresión de la gente ante los poderes constituidos y así materializar este instrumento para derrotar la crisis que hoy agobia al país. Todo ello en el marco del artículo constitucional previamente citado.

En función de ello, la legislación que en estos momentos ocupa a nuestro Parlamento –y que al borde de su aprobación para cuando se publique esta nota- tiene que ver con agilizar el ejercicio de un derecho constitucional y por ello es inadmisible cualquier intento de complicar o entorpecer dicho ejercicio ciudadano. Muy por el contrario, los poderes de manera concertada y armoniosa, deberían sacar adelante todo lo necesario para apoyar este nuevo acto de expresión del mandato de la gente.

Por ejemplo y en este sentido, toca al CNE emitir la planilla oficial de recolección de firmas para la solicitud del refrendo revocatorio presidencial, y deben hacerlo en un tiempo perentorio. Empeñarse en cualquier tarea distinta a esta, es intentar buscarle sin éxito la quinta pata al gato, ya que todos los caminos conducen a Roma y lo que queda es ocuparse de facilitarle a los venezolanos la expresión de su voluntad amparada por la Constitución Nacional.

viernes, 1 de abril de 2016

“Con un pie en la amnistía”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Tras una intensa sesión que fue seguida con sumo interés por todo el país, la Asamblea Nacional aprobó finalmente y en su segunda discusión, la tan esperada ley de Amnistía, que se había convertido en una de sus propuestas fundamentales para la campaña electoral que renovó al Poder Legislativo.

Desde hace mucho tiempo viene creciendo en el inconsciente colectivo venezolano la idea de que esta ley es la llave para abrir las puertas a una mayor pacificación del país, en medio de la tensa situación en la que vivimos los venezolanos, y que se prolonga mucho más allá de lo imaginable.

Las voces de protesta desde factores opuestos al gobierno se han alzado pacíficamente y con la razón por delante, al asistir al lamentable espectáculo de un grupo de venezolanos apresados por estar en la acera política contraria, por haber salido a protestar, por haberse visto involucrados en hechos de violencia no suficientemente aclarados y por no haber sido beneficiarios –como lo garantizan nuestras leyes- de un proceso imparcial y justo.

El desequilibrio de la justicia recalienta la indignación y la impotencia del venezolano. Mientras en la cotidianidad asistimos al delito como parte de nuestra vida diaria; por otro lado padecemos por el hecho de la reclusión en condiciones por demás inadecuadas de personas perseguidas por sus ideas, mientras otros decidieron abandonar el país al sentirse víctimas de una persecución injustificada y donde llevan todas las de perder.

El movimiento que ha crecido alrededor de esta iniciativa, incorpora los más diversos matices de la sociedad venezolana, al tratarse de la punta del iceberg de la compleja situación país que nos está tocando vivir en estos tiempos.

El mencionado Proyecto de Ley fue sometido a consulta pública, habiéndose incorporado en dicha  consulta a las ONG en materia de derechos humanos, organizaciones de personas víctimas de la violencia en todas sus formas, organizaciones públicas y privadas, sectores interesados y a la colectividad en general.

Por su parte, el presidente de la República, Nicolás Maduro, afirmó que no aceptará la ley de Amnistía, y alegó que “Están aprobando una ley para proteger a asesinos, criminales, narcotraficantes y terroristas, la verdad, tengan la seguridad que esa ley por aquí no pasa caballero, que lo sepa la derecha nacional e internacional, leyes para amparar terroristas y criminales no pasarán, por aquí no pasan, hagan lo que hagan", según nota de la página web del canal oficialista Telesur.

Las afirmaciones del Primer Magistrado nacional tienen unos cuantos matices extremadamente delicados. En primer lugar, porque está usurpando funciones del poder Judicial y se abroga la potestad de juzgar y condenar a ciudadanos venezolanos, muchos de los cuales ni siquiera han tenido el derecho de un juicio justo y menos de una sentencia.

Adicionalmente, somete al escarnio público a personas sobre quienes puede y debe pesar aún la presunción de inocencia que en toda sociedad civilizada se estila antes del comienzo de los juicios que se han retrasado indebidamente.

Por si fuera poco, desde el Ejecutivo nacional se fractura una vez más la convivencia con el poder Legislativo, otro episodio más de un hábito de conducta que se ha instaurado desde que el Parlamento nacional selló su independencia en diciembre pasado; ya que en el período anterior era evidente la coordinación entre ambos poderes, desdiciendo así la razón de ser de la Asamblea Nacional.

Se debe recordar una vez más –y cuantas veces sea necesario- el carácter legítimo de la representación popular que los diputados ostentan, tras haber llegado a esa posición por el voto, ampliamente favorecedor de una opción alternativa a quienes hoy ocupan el Ejecutivo.

Desconocer esta autoridad y esta representación es desconocer también los usos democráticos y abrir una nueva herida que a nadie conviene y que generará profundos daños a los ya múltiples y difíciles de reparar que hemos ido coleccionando en los últimos años.

En este sentido, desde el oficialismo harían bien en escuchar afirmaciones como las del exministro del Interior, Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torres, quien aseguró recientemente que Venezuela está en una etapa donde necesita perdonar porque debe acabarse el resentimiento entre la oposición y el gobierno.

Citó como ejemplo de diálogo a Cuba quien recientemente sostuvo encuentros con Estados Unidos y a Colombia quien ha llegado a acuerdos de paz con Las FARC, agregando: “Entonces ¿cómo es que nosotros no podemos pasar la página de odio y sentarnos a buscar soluciones?”.

Nos falta esa respuesta. ¿Por qué enemigos de muchos más años y con mucha más sangre de por medio han logrado sentarse a dialogar y los dos grupos mayoritarios de este país no pueden hacerlo? La polémica ley de Amnistía está sirviendo la oportunidad en bandeja de plata.